Hace un año México experimentó un fenómeno político-social que marcará una época -lo escribo sin exageraciones-, millones de mexicanos salieron a las calles a llenar las urnas en una jornada histórica que llevaría en su tercer intento a Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la Republica, más de treinta millones votaron por él convirtiéndose así en el presidente más votado de la historia. A partir de ese día la legitimidad ganada con los años y respaldada en la urnas impulsa la agenda política; el aún presidente electo generó una transición minuciosa y cordial -para muchos demasiado suave- sin embargo, el momento del país, el desastre en el cual esta convertido lo ameritó -y lo sigue ameritando- claramente hay prioridades, antes que persecución del Poder Ejecutivo -legítima y justificada- hacia funcionarios de los gobiernos anteriores para meterlos a la cárcel esta sacar del rezago de la pobreza y la marginalidad a mas de cincuenta millones de mexicanos, los más humildes que durante décadas no han tenido oportunidades de integrarse a una vida digna eyectados por el modelo neoliberal que tanto ha exfoliado al país, sacar adelante al campo, a la micro y mediana empresa, antes de pensar en meter en largos, desgastantes y mediáticos procesos judiciales a cientos de corruptos habrá que pensar primero en salir adelante en situaciones de urgencia. Esto no significa olvidar.
Antes de encontrar -fácilmente- a los culpables del desastre de la violencia y la complicidad con el crimen organizado está encontrar a los miles de desaparecidos, ayudar a las familias, a las víctimas y otorgar justicia, seguir dolorosamente buscando entre cientos de fosas regadas por todo el país y dejar los protocolos de simulación de los gobiernos anteriores para dar la cara y responder por la herencia más dolorosa, ahora con un gobierno en pro de los derechos humanos, con una secretaria de Gobernación enfocada en ello y no en sus antiguas labores de manipulación electoral, espionaje y compadrazgos. Antes de exigir el pronunciamiento de un jefe de Estado ultraliberal en pro del aborto, está liberar de la violencia física y sexual a millones de mujeres, liberarlas del feminicidio, la explotación sexual y de la trata de personas en el país que encabeza la lista en abuso sexual a niños.
El agudo grito de los pregoneros -que algunos siguen invocando- de que se instalaría un gobierno autoritario y totalitario se acalla desde el Salón de la Tesorería en Palacio Nacional, por primera vez en la historia tenemos un servidor publico que entabla un diálogo con la prensa, al cual abiertamente puede cuestionársele, el cual rinde cuentas y da explicaciones, rápido simulan olvidar -los mismos que la ejercían- aquellos tiempos de censura, de manipulación de la información, de oscuridad en la investigación periodística en uno de los países en donde más se asesinan periodistas en el mundo, ahora cada mañana ahí esta el presidente en un diálogo circular con la prensa en un cambio de modelo comunicacional exponiendo la crisis del sistema monopólico de la información, abriendo el micrófono a la diversidad de voces y las plataformas digitales e instalando el debate de los medios de comunicación y su parcialidad -claramente no existe medio imparcial- punto y aparte merecen la reflexión, los argumentos, el análisis como eje de las conferencias. Cada proyecto del nuevo gobierno se pone en tela de juicio -celebremos que así sea, ahora más que nunca es posible- aquellos que de pronto recuerdan que hay un Sur del país, que hay que cuidar el medio ambiente ante un Tren Maya, omiten -convenientemente- los estragos medioambientales de los gobiernos anteriores en las concesiones mineras, en las playas, los arrecifes, los bosques, las zonas arqueológicas, etc. que fomentaron una devastación sin precedentes y un turismo de élite bajo el trabajo de pobladores en extrema pobreza. Política debe ser beneficio colectivo.
Algunos más desde aquel primero de julio esperaban al “dictador” de la mano dura, no se equivocaron -ahí les doy la razón- llegó la mano dura para el huachicol evidenciando lo que tenía años pasando con gobiernos corruptos, llegó la mano dura para combatir la corrupción en el servicio publico en todas sus modalidades e instalarla en el código penal como un delito grave -minimizada en el gobierno de Salinas y por conveniencia conservada así-, llegó la mano dura para regular a la Secretaría de Hacienda, al SAT -con las grandes empresas que no pagaban impuestos-, las aduanas y los gastos excesivos de decenas de dependencias gubernamentales y hasta organizaciones civiles que recibían millones -a esto nunca se le llamo clientelismo político-, hemos conocido y se han debatido en estos pocos meses los entramados más abyectos para favorecer minorías en cúpulas de poder sin el más mínimo pudor, dejemos en lo económico sin el más mínimo escrúpulo moral, humanista.
Y que bien que llegó el “autoritario” para pronunciar a viva voz en la plaza pública y a mano alzada con el pueblo la pensión universal para adultos mayores, el apoyo económico para niños con discapacidad, la revocación de mandato, el impulso a la salud pública, las becas -directas- a estudiantes de nivel superior y universitario, la inversión de obras de bienestar social, una política exterior seria y responsable, qué bueno que llegó el “intolerante” para aquellos jóvenes que exigen -como deben acostumbrarse- a tener una oportunidad de desarrollo con el programa jóvenes construyendo el futuro. La política es dar oportunidades de elección, integrar no segregar.
Y ahí está el “loco” con un equipo trabajando para su pueblo, con acciones concretas -algunas cuestionables- que están ejerciendo su función, que es la de hacer políticas públicas, cambios profundos que reconstruyan a México del desastre en el que fue sumergido, y ahí tenemos día con día un estadista mesurado -muy conservador- dijeran algunos, los cuales serían los primeros en denostarlo si se enfrentara frontalmente con el poder económico norteamericano con demagogias de caudillo.
Han quedado muy descolocados los que esperaban un cambio de gobierno, eso no se ha dado ni por asomo, lo que se está llevando a cabo es un cambio de régimen, de paradigmas políticos, de reivindicar una República a la altura de un pueblo comprometido, honesto, crítico y participativo, porque hasta eso se impulsa en la percepción de millones de mexicanos; sus valores de honestidad, de solidaridad comprobada, de participación y de esfuerzo que se ponen de manifiesto con los maestros, los obreros, de los micro y medianos empresarios, de los trabajadores de la salud, los campesinos y ciudadanos exiliados y despreciados sistemáticamente por los gobiernos anteriores que con sus reformas estructurales los precarizaron, tocando la dignidad del trabajo y burlándose de la cultura del esfuerzo, así ante la ausencia de valores éticos de los gobernantes se presenta ahora un líder con valores morales sólidos, no negociables, traducidos en una política de un Estado presente, que es al fin para lo que un gobernante es elegido; para mediar entre las fuerzas y los interés que afecten el bienestar colectivo, el del pueblo.
El próximo 1 de julio habrá mucho que festejar, sin embargo, en un país en reconstrucción, en regeneración, hay un trabajo árduo, una gesta diaria para sacarlo adelante, no sólo es un hombre, somos millones de mexicanos que compartimos al igual que él una idea de un país justo, honesto, democrático y equitativo, con un patriota entregado a su pueblo encabezando la Cuarta Transformación de México. Yo sigo con AMLO.