El gobierno de la 4aT ha rebasado con tropezones los primeros seis meses de su gestión y lo hizo de acuerdo a un escenario diseñado por el mismo, es decir: confrontando, señalando, endosando. Pero ha aparecido un factor adicional, interesante por lo menos, y tiene que ver con un reacomodo interno del propio morenismo, y que se ha expresado en voz de algunos destacados representantes del partido del presidente, por ejemplo, el diputado Porfirio Muñoz Ledo, o el repliegue de otros como los senadores Ricardo Monreal y Martí Batres. El gobierno morenista ha llegado a este momento, ya con el pleno poder institucional en sus manos, con el control del presupuesto y los cargos clave en toda la estructura federal. El país se mueve.
Sin embargo, entre todas las instancias y dependencias fundamentales que el lopezobradorismo ha tomado el control, hay algunas otras que, por su naturaleza y constitución legal, el régimen no logró controlar, ni lo hará, y que representan un escollo grave para el éxito de los propósitos, dirección y ritmo, del presidente. Casi todos de una naturaleza técnica e intangible, en los cuales, los operadores morenos resultan desplazados o francamente inútiles. Estas instancias o dependencias están relacionadas con las funciones de medir, de informar, de comparar en hitos definidos los resultados de las acciones del gobierno y sus efectos en la actividad privada y social.
Así, las propias instituciones gubernamentales deben reportar los avances y logros de su gestión, a esos organismos o entes encargados de compilar, analizar y reportar a la opinión pública nacional e internacional, de los resultados del actual gobierno. Las materias de estos organismos son de naturaleza variada, pero significativa, y tienen que ver con las acciones realizadas, el desempeño y los frutos producidos. De esta manera, tenemos asuntos tan sensibles como los efectos de las políticas federales en materia de inseguridad pública, un dato, tenemos a la fecha más de 17 mil muertos, mal. En educación, las mayorías constituidas por el morenaje han echado atrás la reforma educativa impulsada en el sexenio anterior, y realmente los cambios impulsados a simple vista denotan un retroceso. Aunque habría que reconocer que los estímulos económicos a los estudiantes de educación media han tenido un impacto positivo en ese sector, pero la no evaluación de los docentes y su calificación y competencia profesional es preocupante.
En este mismo tenor, el sector salud nacional se debate hoy, no sé si resulte exagerado mencionarlo así, en su sobrevivencia. La intromisión de esa política transversal de la “austeridad republicana”, encabezada por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, que ha permeado en todas las instituciones de la atención de los servicios de salud del país, desde la designación de los responsables administrativos de las delegaciones estatales, hasta la compra y distribución de medicamentos, bienes y servicios de una especialidad específica y que los tecnócratas de Hacienda desconocen, lo que, llegado el momento, se hará sentir negativamente en la salud de la población en general.
Por otra parte, la generación de empleos derivado de la inversión y el crecimiento económico, ha declinado en el último período arriba del 88%. Es terrible, son datos de las propias instituciones de gobierno, el IMSS, el Inegi, entre otras. El propio presidente se alarmó tanto que, en el ámbito de sus conferencias mañaneras, intentó, sin éxito, enmendarle la plana al IMSS, acusándolo de no incorporar a más de 350 mil jóvenes de su programa asistencialista, argumento que el propio instituto de Seguridad Social descalificó, al señalar que los becarios son eso, becarios, y que ellos están afiliados de manera limitada y no generan aportación alguna al sistema.
Paralelamente, al interior del Gobierno Federal, y derivado de los leoninos acuerdos entre Estados Unidos y México, vinculados al fenómeno migratorio centroamericano, el titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores ha debido acatar las instrucciones de su jefe, y rebasado sus atribuciones constitucionales e invadido los espacios formales de otras Secretarías, a saber: de Gobernación con el tema de la migración; de Economía, con los acuerdos comerciales de productos agrícolas norteamericanos; de Bienestar, con la aplicación y direccionamiento de 30 millones de dólares del programa Sembrando Vida, pero en El Salvador; y de Seguridad Pública, con el despliegue de la Guardia Nacional en la frontera sur. A todo esto, Porfirio Muñoz Ledo, diputado presidente de la Mesa Directiva del Congreso, advirtió al canciller: “…cuidado, que no lo inflen tanto, no sea que lo vayan a reventar”. Todo esto genera presión al interior de este gobierno.
Si a lo arriba comentado, agregamos que López Obrador además debe lidiar con el impulso y defensa de sus proyectos estrella, como el aeropuerto de Santa Lucía, la tan manoseada refinería de Dos Bocas, el cada vez más discreto Tren Maya, la vía Transístmica, tenemos un escenario nacional muy complejo para el presidente y su equipo, pero fundamentalmente para él. Van seis meses, como señalábamos al principio, de confrontación, motivada por la visión reduccionista y simple de AMLO, quién no se cansa de adjetivar peyorativamente a los que no concuerdan con su visión, con su “proyecto”. Cínicos, mezquinos, hipócritas, son algunos de los calificativos utilizados. Aunque luego, en el fragor del día a día, de repente hable de la necesaria unidad de los mexicanos todos. Las reacciones llegan pronto, y lo despachan por las cocas.
Sólo al aeropuerto de Santa Lucía le han interpuesto 147 juicios de amparo, unos han avanzado otros han sido rechazados, pero el gobierno debe enfrentarse a la acción legal de la sociedad a la que debe dirigir, liderar. La refinería de Dos Bocas no tiene para cuando obtenga los permisos correspondientes, de factibilidad, de impacto ambiental, y así… Respecto al Tren Maya y la vía Transístmica cada vez tienen un perfil más bajo, y sus opciones se reducen, o finalmente sean los proyectos rescatables o sean los sacrificados al cierre del año.
Sí, la nave México va… ¿pero cómo?