Así no, Presidente / Cátedra - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Soberanía latinoamericana. No se había secado aún la tinta de mi artículo anterior cuando nos enteramos de un acontecimiento funesto que demuestra fehacientemente lo que afirmé en el sentido de que América Latina sólo podrá alcanzar su verdadera soberanía cuando nuestros pueblos decidan unirse en un solo haz de voluntades en una Unión de Repúblicas soberanas, que hubiera sido la primera del mundo (además sin pretensiones hegemónicas) si Bolívar hubiera vivido lo suficiente para conseguirlo. Esto significa, a la contraria, que mientras no seamos capaces de unirnos seguiremos siendo el “patio trasero” del imperio, como dice despreciativamente no el respetable pueblo estadounidense bien nacido, sino el sector de gringos palurdos que padece complejo de superioridad. ¿Por qué? Veamos:

El caso de Guatemala. Recordemos que el presidente López Obrador recibió en Mayo pasado el “Plan de Desarrollo Integral El Salvador-Guatemala-Honduras-México” que solicitó a la Comisión Económica para América Latina (Cepal) después de acordarlo indebidamente con su “amigo” Trump sin solicitar la debida anuencia de nuestros hermanos centroamericanos -los directamente interesados- cuyos presidentes se vieron obligados a firmar un documento alusivo en una fugaz reunión al estilo de las entrevistas “banqueteras” de Vicente Fox, a que los comprometió el día 1 de diciembre de 2018, después de su toma de posesión, forma por demás ajena al más elemental protocolo diplomático que se les debía de acuerdo con su alta investidura.

Cuando la prensa entrevistó a la canciller guatemalteca sobre la forma en que se iba a aplicar dicho plan en su país, contestó que Guatemala no tenía conocimiento oficial del asunto y que, por tanto, no solamente no estaba al margen de los planes de López Obrador, sino que tampoco estaban interesados en participar en ellos.

El problema vino cuando el presidente de Guatemala, que tendrá que enfrentar graves acusaciones de corrupción en el momento en que concluya su período y según parece queriendo comprar la protección del gobierno estadounidense, anunció el 15 de Julio que se entrevistaría con Trump para firmar un acuerdo aceptando la calidad de Tercer País Seguro a fin de recibir a los migrantes que ingresaran por su territorio, donde deberían permanecer en tanto se tramitaran sus solicitudes como asilados E.U.A., misma que podría ser aceptada o rechazada.

La Corte de Constitucionalidad de Guatemala paró en seco al presidente, al recordarle que “debe cumplir con la Constitución Política, la cual señala que es el Congreso el que aprueba y ratifica convenios.”

De inmediato Trump -cual Zeus tonante-, amenazó a Guatemala con los mismos argumentos con los que amenazó a México, acerca de aplicar aranceles, prohibiciones, impuestos a las remesas que envían a sus familias los emigrados que trabajan en Estados Unidos, etc.

Firma fraudulenta. El convenio se firmó trastocando términos y firmándolo no los titulares del poder ejecutivo, sino funcionarios menores, tratando de justificar que de esa manera no es necesaria la autorización del Congreso.

Ola de protestas. Mientras el presidente Trump festejaba sus trampas por el éxito obtenido con los otros tramposos, en Guatemala se inició una reacción generalizada de protestas, impugnaciones de inconstitucionalidad que amenazan con anular el documento y exigiendo, incluso, la destitución de su presidente.

¿Qué fue lo que pasó? ¿Cómo llegó Guatemala a verse en esta comprometida situación? Tenemos a la mano dos factores que conviene revisar:


Nuestro acuerdo con EUA del 7 de Junio, que vino a confirmar la situación de Tercer País Seguro que ya estábamos padeciendo, de hecho, desde hacía varios meses como lo reconoció la propia titular de la Secretaría de Gobernación desde principios de año, si bien negada por la presidencia hasta la fecha, a pesar de estar recibiendo, diariamente, cientos de solicitantes de asilo que regresa el gobierno de Estados Unidos en forma abusiva para que esperen (mediante el Programa Permanecer) en México el resultado de sus solicitudes en lugar de hacerlo en su territorio, como establecen los tratados internacionales.

Asilo en primer país en tránsito. Otro de los puntos, también asentado en el mismo acuerdo, es éste propuesto por el Secretario de Relaciones Exteriores de México Marcelo Ebrard, con el que consiguió evadir la exigencia más problemática que estaba planteando la contraparte, en el sentido de hacerles el trabajo de revisar los protocolos de asilo, fue la propuesta de obligar al migrante a “solicitar asilo en el primer país al que ingrese (por ejemplo: los hondureños que llegaran a Guatemala tendrían que solicitar asilo allí y los guatemaltecos que llegaran a México tendrían que pedir asilo ahí en lugar de tratar de llegar a Estados Unidos)”. De donde bien se puede deducir que esta propuesta de nuestro canciller pudo ser la causa por la que Guatemala esté pasando por el conflicto interno e internacional que no tenía por qué verse involucrada.

¿Cuál solidaridad latinoamericana? Si esta interpretación fuese correcta ¿cómo puede esperar América Latina avizorar un futuro soberano ante las amenazas externas si los propios hermanos nos traicionamos con tal de contar con las migajas que nos arroja el imperio para seguir saqueando nuestras riquezas? 

Política exterior. Cuando tuvo la certeza de su triunfo rotundo en la elección del 1 de julio del 2018, prometió en su mensaje a la Nación, entre otras cosas, que “En política exterior, se volverán a aplicar los principios de no intervención, de autodeterminación de los pueblos y de solución pacífica a las controversias. Y como decía el Presidente Juárez: ‘nada por la fuerza, todo por la razón y el Derecho’”.

Reconciliación. También expresó: “Llamo a todos los mexicanos a la reconciliación y a poner por encima de los intereses personales, por legítimos que sean, el interés general. Como afirmó Vicente Guerrero: ‘La patria es primero’”. Ahora sí, a diferencia de cuando lo hizo como candidato de Morena al iniciar su campaña oficial, fue el momento oportuno y en la forma atinada; y la respuesta de todos, incluyendo a sus más radicales adversarios, le ofrecieron caballerosamente su total apoyo y franco reconocimiento como Presidente auténtico por el aplastante respaldo popular demostrado en la elección.

¿Pero qué es lo que ha pasado? 

Con el pie en el pescuezo. El presidente Trump ha intervenido descarada y ofensivamente en nuestros asuntos internos con toda clase de amenazas y presiones; nuestro gobierno ha hecho lo que ha podido, aunque no lo que ha debido hacer para resolver pacíficamente nuestras controversias con él “siempre fincados en el respeto mutuo”, ni ha estado a la altura del decoro para defender nuestra razón y nuestro derecho mediante nuestra capacidad de autodeterminación porque se ha acobardado ante sus alaridos, colocándonos en una situación de subordinación a sus caprichos.

Reconciliación fallida. El primero en faltar a su convocatoria de unidad fue el propio presidente electo, al resultarle imposible conducirse con una actitud adecuada a su nueva investidura, pues no pudo despojarse de su verdadera vocación especializada en considerar al país un volantín para continuar en su papel de candidato en campaña ni de su lenguaje carpero, lanzando invectivas contra lo que se le pusiera por enfrente, provocando una profunda polarización entre chairos y fifís. Pero no sólo en el tramo que duró el período de transición; cuando tomó posesión repitió el numerito de convocar a la unidad nacional pero insistiendo, en los hechos, en su campaña desintegradora. Hasta aquí, dos oportunidades lastimosamente perdidas para gobernar, sin distingos, a todos los mexicanos.

La tercera gran oportunidad perdida. Y yo creo que la última, fue cuando dispuso que la comisión encabezada por el Secretario de Relaciones Exteriores permaneciera de rodillas esperando varios días a que graciosamente lo recibieran en el Departamento de Estado para “negociar” en las peores condiciones de sumisión el “acuerdo” del 7 de Junio, después de que el presidente Trump lo amenazó con los aranceles y aparte de eso dejó en claro que la famosa comisión no era bienvenida porque lo que él necesitaba eran resultados, no pláticas, entendiendo por “resultados” la obediencia a sus caprichos. Y no quiero mencionar el calificativo que merece este hecho porque podría interpretarse como una grave ofensa, pero es que estoy convencido de que es el peor en que ha incurrido en lo que va del sexenio.

¿Unidad nacional? Pero no contento con ello, convocó a un acto de unidad nacional pero no en el país sino ¡en Tijuana! “para defender la dignidad de México”, acto que convirtió en un mitin pueblerino para celebrar el “acuerdo” que se tomó como un triunfo, en el que se perdieron las voces que hicieron advertencias y reflexiones responsables y terminó con una “vuelta al ruedo” en la que cosechó los nutridos aplausos del “respetable”, como se dice en los toros. Una pachanga, pues, porque cuando se fue develando el contenido del famoso acuerdo, no se encontró nada qué festejar; más bien todo lo contrario.

La cuarta transformación. La primera transformación -diría AMLO- fue la guerra de 1810 convocada por Miguel Hidalgo para conquistar la Independencia Política que rompió las cadenas que nos ataban a la Corona de España; la segunda fue la Guerra de Reforma que culminó Benito Juárez en 1857 que conquistó la Independencia Espiritual mediante el establecimiento del Estado Laico, que lo liberó de la tutela de la Iglesia Católica y reconquistó la Soberanía Nacional con la derrota del emperador Napoleón tercero en 1867. La tercera fue la Revolución iniciada por Francisco I. Madero en 1910, cuya aspiración de conquistar nuestra Independencia Económica estuvo a cargo del presidente Lázaro Cárdenas del Río, quien logró establecer sus bases con medidas radicales como la Reforma Agraria, la Expropiación Petrolera y otras, que nos confrontaron con las grandes potencias de las que eran súbditos los dueños de las empresas que explotaban nuestros recursos y a quienes se expulsó con firmeza, pero sin violencia, por desacato a nuestras leyes. En los tres casos el pueblo apoyó a sus gobernantes al ciento por ciento. Cuando el gobierno cayó en poder de los farsantes las tres revoluciones involucionaron hasta el estado en que hoy se encuentran.

La cuarta transformación -dice el presidente López Obrador- correrá de su cuenta, pero yo no entiendo todavía en qué va a consistir, sobre todo porque a diferencia de Juárez o de Cárdenas, no muestra congruencia entre sus palabras y sus acciones; su tolerancia es muy limitada y no veo en él la capacidad de planeación, programación y organización, cualidades -entre otras- indispensables en un buen gobernante y no digamos en un estadista.

Mi apoyo ciudadano. En el primer artículo de esta serie, publicado el día 7 de Junio, le ofrecí mi apoyo en su diferendo con el presidente Trump, cuando le aseguró que su gobierno defendería los derechos humanos de los migrantes, lo cual es congruente con nuestro ordenamiento constitucional.

Así no, Presidente. En mi tercer artículo, publicado el día 28, le retiré mi apoyo porque después de evaluar rigurosamente los acontecimientos me di cuenta de que la defensa de nuestra soberanía no es una de sus prioridades.

Crítica y autocrítica. Un gobernante que sabe criticar, pero también es capaz de autocriticarse, recibirá de buen grado las observaciones que le haga la ciudadanía porque le servirán para guiar su conducta. En ese dar y recibir se puede ganar mucho en favor de la Nación.

Mi apoyo institucional. Este es inquebrantable para la institución presidencial, independientemente de la persona que la ocupe. Y me siento con el derecho pero también con la obligación de opinar tanto sobre sus aciertos (como el formidable de cancelar la criminal condonación de impuestos a las grandes empresas) como sobre sus yerros. Pero apoyaré y defenderé a toda costa la institución presidencial, siempre y cuando esté ocupada por un ciudadano libremente electo por el pueblo y el gobernante se apegue al espíritu constitucional.

La soberanía nacional. Solo en este rubro y mientras existan las fronteras no puede haber discusión posible, pues si el Estado no es soberano no existe. En cuanto a soberanía, entonces, solo hay dos caminos: el de Benito Juárez o el de Miramón. 

 

Por la unidad en la diversidad

Aguascalientes, México, América Latina

 

[email protected]

 

Nota 1: Cátedra descansará la semana próxima.

Nota 2: Esta serie está constituida por 8 artículos, que puede leer presionando control+clic sobre la fecha que está al final de cada uno. 

 

1.- “Carta abierta al Presidente”, 07/06/2019

2.- “¿Cuál dignidad?”, 07/06/2019

3.- “Migración y autocrítica”, 28/06/2019

4.- “Migrantes, instrumento electoral”, 05/07/2019

5.- “Los Migrantes y el Águila Azteca”, 12/07/2019

6.- “La Transformación de AMLO”, 19/07/2019

7.- “América Latina o Trump”, 26/07/2019

8.- “Así no, Presidente”. El actual.

 


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