A últimas fechas, la materia electoral se ha visto en el escrutinio público tras las voces que se alzaron para promover una nueva reforma a las normas constitucionales y legales, posterior a los procesos electorales consecutivos que vivimos en algunas entidades, como en el caso de Aguascalientes. Ello por sí mismo no resulta una situación extraordinaria, pues la historia nos ha demostrado que después de un proceso electoral es natural que se revisen los procedimientos y se perfeccionen de tal manera que si bien tenemos un sistema complejo, robusto y especializado, también es cierto que es adecuado a nuestra historia, a nuestra idiosincrasia y que nos es funcional.
Uno de los elementos que distinguen a esta reforma, es que en anteriores ocasiones quienes proponían las modificaciones eran aquellos que no se veían beneficiados con el triunfo. Cuando se acusó de que grupos de presión adquirían tiempos en radio y televisión para favorecer a candidatos en perjuicio de otros, se modificó el modelo de comunicación política para evitar la guerra sucia. Cuando la exigencia fue de “voto por voto, casilla por casilla” se implementó el procedimiento de recuento en los consejos, cuando la diferencia entre el primero y el segundo lugar fuera mínima, y con ello evitar suspicacias. Y eso por poner sólo un par de ejemplos de los más recientes.
En esta ocasión no es así. La reforma político electoral se está promoviendo, en buena medida, por el partido político que hoy goza de las preferencias del electorado en el ámbito nacional, que en su momento fue oposición y promotor de las modificaciones, lo cual en principio parecería un contrasentido porque finalmente el producto legal sería contrario a lo que en ese entonces propugnaron.
No obstante cualquier reforma es bienvenida, independientemente de que fracción legislativa, grupo de interés, partido político, dependencia, institución o asociación la promueva, siempre y cuando sea progresiva y no regresiva. Me explico.
Las reformas han tenido la consideración de mejorar las condiciones del sistema político específicamente por dos cuestiones que establecí en un inicio: la especialización y la funcionalidad. Como se afirma, nuestro sistema ha sido calificado de barroco (por nosotros mismos, quienes día a día trabajamos en y por la democracia), pero es la conclusión a la que hemos llegado debido a nuestras necesidades en momentos históricos específicos. Es decir, todas las modificaciones han abonado a nuestra muy particular idea que tenemos de lo que debe ser una elección.
Lo que hemos ganado hasta ahora no ha sido menor. En su momento se decía que no se podía identificar a quienes votaban y se creó la lista nominal con fotografía. Las boletas se diseñan en un papel especial con alto grado de seguridad y quienes cuentan los votos son sometidos a un riguroso procedimiento para ser seleccionados y después capacitados por la importancia que reviste. Los organismos electorales se han profesionalizado en su funcionamiento de tal manera que ya se encuentra en su madurez una segunda generación, y está naciendo una tercera de profesionales que hacen de lo electoral su modus vivendi. Todo ello ha sido construido con el paso de los años y picando piedra, pero siempre con la vista hacia el futuro.
Bienvenida una nueva reforma, siempre y cuando no sea regresiva. No sólo esta que ahora se deja ver en las noticias, sino todas aquellas que le sucedan, deben abonar a mejorar los procesos y no anteponer un solo tema como bandera, como ahora es el caso de la austeridad. Mucho se dijo que la reforma 2014 serviría para abaratar costos, y de antemano sabíamos que no sería así, porque este sistema que hemos construido, precisamente, requiere de un gasto y no de un gusto.
Reforma sí que homologue y estandarice procesos en las entidades federativas. Reforma sí que digitalice y procese información en pro de la sistematización nacional y en apoyo a la investigación. Reforma sí que reequilibre el financiamiento público a los partidos políticos y que se asigne a las instituciones electorales según sus necesidades y en total transparencia y rendición de cuentas. Reforma no que no sea producto del consenso entre partidos, instituciones y ciudadanía. Reforma no que promueva la centralización en la toma de decisiones y que atente contra el federalismo. Reforma no que se promueva de forma mañosa como una panacea para el ahorro de recursos.
Bienvenido siempre un planteamiento que nos lleve al análisis, al estudio, al mejoramiento constante en lo que somos y en lo que hacemos.
/LanderosIEE | @LanderosIEE