Es un aprieto hablar de derechos humanos en un país como el nuestro, donde diariamente escuchamos la más trágicas violaciones, definitivamente estamos en una encrucijada; justo cuando comencé a pergeñar estas líneas reflexionaba cuál es el más grande problema de México en materia de derechos humanos, pensé en las desapariciones, los asesinatos, los millones de pobres, la gran discriminación para las familias diferentes de lo que los grupos conservadores llaman “natural” (cualquier cosa que eso signifique en un mundo tan artificial como el nuestro), los migrantes que son violentados por tres vías, por ser migrantes, porque hay una profunda discriminación nacional en contra de ellos (quejándonos porque les dan cualquier apoyo) o porque el gobierno se ha convertido en el muro de Trump. Pensé también en las mujeres, asesinadas, vejadas y sujetas a las formas machistas de ver la vida, queriéndoles minar derechos que ya son firmes, como el aborto en las causas aceptadas por la NOM y las resoluciones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Incluso vino a mi mente el populismo penal y la necedad del legislador para dar prisión preventiva ante la menor provocación, pero de eso los penalistas se han encargado a fondo.
Después de mucho analizarlo, me definí por un tema que no está encuadrado en esos grandes problemas de los derechos humanos, pero que considero que es transversal a todos ellos y su adecuada atención podría resolver o coadyuvar a resolver el resto de los vicisitudes planteadas: el derecho a la planeación democrática. En otras épocas diríamos que no es un derecho humano, ahora sabemos que todo el contenido del bloque constitucional, sea orgánico o dogmático, trae consigo prerrogativas fundamentales. Esta facultad, la adecuada planeación, se encuentra en el artículo 26 constitucional que a la letra señala: “El Estado organizará un sistema de planeación democrática del desarrollo nacional que imprima solidez, dinamismo, competitividad, permanencia y equidad al crecimiento de la economía para la independencia y la democratización política, social y cultural de la nación… La planeación será democrática y deliberativa”.
El problema es que se toma a la ligera. Y no me refiero al improvisado plan de gobierno de AMLO, sino a que si revisamos los programas y planes de todos los niveles de gobierno, ya sea federal, local y estatal, de todos los partidos e independientes, veremos que hay una simulación, una falta de coordinación y, peor aún, hay nuevos órdenes de gobierno como el de los organismos autónomos, que ni siquiera se preocupan por seguir la planeación nacional, creando sus propias directrices.
La presentación de los planes, suele ser eventos de relumbrón, realizados al contentillo de las promesas de campaña, cuando en realidad tendrían que reflejar los anhelos de todos los sectores sociales. Recuerdo un foro federal y otro estatal, cientos de personas haciendo público, nada de cruce y debate de ideas, pocos especialistas y en la práctica, después del foro, nos entregaron lo que ya habría construido el área de planeación, sin escuchar realmente.
Dejemos atrás que no se escucha, hay algo más grave, los planes tienen otro problema: son demasiado utópicos. Dejar de simular y poner metas verdaderas, al alcance de nuestras reales posibilidades y no utopías. Que en este sexenio se acabará con la pobreza, que se dotará de salud a todos, que bajará la gasolina, todos sabemos que es falso, no hay recursos que alcancen, por qué mejor no ponernos algunas metas, tal vez una o dos, pero bien logradas; qué razón tenía Carlos Urzua al señar que se toman decisiones políticas sin el suficiente sustento.
La planeación democrática implicaría estar conscientes, todos principalmente los sectores más representativos de la sociedad, de que necesitamos lograr objetivos y que no siempre se puede atender todos los problemas, en lo personal me decantaría porque nos olvidáramos de todas las promesas de campaña de AMLO y que buscáramos la salud universal para todos los mexicanos, como han prometido desde hace ya varios sexenios todos los presidentes.
La crítica no es sólo para el Gobierno Federal, mutatis mutandis para los gobiernos estatales y municipales. Nos arrastran las frivolidades. Si algo nos va a demostrar este sexenio, es que todos son populistas, de todos los colores y partidos, no quiero ser ave de mal agüero, pero ante el visible hecho de que no logrará cumplir AMLO con las ambiciosas metas que se ha propuesto, reinará en el país desilusión y creo que entonces sí no nos quedará otra cosa, sino asumir dónde estamos y entonces buscar una verdadera planeación democrática.
Traigo aquí a colación los principios de los derechos humanos de indivisibilidad y progresividad, porque planear objetivos que privilegien unos derechos sobre otros pareciera atentar con esta idea de que las prerrogativas no pueden ser escindidas. Es permisible dar más recursos para un derecho que para otra, lo que no estaría permitido bajo estos principios es el diseño de programas o políticas que ignoren a otros derechos humanos o que se construyan sin una concienzuda identificación de lo necesario en un tiempo y lugar determinados. Es decir, la planeación tiene que informarnos cuándo y cómo cumplirá con ellos. Si resolvemos esto, sentaremos un piso para resolver todos los problemas y por ende podremos consolidar un sistema de derechos humanos eficaz.