- Una especie de torpeza, que destruye las cosas
- Este libro de cuentos nos acerca a la cotidianidad de unos personajes que viven agobiados por decisiones tomadas en algún momento de su vida
Cuando escuchamos la expresión “Manos de lumbre” podemos pensar en alguien que destruye todo a su paso: “Manos de estómago”, “manos torpes”, manos que destruyen todo lo que tocan, que lo queman, que lo convierten en ceniza. En el más reciente libro de cuentos del escritor mexicano Alberto Chimal (Toluca, 1970), Manos de lumbre, nos encontramos con seis cuentos que nos dan cuenta de una serie de personajes complejos, que han llegado a un punto en su vida en el que las decisiones (malas o buenas, no importa tanto) llegan a cobrar factura. El autor nos abrirá el telón para dejarnos entrar en un mundo que se desmorona para seguir de pie. Porque la vida es una crisis permanente, parece decirnos el autor de libros de cuento como Éstos son los días (2004), Manda fuego (2013), con el que se hizo acreedor al Premio Colima, y que también ha publicado las novelas Los esclavos y La Torre y el jardín (2012), que fue finalista del Premio Rómulo Gallegos.
Manos de lumbre es un libro que nos acerca a la cotidianidad de unos personajes, que viven agobiados por decisiones tomadas en algún momento de su vida. El primero de los cuentos, “Los Leones del Norte”, nos deja entrar al universo de un prestigiado escritor que ha sido descubierto plagiando las canciones de un popular grupo de música de banda. Por supuesto, lo vemos y lo acompañamos a través de un monólogo interior en el que podemos ver todo su desasosiego, el miedo a que todo lo construido a lo largo de un prolífica carrera que lo ha llevado a convertirse en una de las glorias de las letras, se venga abajo como un castillo de naipes, gracias a una mala decisión tomada al lado de una carretera años antes. Chimal nos lleva a un viaje introspectivo en donde podemos ver la grandeza, pero también la miseria de un hombre que se ha construido una grandeza en la que también se descubren rasgos de una personalidad egocéntrica y algo mezquina.
El cuento “La segunda Celeste” nos permite conocer la historia de Celeste, una joven mujer que está casada con Mariano. Un matrimonio joven, con toda la vida por delante, podríamos decir. Sin embargo, la vida los pondrá ante una grave decisión cuando descubren que Celeste está enferma de cáncer, por lo que Sandra, la mejor amiga de la pareja, les propone un arriesgado experimento que no salvará la vida de Celeste, pero sí alargará su existencia. ¿Cuál sería nuestra reacción ante esta propuesta?
En Manos de lumbre nos encontramos así con historias que nos llevan a universos complejos, distintos, disímbolos, en los que sin duda la creación de narrativas personales que resultan esenciales, vitales, para sobrevivir a un mundo que los personajes van destruyendo paso a paso, con esas manos benditas, esas manos de lumbre.
Platicamos con Alberto Chimal sobre Manos de lumbre, publicado por la editorial española Páginas de Espuma.
Javier Moro Hernández (JMH): Manos de lumbre sería una especie de torpeza, que destruye las cosas, y esta sería una de las líneas que une a los personajes de tu libro, como una especie de incapacidad de que las cosas funcionen en su vida, y que les van provocando transformaciones importantes. Quería empezar preguntándote sobre este concepto de la incapacidad, de torpeza.
Alberto Chimal (AC): Creo que es un tema que de pronto se me ha vuelto importante en años recientes, y que viene básicamente de observar lo que sucede alrededor, creo que cuando leemos reportajes o historia, nos encanta adscribirles un gran argumento o tratar de enlazarlos mediantes causas o efectos lógicos, incluso llegamos a decir que eran inevitables o porque ya los tenía predestinados, y la verdad es que muchas veces son argumentos que le ponemos al mundo para tratar de explicárnoslo, pero muchas veces estos argumentos son esquemas arbitrarios que hacemos después de los hechos, que nos ciegan de cierta manera y que no nos deja ver todas las formas en las que el azar y el error pueden influir en lo que hacemos; entonces, parte de eso es lo que yo quería mostrar en el libro, porque creo que muchas veces, más que esos principios elevados, más que esa claridad de la percepción, lo que nos hace actuar muchas veces son los impulsos absurdos, injustificados, surgidos de una compresión parcial, sesgada o malévola de los hechos.
JMH: El primer cuento del libro, “Los Leones del Norte”, tiene esta característica, ya que el protagonista, un escritor de renombre toma la decisión de escribir una serie de columnas tomando como base las canciones de una banda de música norteña, de la cual no conoce nada, podemos decir, de una manera azarosa, lo cual tendrá repercusiones importantes en su carrera, es una decisión que él toma en la carretera.
AC: Creo que también hay otras circunstancia en la cual tendemos a atribuirle más valor o más racionalidad de la que realmente tienen y es cuando la persona en cuestión está encumbrada, tiene algún tipo de poder o de prestigio, puedes tener un tonto con poder o investidura y tras él van todos los analistas tratando de extraerle algún sentido a sus palabras, cuando en realidad no hay ningún sentido, cuando es pura palabrería.
JMH: Los cuentos reunidos en este libro son un acercamiento hacia la cotidianidad de personajes comunes que tomaron una mala decisión que les cambia su vida ¿Cómo fue la decisión de acercarte y retomar la historia de estos personajes en particular?
AC: Los cuentos los escribí en distintos momentos y ya después se reunieron en el libro, todos tuvieron un proceso diferente, pero yo creo que en todos me interesaba estar cerca de la percepción del personaje, algunos de ellos están tomados más o menos del natural, es decir, alguien me contó una historia o una anécdota o yo vi a alguien que hizo algo parecido a lo que hacía el personaje, y creo que lo que sucede es que en el periodo en el que estaba escribiendo estos cuentos tendía a irme más hacia lo cotidiano, claro, matizado por lo grotesco, lo fantástico, pero más cercano a lo que representa para un personaje un cambio en su vida, sin importar tanto la mecánica de ese cambio, pero sí tenía el interés de analizar más lo que implicaba ese cambio, no solamente para su apariencia ante el mundo sino también su apariencia ante sí mismos, por eso los personajes están constantemente inventándose excusas o explicaciones, porque creo que de alguna manera, es un mecanismo de defensa que tenemos cuando nos cae encima el error o el azar, es como tratar de integrar lo que nos pasa en un gran argumento, aunque sea para seguir viviendo.
JMH: Me parece que el ser humano necesita contarse algo para encontrarse una razón, o como en el caso de tus personajes, para no culparse de sus errores, me parece que la excusa en tus personajes funciona para no culparse a sí mismos.
AC: Porque también tenemos un modelo alternativo para funcionar, que aprendemos socialmente, que es el de la moral y el de la ética, y que en muchos casos nos llama la atención su ausencia, es decir, cuando tenemos un personaje amoral, tan de moda hoy en día, pero lo cierto es que la mayor parte de nosotros estamos luchando constantemente con esa otra estructura que nos viene de la sociedad que habitamos, y que en cierto nivel nos permite seguir existiendo como sociedad, pero que también representa una serie de restricciones, que también pueden ser agobiantes, y que por encima de todo nos lleva a una especie de examen de nosotros mismos, que no siempre es agradable, porque también percibimos lo que estamos haciendo, tenemos esa conciencia. Uno de los grandes inventos de la literatura es ése, la toma de conciencia por parte del personaje que se escucha a sí mismo, y que a partir de eso actúa o cambia, plantearlo por escrito es una gran hazaña de las grandes figuras literarias del pasado, pero lo cierto es que representa un proceso real que sucede dentro de todos nosotros.
JMH: La mamá del cuento de “Una historia de éxito” o la chica del último cuento de “La segunda Celeste” le hablan a un interlocutor, es decir, mientras se hablan a ellos también nos hablan a nosotros y se están justificando ante alguien más.
AC: Creo que eso es de las cosas importantes que puede hacer la ficción, puede colocarte en el punto de vista de otra persona, puede aproximarte a otro punto de vista de alguien distinto con la suficiente fiabilidad o poder de ilusionismo, para que puedas contemplar a otra persona, por eso tiene sentido seguir practicando la ficción.
JMH: Retomando el tema de la conciencia en el cuento de “La segunda Celeste”, ella decide a formar parte de un experimento, de la cual no va a salir viva, pero sí consciente. Este es uno de los cuentos que tiene más elementos de fantasía, por decirlo así, pero que también te cuestiona a ti como lector. Este cuento tiene dos niveles narrativos, porque al final el lector se va a enfrentar y a conocer a dos Celestes.
AC: Ése es un cuento que viene de una fuente más abstracta, que tiene que ver con artículos de ciencia que tienen que ver con la tecnología, la preservación de la vida y lo que implica en una sociedad capitalista la inevitable aplicación desigual de la tecnología, que también es una idea subyacente; pero también estaba la idea de que un hecho traumático, una fractura que literalmente nos cambia la existencia, y que acá está llevado hasta sus últimas consecuencias, porque el personaje renace o es recreado de otra manera, lo cual es una experiencia límite, que sí nos puede sacudir hasta el punto de alterar algunas características esenciales de nosotros. En el caso de Celeste, llega hasta el punto de alterar su propia agenda, que es además paradójico porque Celeste descubre su capacidad de acción cuando está más amarrada que nunca a su entorno, cuando está más desvalida que nunca, pero en ese momento puede ejercer cierta voluntad y capacidad de acción, y me interesaba que podía pasar en ese tipo de circunstancias, porque también quería dejar la pregunta abierta al lector sobre sí esa transformación está llegando a tiempo o está llegando tarde, porque también ése es el otro mito de la conciencia, la idea de su transformación, que suena muy bien, pero que no está muy claro si es posible aplicarlo a la vida real, que es como una especie de excusa que se puede adoptar desde afuera, para creer que de alguna forma seguimos siendo capaces de controlar eso que está más allá de nuestro control.
JMH: Los cuentos están contados desde el interior de los personajes, lo cual nos da la posibilidad de entrever las capas de la personalidad humana, de irla descubriendo, pero al mismo tiempo nos permite darnos cuenta de que los personajes también se van descubriendo a ellos mismos.
AC: Hay una posibilidad de penetrar con mayor detalle, con más fineza en esa conciencia, o en ese entramado de impulsos e ideas y de esquemas adoptados por nosotros mismos para darnos sentido, ésta es una época en donde las redes sociales y parte de la literatura también nos alientan para proyectar nuestra propia interioridad, para crear imágenes de nosotros mismos, desde la auto ficción hasta las fotos de Instagram, y hay algo de valor en esa proyección, pero lo que le falta a esa tendencia multiforme de la actualidad es la posibilidad de tener un puente hacia los otros, porque es una proyección del yo hacia fuera, y es un trabajo fino de disponer a ese yo, de proyectarlo, de darle una forma agradable y de echarlo al mundo, pero no hay nada en ese yo que vaya más allá de la propia conciencia proyectada, a la mejor tratar de proyectarse hacia otra conciencia es una mera ilusión, pero tal vez es una ilusión que hay que seguir buscando, porque la ficción y la creación de seres de conciencias figuradas, es una de las mejores herramientas que hay para eso.