- Omar Qayson
El pasado viernes, en la gobernación de Hama (Siria), ocurrió un evento que impactó al pueblo sirio y a su diáspora. Durante la madrugada del 7 de junio, un joven de 27 años de nombre Abdul Basit Alsarut fue herido mortalmente por un proyectil disparado por la artillería del Ejército Árabe Sirio. Tras dos días de agonía, falleció durante el amanecer del 8 de junio en un hospital turco.
Su historia resulta ser esencial para entender a el movimiento popular y revolucionario en Siria, su complejidad y su tragedia. También, ayuda a entender la identidad de la diáspora siria que comienza a formarse tras 9 años de guerra civil.
Abdul Basit Alsarut tenía 19 años cuando, en 2011, surgió el movimiento popular en contra del régimen de Bashar al-Ássad. Antes de los eventos de la Primavera Árabe, Abdul era el portero del club de fútbol de la ciudad de Homs, Al-Karama, uno de los equipos históricos de la liga siria. La fama del joven futbolista lo convirtió en uno de los portavoces de la Revolución con la que se comprometió totalmente.
Entre 2011 y 2012, cuando iniciaron las protestas en su país, empezó a cantar en pro de la revolución. Su impacto es tal que “Mamá, vengo hacia ti como mártir”, uno de sus temas más apreciados, no deja de ser reproducido por la comunidad siria en las redes sociales, incluso ahora después de su muerte. Otro éxito de Alsarut es “Janna, Janna” (Paraíso, Paraíso), una canción muy antigua cuya letra fue modificada por el propio Alsarut, donde habla de las ciudades sirias (“mártires de la revolución”) que en aquel entonces fueron asediadas durante el inicio del conflicto.
La primera vez que la sociedad siria, no aficionada al fútbol, escuchó hablar de Alsarut, fue cuando se proclamó a favor de la revolución en su ciudad, Homs. Poco antes de ello, el régimen de Bashar al-Assad lo acusó públicamente de ser un extremista salafí, influenciado por la ideología islamista. Cuando el ejército nacional empezó a reprimir a las protestas, disparando balas reales, Alsarut vio obligado a tomar una decisión que cambiaría su vida para siempre: tomar las armas y ayudar a la sublevación o huir.
Más tarde, se convirtió en el líder de un grupo de jóvenes conocidos como los “Mártires de Bayada” (en honor al barrio donde vivían). Cuando la ciudad de Homs se vio rodeada por el ejército sirio, y éste empezó a bombardear el barrio de Bab al Amr, Alsarut luchó desde el centro histórico de Homs en favor de la defensa rebelde.
Al final del 2012, la escasez de comida y de municiones los obligó a salir de la ciudad y a trasladarse al campo donde continuaron su lucha. Publicó numerosos videos de sus acciones, discursos y apoyos en varias redes sociales, entre ellas Facebook y Youtube. A partir de esta fecha, sus objetivos fueron derrocar a Bashar al-Ássad y reconquistar a su ciudad natal. Asimismo, obtuvo fama internacional: por un lado, participó en algunas marchas al lado de Fadwa Suleimane, famosa activista, actriz y poeta siria asentada en París, quien murió durante su exilio en 2017. Por otro lado, el documental Return to Homs de Talal Derki (2013), cuya primera proyección fue en el festival de cine Sundance, otorgó reconocimiento a Alsarut.
Un episodio que podría sorprender al que poco conoce sobre el conflicto sirio, fue la decisión de Alsarut de vincularse con el grupo yihadista que se convertiría en el Dáesh (Estado Islámico). Sobre esto, hay que recalcar tres hechos: tomó su decisión en 2013, cuando estaba en el campo. En aquel tiempo, lo único que motivaba al joven portero y cantante era su deseo por regresar a Homs. Amaba a su ciudad, a su pueblo, y se puede inferir que la decisión de reconocer a Dáesh como un aliado no lo llevó a relacionarse con alguna ideología. De hecho Alsarut nunca actuó en nombre del Dáesh y no los apoyó cuando se enfrentaron con grupos rebeldes de Homs. Después de la proclamación del califato, Alsarut siguió los consejos de quienes criticaban esta alianza y rechazó a la organización terrorista, al mismo tiempo, cuando el Dáesh lanzó su ofensiva de atentados en diversos países del mundo. Sin embargo, es probable que Alsarut no haya establecido vínculos con el Dáesh debido a sus canciones prohibidas por la organización y a la relación que mantenía con figuras de alto perfil perseguidas por el Dáesh, como Fawda Suleimane.
Alsarut resultó herido varias veces durante el conflicto. La más famosa fue captada en un video en la que, sufriendo por la herida, solloza y grita de no abandonar la población de Homs. Recientemente, la actividad de Alsarut como portavoz y activista de la oposición rebelde fue mínima. No obstante, cuando el Ejército Nacional atacó Idleb, la última provincia bajo control del Ejército Sirio Libre y varios grupos yihadistas, al iniciar el mes sagrado de Ramadán, asumió nuevamente su rol en la oposición. Su último combate tuvo lugar en Hama lejos de su querida Homs.
A la lectura de la Visión de los Vencidos de Miguel Léon Portilla, con su conjunto de textos indígenas de la Conquista, se destaca un testimonio. Se trata de un fragmento del Libro XII del Códice Florentino, donde los informantes nahuas de Sahagún, sobrevivientes del asedio de Tenochtitlán en 1521, recuerdan las hazañas de Tzilacatzin. Él fue uno de los pocos capitanes mexicas que jamás se rindió frente a la conquista española. Su condición de vencido -y no rendido- y de la admiración que los sobrevivientes tienen hacia él acompaña el pensamiento de ver a nuestros amigos sirios mencionar a Alsarut. La analogía, que se hace desde el punto de vista histórico, es arriesgada y abrupta. No obstante, la figura de Alsarut retrata fielmente las contradicciones del conflicto sirio, sus diferentes fases y su complejidad, y revela la admiración que tienen muchos sirios hacia líderes forjados en la Primavera Árabe.
Un sirio viviendo en México, originario del área rural a las afueras de Homs, se acuerda de la gira que Alsarut realizó para apoyar a las protestas que ocurrieron en el campo, lejos de los centros urbanos. Atestiguó varios rasgos que caracterizan a la identidad siria tal como los sirios la entienden y la disfrutan: a través de la belleza de la lengua árabe.
Alsarut era un gran cantante, tenía voz privilegiada. Sus letras evocaban sentimientos fuertes, enojo, rabia, miedo. Pero transmitía esperanza cada que alababa a Alá, algo fundamental del discurso sirio.
En las protestas solía cantar mucho para animar a las masas. Su impacto es tal que quedó impregnado en las imágenes de las protestas iniciales de 2011. Los videos muestran las arengas dirigidas a su pueblo o a sus tropas durante las protestas o antes del combate. Consistían en discursos para animar y no desesperar frente a la próxima llegada de los bombarderos o de los enemigos. Sabía hablar. Era un líder y un poeta. Sus palabras eran positivas y nunca negativas. Un personaje digno de la era mítica de las Muqadimas, esos poemas colgados escritos en piel de cuero, producto de la vida desértica de los antiguos poetas-guerreros de la época preislámica. De hecho, esta doble identidad de cantante y de luchador juega mucho en la construcción de la imagen de Alsarut.
Un hecho innegable es que cada sirio, incluyendo a simpatizantes del oficialismo, o los grupos armados rebeldes, admiran a Alsarut por sus canciones y sus letras. La muerte de Alsarut inspira profundamente a la diáspora siria: basta con revisar los perfiles en Facebook o las historias de Instagram de sirios viviendo en Europa o Turquía para ver miles de fotos de Alsarut cantando o en acción de combate.
A pesar de ello, es muy claro que la guerra afectó a Alsarut. Era un guerrero deprimido. Es la imagen de la juventud que, desde 2011, busca paz, tranquilidad, unidad y que, sin embargo, no lo consiguen. Perdió a su padre, a sus hermanos y a un primo; un fallecido por año.
Haberlo visto al lado de Fadwa Suleimane es meramente un simbolismo. Fadwa era alauita, al igual que los Assad. Verlos unidos emitía el mensaje de que, pese a la política de Damas, la reacción popular no se basaba en la división comunitaria entre sunitas y el resto de las minorías de Siria.
La historia de Alsarut engloba los rasgos de estos personajes memorables que ayudan a dar sentido a la historia para diseñar la Visión de los Vencidos de esta nueva guerra. Mártir para unos, yihadista para otros, permanecerá por varias razones en la memoria colectiva siria, porque justamente su lucha corresponde a lo que se espera de una figura histórica árabe. Ajeno a esta violencia inexplicable, las líneas de este texto no desean retratar a un héroe. Se espera relatar sobre la admiración que sus compañeros sirios tienen hacia un mártir, puesto que ahora su historia sólo podrá ser conocida a través de aquellos que decidan hablar de él.