El rechazo al cambio es un acto ecosida y suicida - LJA Aguascalientes
21/11/2024

Movimiento Ambiental de Aguascalientes A.C.

 

Mes tras mes, semana tras semana e incluso día tras día los datos de los daños antropogénicos son alarmantes. No hay semana en que no ocurra alguna catástrofe ambiental en alguna parte del mundo provocada por alguna corporación empresarial internacional (derrames petroleros, fuga de sustancias o gases tóxicos, incendios, accidentes nucleares, etc.). También se ha vuelto costumbre descubrir que estas empresas son responsables de gestar daños ambientales por las actividades que han desarrollado por años, por ejemplo, enterrar sustancias tóxicas sobre algún terreno y después construir viviendas en esos espacios, en los cuales con el paso del tiempo lo que fue enterrado comienza a salir en forma de gases que provocan daños a la población allí asentada; otro ejemplo es la tala inmoderada llevada a cabo con la intención de aprovechar esos sitios para nuevas plantaciones, desarrollos inmobiliarios o empresariales, actividades que acaban con la flora y fauna característica de una región provocando la desaparición o extinción de especies animales y vegetales; otro más es el uso de agroquímicos en las plantaciones provocando con el paso del tiempo erosión de suelos, envenenamiento de insectos, vertimiento de agrotóxicos a los ríos y mutaciones genéticas en los hijos de las personas que trabajan con esas sustancias. Los ejemplos de daños ecosidas al ambiente y sus pobladores, humanos y no humanos, abundan y se incrementan día tras día.

 

Culpar a las empresas por estos hechos y a los gobiernos por autorizar y no supervisar regularmente dichas actividades, podría exculparnos de sentir culpa, pero en México tenemos un refrán que dice: “peca tanto el que mata la vaca, como el que le agarra la pata”. En este sentido podemos decir que, aunque la responsabilidad directa de los daños ambientales son de los dirigentes de estas corporaciones internacionales y del gobierno, algo de culpa es compartida por nosotros. ¿Por qué? Pues porque nosotros somos los consumidores de varios de los productos de estas empresas y, tal parece que, estamos muy agusto con ellas, ya que nos han facilitado la vida llevando a la cercanía de nuestras casas (en tiendas y supermercados) la mayoría de los productos de la canasta básica empaquetados, listos para que nosotros solamente los destapemos, los saquemos de su bolsa, caja o envase y los ingiramos. Este conformismo comodino ha ocasionado que una de las principales catástrofes ambientales actualmente sea la cantidad de plástico existente en el mar. Claro que esta noticia no es tan alarmante como puede serlo una explosión en una plataforma petrolera o en una planta nuclear; no obstante, no deja de ser una catástrofe y con toda seguridad es más factible que todos sin excepción tengamos que ver directamente con ella, que con alguna explosión. Sólo piensa: ¿Cuántos gramos o kilos de basura generas a la semana? No sólo pienses en el envase del refresco, sino también en la envoltura de la papitas, del panecito, de las galletas, en el plato de unicel de la gordita, del taco y de las chascas; el empaque de la sopa, el arroz y los frijoles; la caja de la pizza, el papel de baño y un largo etcéterca.

En varias ciudades del mundo, incluso de nuestro país, se ha prohibido que los comercios regalen bolsas y ofrezcan desechables (plásticos y de unicel) para evitar el aumento de estos productos causantes de muchos problemas ambientales, mismos que no contaminan hasta que son descartados, sino desde los procesos de extracción de materia prima para su fabricación. En Aguascalientes la ley que prohíbe esta medida entrará en vigor en el mes de octubre y se ha estado informando a los comerciantes y a la ciudadanía sobre este hecho para que inicien sus procesos respectivos de transición (por eso se dio un año de plazo); no obstante, prevalece más el rechazo por esta iniciativa legal que beneficia a todos, que su comprensión. La respuesta de muchos comerciantes es “que el gobierno me provea el material y, entonces, haré el cambio, pero tiene que ser igual de económico para que no afecte mi comercio”; otros más accesibles dicen que sí están dispuestos a hacer el cambio (obligados, más que de manera voluntaria), pero hasta octubre, mientras tanto continuarán igual; otros comerciantes al menos ya han puesto letreros con los que invitan a sus clientes a llevar sus bolsas reutilizables o sus topers. Este hecho demuestra dos cosas: primero, el desinterés social por tener un mejor mundo en el que la cantidad de basura disminuya; segundo, algo típico que caracteriza nuestra cultura: queremos que todo lo resuelva el gobierno y que todo lo aplazamos y queremos resolverlo “el último día en el último minuto”.

La cuestión es que ésta es una práctica QUE ES URGENTE HAGAMOS TODOS ¡YA!, no seguir esperando, y realizarla con una clara conciencia ética, es decir, reconocer y aceptarla como un acto benéfico y prudente, no verla simplemente como una imposición que conlleva sanciones, sino como una acción cuyo objetivo es proteger y salvaguardar la vida, no sólo la humana, sino del planeta y de todos los seres que en ella viven. Si rechazas hacer cambios en tu modo de vida con base en propuestas tan simples como dejar de usar bolsas y unicel, será aún más complicado que hagas otros cambios propuestos por la ONU como disminuir el consumo de carnes rojas y lácteos, comprar a granel evitando con ello los empaques, comprar sólo la ropa que necesites realmente, evitar todo tipo de adornos en las fiestas (globos, serpentinas, confeti, letreritos, envolturas de regalo, recuerditos, etc.), evitar productos que contengan aceite de palma, regresar a los pañales de tela y evitar los desechables, etc. En pocas palabras, necesitamos dejar la excesiva comodidad comercial y lúdica ofrecida por las empresas transnacionales en las últimas décadas y recuperar las prácticas de nuestras generaciones anteriores que llevaban una sola bolsa o canasta al mercado, los envases retornables, la servilleta para las tortillas, el abrazo y felicitación sincero, en fin.

Si te rehúsas a hacer el cambio seguirás siendo un ecocida, es decir, alguien que está matando la vida del planeta, y al hacer esto promueves tu propio suicidio, pues la vida humana es totalmente dependiente de los bienes que otras vidas (animales y vegetales) sostienen la vida humana. Nuestra especie está acabándose el planeta, por lo tanto, es momento de detenerse a pensar qué puede hacer cada uno de nosotros para evitar su muerte y con ello la de nuestra especie. No veamos esto con pesimismo, sino con un realismo ético auténtico que nos comprometa con la idea de que está en nuestras manos salvar la vida en la Tierra y pensar en la posibilidad de que nuevas generaciones, de humanos y no humanos, puedan seguir habitándola indefinidamente.

 


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