Una de las máximas de la vida es la de no irse a la cama sin haber aprendido algo nuevo. Todos los días se nos da la posibilidad de incrementar nuestros conocimientos a través de experiencias, a veces vividas, a veces ajenas, a veces de manera consciente, e incluso, a veces nos ha pasado que no sabemos que ya sabemos.
Muchas cosas las hemos aprendido en la escuela, una de las principales fuentes de información en los primeros años, junto con la familia. Luego están los libros, las charlas y últimamente los medios audiovisuales. Alguna vez, un maestro en la universidad nos pidió que definiéramos qué era la cultura: concluimos en que la cultura es todo aquel conocimiento heredado desde tiempos inmemoriales, que nos ha permitido llegar al punto en que nos encontramos, con un bagaje suficiente como para no comenzar desde cero el aprendizaje.
Ejemplificando lo anterior, cuando un niño nace, la sociedad, la familia, en su momento la escuela, no lo abandona a su suerte. No es que nazca un nuevo miembro de la familia y tenga que adquirir todo el conocimiento humano por sí mismo. No lo dejamos en una cueva para que haga pinturas rupestres, ni esperamos que en su tránsito a la edad adulta invente la rueda o descubra el fuego. Para bien o para mal, los elementos humanos que le rodean se encargarán de darle a conocer el lenguaje, la escritura, lo proveerán de ropa, la ciencia médica lo hará inmune a ciertas enfermedades, jurídicamente se le dará un trato de persona, su alimentación, su higiene, en fin. Eso camino que el niño no tuvo que recorrer, esos miles de años de civilización condensados en apenas unos cuantos años, es lo que podríamos llamar cultura.
Lo maravilloso es que, insisto, todos los días habrá de acrecentarse ese bagaje. Las alforjas que contienen nuestro conocimiento en esta larga jornada que es la vida, pueden contener conocimiento de manera ilimitada y lo mejor es que se acumula, es decir, no por adquirir un conocimiento nuevo se desecha uno anterior.
En este ánimo y aprovechando el espacio, me gustaría hacer una invitación a las actividades que se desarrollan en la zona interactiva familiar que se ha dispuesto en la Plaza del Mueble, a un costado del parque de béisbol de Jesús María, especialmente a las que desarrollará el Instituto Estatal Electoral, durante la Feria de los Chicahuales que se celebra en el municipio conurbado antiguamente conocido como Xonacatique.
Esas actividades de educación cívica, dirigidas de manera especial a niñas y niños, por un lado demuestran la vocación estatal del Instituto. Si bien más del setenta por ciento de la población estatal se concentra en el municipio capital, no por eso se deja de trabajar en todos los municipios del interior. Además de este programa en el que se participa con actividades lúdicas, se refuerza el conocimiento adquirido en las aulas, con la celebración de elecciones escolares en planteles educativos de diferentes niveles en los municipios.
Otra ventaja es que el espacio en el que se brindan las actividades, al estar ubicado en un ánimo festivo, aquellas se despojan de solemnidad para acercarnos a los destinatarios en un afán de juego que finalizará con una enseñanza. En buena medida quienes se acercan a participar, por su edad, no lo hacen de manera individual, sino impulsados por los adultos que les resguardan, por lo que la extensión del conocimiento se realiza de manera amplia, directa para niñas y niños e indirecta para las mamás y los papás.
Por último, la actividad nos demuestra que no basta con el conocimiento formal que se nos inculca en las instituciones educativas. La democracia como actividad humana requiere, además de la noción, la práctica cotidiana a través de los valores, que es la manera en que se ejerce, por ello es relevante que todos, grandes y chicos, aprovechemos las oportunidades que se nos brindan, como la ya comentada, en la que el aprendizaje lo forjamos día tras día
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