“El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido,
porque estará obligado a inventar veinte más
para sostener la certeza de esa primera.”
Alexander Pope
Estimado lector, el día de hoy hablaremos de uno de los mayores problemas que atañen a la clase política, no sólo de nuestro país, sino del mundo entero en estos momentos. Y ese problema tiene que ver con la normalización de la mentira como herramienta para defender las políticas gubernamentales que quieren aplicar o para poder justificar sus acciones.
Durante mucho tiempo, la política estuvo basada principalmente en el poder que se podía ejercer sobre los ciudadanos. La política de “conmigo o contra mí” tuvo excesos en los años setenta y parte de los ochenta del siglo pasado. Periodistas, aquellos que no comulgaban con las ideas del gobierno, eran asesinados, desaparecidos, torturados. Fernando Gómez Barrios, el ideólogo principal de ese tipo de barbaridades a través de la Dirección Federal de Seguridad, desapareció sistemáticamente a la oposición y no se tentó el corazón en ser partícipe en las intrigas que terminaron en la tragedia estudiantil tanto del 2 de octubre de 1968, como en el halconazo de 1971. Durante la década de los ochenta, la oposición era desaparecida, o presionada para que dejara de serlo. El asesinato del periodista Manuel Buendía, el “accidente” en el que murió Maquío, la muerte de opositores del entonces Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, después Partido de la Revolución Democrática, eran el método perfecto. Cuando los empresarios eran los que se oponían, también eran expuestos a la muerte, como el terrible asesinato por “accidente” de don Eugenio Garza Sada. Después de ese acontecimiento, y ante la reacción del empresariado, el arma preferida de presión era la Secretaría de Hacienda, a través de auditorías terribles que terminaban con la seguridad y el patrimonio de los empresarios.
La venida de los años noventa, y con ello, de los Derechos Humanos, la fiscalización mundial de la política mexicana entre otros, lo que hizo fue atenuar aunque fuera un poco este terrorismo a la oposición, aunque el mismo Cisen seguía operando, ya fuera en los gobiernos del PRI, o del PAN, y la oposición era “presionada” a decir lo que el gobierno quería ya fuera a través de los famosos “cañonazos de 50,000 pesos” que decía Álvaro Obregón, aunque ahora son de millones de pesos, y si no aceptaban ese “regalito”, la presión de diversos tipos. Al que escribe le tocó esa presión cuando se escribió hace unos años sobre las mentiras del Inegi al calcular la inflación. Publicado a las seis de la mañana en el portal, para las nueve de la mañana me estaban buscando por todos los lugares que frecuento para explicarme que no era correcto lo dicho y que me lo querían explicar en la Ciudad de México. Por supuesto, atendí a su petición siempre y cuando fuera en Aguascalientes, y le di su derecho de réplica, aunque sigo pensando y sosteniendo que no es el mejor ni el adecuado y que permite entonces, hacer lo que todos los políticos hacen ahora: mentir.
La mentira se está convirtiendo, sobre todo en este sexenio, en uno de los métodos favoritos del gobierno federal. El presidente Andrés Manuel López Obrador, al ser cuestionado sobre algún asunto en la conferencia mañanera de todos los días, quizá por no saber la respuesta, o por un script (Uno de los asesores de Andrés Manuel para decir, actuar y expresarse en sus conferencias y discursos es ni más ni menos que Epigmenio Ibarra, director de teledramas y de cine, los opuestos se atraen, mientras a Peña le manejaba su imagen Televisa, a Andrés, Epigmenio Ibarra), contesta en lugar de decir “no sé”. En ese contestar por contestar, dice mentiras, que tienen que ser sostenidas sistemáticamente por todo el aparato gubernamental y sus secretarios, hasta que de repente, hacen una declaración que subsana la mentira de manera parcial, dándole la razón, a medias a la verdad.
Y nos estamos acostumbrando a la mentira. A saber que los políticos dirán algo y que no será la realidad, que hay algo oculto en eso. Que mentirá, que no será la verdad. Desafortunadamente, la oposición también hace lo mismo. Nadie habla con la verdad, todos dicen lo que les conviene, con cifras a modo, con información sesgada, y gran parte del público, de la población, se lo cree o se los cree. De hecho, esas mentiras ya lograron dividir el país, o eres “chairo” o eres “fifí”, eres de izquierda, o eres conservador. El México del siglo XIX ha regresado, renovado, reformado y con mayores problemas para nuestra sociedad. En aquellos años, sólo una fracción de la población era afectada por esa división, ahora gracias a las redes, somos todos los mexicanos.
Que no se nos haga costumbre la mentira, buscar la verdad, ser objetivos, eso es lo que debemos hacer como ciudadanos.
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