Hay cosas que supongo provoca sentir una aprobación abrumadora. Real o no, a estas alturas el presidente Andrés Manuel Manuel López Obrador y su camarilla siguen viviendo bajo la sensación de que su voz es la voz de el pueblo. La indudable mayoría con la que llegaron al poder crea, bajo la visión más pobre de democracia, la sensación de que las mayorías son omnipotentes e infalibles. Vista así, el que Churchill llamara el peor sistema político con excepción de todos los demás, la democracia, he dicho, no es más que un paso apenas más refinado que una pelea campal donde los más derrotan a los menos a palazos.
La democracia debe ser protegida porque entraña en su propio vientre la posibilidad de corromperse y lastimarse con insospechada facilidad. También es cierto que la democracia tiene muchas caras. Ya diría Vargas Llosa que la democracia mexicana era la dictadura perfecta. Un régimen hegemónico que cambiaba de rostro y no de partido, y que garantizó a una camarilla el poder por más de 70 años. Una característica interesante de la hegemonía priísta no era solamente cambiar de rostro, sino permitir el disenso, incluso fomentarlo, incluso patrocinarlo. La existencia de la Inteligencia mexicana es vital para el propio sistema, como ya lo explicaría Paz en su libro El laberinto de la soledad, formando parte él mismo de ella. Desde Vasconcelos hasta el Nobel de literatura, la relación entre el gobierno y su grupo de intelectuales fue, valga el oxímoron clichoso, de una tensa calma.
La Inteligencia puede verse sea como una forma de legitimación del sistema mismo o como un producto natural del ecosistema de una sana performatividad política: la representación de los menos y la permisión de la crítica hacen que sea más soportable la hegemonía del poder.
Andrés Manuel López Obrador no ha parecido querer caminar hacia allá. Existen, podemos decir, un puñado de pensadores y pensadoras (la mayoría de reciente inclusión, algunas y algunos francamente advenedizos) que hoy conforman esa inteligencia. Pero no es en lo mínimo crítica en el sentido de la tradición mexicana. Hace poco, uno de estos nuevos “intelectuales” (es un decir), Gibrán Ramírez, dijo sin sonrojo que sería un honor para él recibir línea y ser portavoz del presidente. Hernán Gómez o el cuatro veces doctor Ackerman junto con Sabina Berman estrenaron recientemente flamantes dispositivos propagandísticos. Perdón, pero la Inteligencia mexicana solía legitimar, pero no hacer panfleto ni proselitismo tan poco elegantes.
La irrupción de la lista sobre artistas que recibieron becas, a razón de que a Jesusa Rodríguez le da ahora por hablar con maíces o reinventar la historia de las carnitas y la conquista, ahora por llamar privilegiados a los artistas en que por cierto ella se omite. La aparición también sin contexto ni atenuantes sobre los escritores que han recibido foncas tiene como fin debilitar a los que eran considerados los “artistas” del régimen anterior que, cómo no, pertenecían a una mafia del poder. Jesusa y Berman también estuvieron ahí. Porque la Inteligencia mexicana no puede sino sostenerse desde el apoyo gubernamental y es probable que de hecho sea deseable que así sea. No hablo de patrocinios a marcas particulares (como el apoyo a los premios Fénix), sino a actividades que sólo por varianza del ecosistema deben ser cuidadas.
Podemos discutir las calidades y ponerlos como malos o malas artistas, pero siempre en términos estéticos. Cuando la división parece moral entramos en un terreno harto peligroso. La desaparición o la exclusión de ciertos artistas genera una hegemonía que es sencillamente atroz: la ideológica. Por mera salud de nuestro país y de nuestra democracia debería preocuparnos. Una preocupación fundamental del estado debería ser el disenso, el diálogo, la oposición misma. Este nuevo régimen en cambio apuesta por la hegemonía. Y nada bueno saldrá de ello. El presidente ha manifestado una y otra vez sus dotes maniqueístas, pero hasta ahora había sido contra empresarios y políticos. Subir a esa polarización a las y los artistas es atípico, sobre todo para un gobierno que se presume izquierda. No parece importarle la hegemonía intelectual. Y a veces quien se manifiesta diferente puede ser incluso diagnosticado con cretinismo, como ya sucedió la semana pasada. Esta izquierda es muy rara, carajo.
/Aguascalientesplural | @alexvzuniga | CIENCIA APLICADA