- Ahí está el detalle (1940). No hay más posibilidad que encabezar la lista con la película que marcó el arquetipo no sólo de la comedia mexicana (el peladito de poca monta vacilando a la autoridad judicial) sino de la forma en que se entendían los juicios por el gran público mexicano.
- El Quijote cabalga de nuevo (1973). Por lo todo lo que tiene que ver el caballero de la triste figura con el derecho y la justicia, por la actuación de Cantinflas como un Sancho muy singular y en especial por un final que se atreve, con bastante éxito, a reinterpretar la obra inmortal de Cervantes.
- Las poquianchis (1976). Felipe Cazals lleva con maestría la obra de Ibargüengoitia al cine, con muchos elementos jurídicos nacionales: el amparo, ministerio público, la corrupción, en suma, el siempre mágico proceso penal mexicano.
- De noche vienes, Esmeralda (1997). Un juicio a la siempre espléndida María Rojo encarnando a una polígama, divertida comedia del hidrocálido Jaime Humberto Hermosillo.
- Ensayo de un crimen (1955). De las obras maestras de Luis Buñuel en nuestro país que, siguiendo la novela de Usigli, narra la historia un criminal en potencia que ve frustrados sus crímenes materialmente, pero por azares del destino, siempre terminan consumados por elementos ajenos a él. Esto lo hace sentirse asesino y se entrega a un juez.
- Presunto culpable (2008). Un documental vino a resumir todo lo que pasaba en el sistema penal mexicano: fabricación de pruebas, acusaciones sin sustento, un procedimiento engorrosamente burocrático. En suma, es el símbolo más claro del cambio del sistema inquisitivo al acusatorio adversarial.
- Calzonzin inspector (1974). No hay juicios propiamente, pero sí el retrato de la corrupción del gobierno en los años más negros del PRI, trata sobre las peripecias que tiene que pasar el alcalde de un pueblo perdido, cuando se entera que un inspector federal disfrazado aparecerá en su reino y lo podría destronar.
- Reclusorio (1995). Con un repertorio de antología, el célebre director Ismael Rodríguez retrata la aventura de dos reporteros que brincan de juzgado en juzgado, consignando las historias más tradicionales del arte dramático que es el derecho penal mexicano, todas basadas en hechos reales.
- El esqueleto de la señora Morales (1959). Pablo (interpretado magistralmente por Arturo de Córdova) es un taxidermista que sufre de celos extremos y moralidad a ultranza de su mujer, ante la desaparición de ella, todo mundo lo acusa de asesino, pero con el pequeño detalle de que al no existir un cadáver, el fiscal tendrá que absolverlo.
- Cadena perpetua (1978). Una trilogía fantástica crea esta obra de arte, Arturo Ripstein, Luis Spota y Vicente Leñero, mostrándonos las miserias del sistema que provoca que los criminales reincidan.
Créditos. Esta columna no hubiera sido posible sin el apoyo de Aníbal Salazar que fue el primer impulsor, sin la confianza de todo el personal de La Jornada Aguascalientes (principalmente de Paco Aguirre y Edilberto Aldán), por supuesto de mi familia que me ha apoyado sacrificando algunas horas de los domingos para tratar de ejercer el oficio de escribidor. Gracias a todos, en especial a los lectores.
Escena poscrédito. Cinco películas extranjeras (no gringo) que considero necesarias en el cine jurídico.
- Rashomon (1950). De Akira Kurosawa, trata de cuatro versiones de un caso de violación y asesinato en el Japón del siglo IX.
- Carácter (1997). El abogado duro, sin corazón, despiadado. Eso que quieren todos los clientes cuando nos contratan.
- Match point (2005). Woody Allen poniendo de nueva cuenta en la balanza si, a pesar de no ser descubierto, el criminal tendrá un remordimiento moral por su crimen. Su respuesta es un rotundo no.
- Bailando en la oscuridad (2000). Lars Von Trier dirige un drama musical estelarizado por Björk, una terrible historia que terminará con el sacrificio de una madre por su hijo, un alegato en contra de la pena de muerte.
- El proceso (1962). Filmada por el director de culto Orson Welles, basada en la novela homónima de Franz Kafka, las leyes y los procesos de ellas emanados, como símbolo más palpable de lo absurdo y de la injusticia.
Fin.