A las ceremonias que marcan el devenir de nuestras vidas, que ocurren prácticamente durante todo el año, en verano se suman las escolares. Para la mayoría de quienes asisten a una escuela, el paso será de un grado a otro, de un ciclo escolar a otro. Pero en algunos casos, el salto es casi mortal; casi.
Es el caso de estos jóvenes egresados de la carrera de Economía de la UAA, que posan para la efímera eternidad desde la cúspide del edificio más alto de Aguascalientes, el administrativo de la Universidad.
A lo largo de sus vidas muchos de estos jóvenes no han hecho otra cosa que ir a la escuela; del jardín de niños a la universidad todo ha sido estudio, pero ahora se enfrentan al desafío de integrarse al mundo laboral, que no es cualquier cosa.
Llegó la temporada de las graduaciones, misa, togas, acto académico, pergamino, fotografías, música, baile, serpentinas, ramos de flores, pergaminos, smokings, vestidos de coctel, cantos de No es más que un hasta luego y promesas de no olvidarse jamás.
Pero en más de un caso, una vez que cese la música y se disipe la resaca, florará detrás de todo este oropel el miedo a lo que viene, o no vendrá, la incertidumbre del futuro, de obtener un empleo en el área profesional que se ha elegido, o resignarse a trabajar “en lo que sea”. Por otra parte, este miedo no vendrá solo, sino acompañado por las preguntas de los millones: ¿Qué sabe hacer el nuevo especialista; para qué sirve?
Quizá no pase mucho tiempo antes de que el flamante profesionista tome conciencia de que el grado académico que le entregarán es, en realidad, el permiso para ponerse a estudiar, y que la carrera no fue sino una guía de lo que habrá que cubrir. Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a [email protected]
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