- Se debe fortalecer a las instituciones civiles “para que realmente sean capaces de responder a la violencia de manera inteligente, focalizada, transparente y justa, desde lo local y de la mano de la comunidad”
Ver a los muertos como las personas que alguna vez fueron tiende a oscurecer su naturaleza. Intentemos considerar a los vivos como podríamos asumir que lo hacen los muertos: colectivamente. No sólo a través del espacio se acumularía lo colectivo sino también a lo largo del tiempo. Incluiría a todos los que alguna vez vivieron. Y entonces también estaríamos pensando en los muertos. Para los vivos, los muertos son únicamente aquellos que vivieron; mas en su propia gran colectividad los muertos ya incluyen a los vivos.
John Berger, Doce tesis sobre economía de los muertos
Así como lo que se dice sobre que todos los mexicanos tenemos un pariente en el gabacho, así nos ha alcanzado otra realidad: casi todos, si no es que todos los mexicanos, tenemos un pariente que ha sido asesinado desde el inicio de la guerra contra el narcotráfico, la confrontación militar que Felipe Calderón ordenó contra los cárteles, que con ayuda de la corrupción y la impunidad se fueron apropiando del país, creando una ola de violencia y muerte en México.
Sin embargo, la violencia delincuencial, el Ejército en las calles y la militarización de las policías municipales y estatales han lastimado principalmente a los cuerpos de mujeres y niñas, quienes después de vivir la violencia al interior de sus hogares y familias, ahora son asesinadas con más frecuencia en espacios públicos y privados con armas de fuego, según el informe Claves para entender y prevenir los asesinatos de mujeres en México, de Data Cívica y el CIDE. Si bien es cierto que estos asesinatos no pueden ser considerados todos feminicidios, los asesinatos de mujeres sólo por su condición de mujer, el estudio revela que existen tres fenómenos ligados que atender con urgencia si es que queremos frenarlos: “El primero es la violencia armada en público, que es la que más ha aumentado, afectando desproporcionadamente a las mujeres jóvenes. El segundo es la violencia en casa, con arma de fuego, que se ha disparado ahí donde también incrementaron los homicidios en público. Y el tercero es la violencia en casa que ha permanecido casi inalterada en este periodo, afectando desproporcionadamente a niñas y a adultas mayores y siendo insistentemente cruel”, resalta el estudio, por lo que la violencia ha aumentado intrínseca a la violencia de género.
Así, el informe señala que, además de atender, prevenir y castigar la violencia de género en los diversos espacios a través de políticas públicas, también se debe combatir la crisis de seguridad que existe actualmente en el país y fortalecer a las instituciones civiles “para que realmente sean capaces de responder a la violencia de manera inteligente, focalizada, transparente y justa, desde lo local y de la mano de la comunidad”.
Este último aspecto es rescatado con fuerza en la Iniciativa Spotlight México, desde lo local y en comunidad. Spotlight, junto con la ONU y el Gobierno de México pretende fortalecer, complementar y apoyar otras iniciativas para erradicar los feminicidios y las diversas violencias de género que padecemos las mujeres de este país. Por fin el gobierno de Andrés Manuel López Obrador puso en su agenda a las mujeres y la violencia de género, el respeto a sus derechos humanos, a su dignidad y a su vida.
Por el momento, Spotlight sólo será establecido en cinco municipios de México, los más violentos contra las mujeres: Naucalpan, Ecatepec, Ciudad Juárez, Chihuahua y Chilpancingo, y tendrá un financiamiento inicial de 500 millones de euros de la Unión Europea. Después, en un par de años y con resultados en mano, se extendería por la República. Este enfoque municipal sería llevado a lo nacional y no al revés porque plantea concentrarse en problemas locales específicos en el ámbito comunitario.
En Aguascalientes, los datos señalan que estamos en los primeros lugares de violencia doméstica en el país; de percepción de inseguridad y en embarazos a adolescentes. Sin embargo, las estrategias o políticas públicas que se han implementado, si acaso, no han dado resultados en la capital del estado. El trabajo que la recién reelecta alcaldesa, Teresa Jiménez, hizo en su primer periodo al frente del Ayuntamiento de Aguascalientes contra la violencia de género ha dado de qué hablar y en negativo, como es el caso del Botón Naranja, app para dispositivos móviles que funciona como alternativa al 911, para atender “en la inmediatez” el llamado de auxilio de las mujeres que están viviendo violencia de género, pero la estrategia resulta ineficaz cuando este servicio no llega a toda la población del municipio, no únicamente por carecer de un teléfono celular inteligente, sino porque no hay acceso a la información pertinente, una mujer sin saber qué hacer en caso de sufrir violencia, la estrategia de promoción se reduce al primer cuadro de la ciudad y en los días en los que el Ayuntamiento realiza “conmemoraciones” a las mujeres, dejando desprotegidas a las mujeres de la periferia de la ciudad y sus comunidades. Consideremos que tampoco se promueve la cultura de la denuncia, necesaria para que el aparato judicial pueda actuar en consecuencia, con atención de calidad humana a las víctimas de cualquier tipo de violencia, y que a partir de testimonios se revela la revictimización en la que incurren los ministerios públicos, fiscalías, o los primeros respondientes, la Policía municipal o estatal.
Mientras, Teresa Jiménez a finales de septiembre del 2018 desestimaba los indicadores sobre percepción de la violencia en el municipio revelados por la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe) del Inegi 2018, pues su administración, declaró, se basa en los datos generados por la Fiscalía General del Estado, que, aseguró, en ese entonces marcaban una tendencia a la baja, casualmente desde el inicio de su mandato, con lo que si no hay un reconocimiento del sentir general de la población de Aguascalientes, por parte de las autoridades, menos lo habrá con el grupo más estigmatizado, menospreciado, vulnerado y violentado de la historia de la humanidad: las mujeres.
En el caso del Gobierno del Estado, a cargo de Martín Orozco Sandoval, también con dos años en el mando, el tema de la igualdad y equidad no ha relucido en su agenda. El trabajo que realiza el IAM es invisible y sin propuestas novedosas, pero cuando el presidente López Obrador comprometió en marzo de este año los recursos que sostienen a refugios para atender a mujeres, a sus hijas e hijos en casos de violencia de género extrema, Martín Orozco declaró y prometió que su gobierno se haría cargo del financiamiento en Aguascalientes de estos refugios en la conmemoración por el Día Internacional de las Mujeres, promesa que está por verificarse como cumplida. Sin embargo, con anterioridad, en abril del 2028, a un año de su gestión, su gobierno redujo el presupuesto del refugio Mujer Contemporánea, de 120 mil pesos a menos de 90 mil, que sería entregado solo hasta noviembre de ese año.
Con datos nacionales como que cada día son asesinadas nueve mujeres, es innegable la urgencia por combatir las violencias de género desde todos los ámbitos, pero ¿cómo establecer una metodología para erradicarla con las omisiones y menosprecio de los gobiernos? Otro de los pilares de Spotlight es la propuesta de hacer comunidad.
El primero de los seis pilares está enfocado a la promoción de leyes y políticas para prevenir la violencia, discriminación y el combate de la impunidad, su atención, desarrollo y seguimiento, en todos los órdenes de gobierno, municipal, estatal, federal, con la asistencia y desarrollo de las capacidades de los servidores públicos, así como especial énfasis en las mujeres; el segundo es el fortalecimiento de instituciones estatales y municipales (en este caso el Instituto Aguascalentense de la Mujer, y el Instituto Municipal de las Mujeres de Aguascalientes) para llevar información a los tomadores de decisiones, para desarrollar planes financiados para erradicar la violencia de género, la promoción de ministerios sensibles al género (obvio está señalar los múltiples talleres de equidad y derechos humanos que reciben los policías y servidores públicos, que en la práctica no han logrado incidir).
El tercero de estos pilares está enfocado en la prevención con la promoción de normas sociales, actitudes comportamientos equitativos a través de estrategias comunitarias como la movilización de mujeres, niñas, niños y hombres, todos en comunidad, así como la programación de entornos educativos formales e informales que promuevan la equidad de género.
El cuarto se trata de proveer servicios de alta calidad para sobrevivientes de violencias a través de asegurar servicios que cumplan estándares globales, sí, institutos municipales y estatales, como el Centro de Justicia para Mujeres, el IMMA, el IAM, deberían regirse por normas internacionales para asegurar la calidad de la atención, con capacitación a estos proveedores de servicios que esté en coordinación con otra instancias y ofrezca total cobertura.
La importancia de la mejora de la calidad, precisión, disponibilidad de datos sobre violencia contra niñas y mujeres está determinado en el pilar número 5. Se debe incrementar la capacidad de oficinas nacionales de estadísticas, y en este caso, no desestimar sus datos, como lo hizo Teresa Jiménez, pues el uso de éstos guiarán los programas a los focos rojos por combatir.
En el pilar seis se encuentra el movimiento de las mujeres. Los municipios y estados deben promover una sociedad civil fuerte y empoderada, con apoyos a movimientos autónomos de mujeres mediante leyes que protejan la participación de estos grupos. Con desánimo hemos visto la actitud y los hechos con los que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha desestimado la participación de la sociedad civil y sus organizaciones, pues han sido acusadas de corrupción y recortados sus fondos para realizar el trabajo tan necesario, para cubrir demandas que el gobierno no ha atendido, como en el caso de los albergues para mujeres y sus hijos que sufren violencia extrema, así como las estancias infantiles.
Spotlight también destaca la actuación de los medios locales, así como del sector privado, las empresas y sus organizaciones, como la Coparmex, por ejemplo, que se sumen al compromiso de difundir, promover, organizar foros, brigadas, crear estrategias, plantearlas, realizar acciones afirmativas, todos con el mismo objetivo que redituará doble en sus números y resultados a mediano y corto plazo. Ésta sería otra estrategia para hacer comunidad. Hemos visto a la Coparmex participativa en el ámbito político con la organización de debates, con el comentario crítico, con el arrojo para hablar sobre las violencias e inseguridades que padecen los empresarios. Las mujeres estamos ahí, la violencia deteriora nuestro desarrollo, nuestra vida y seguridad. Otros que no se han pronunciado y accionado de forma concreta en materia de igualdad y equidad de género son la Cámara Nacional de la Industria de Transformación y el Consejo Coordinador Empresarial. Sindicatos como la CTM o la CROM tienen poca amplitud en el tema. Y eso sería también hacer comunidad, más allá que los intereses primarios de éstos.
Tendríamos que empezar por aceptar que hablar de cuestiones de género es aún de una minoría. Una minoría privilegiada. Tal vez esto no nos parece del todo cierto cuando vemos en la tele que en el Senado se manifiestan mujeres con pañuelo verde en mano, o que cada vez más escuchamos términos como paridad y feminismo, lo que no significa que las personas de a pie tengan claro de qué se trata este vericueto. Basta salir de nuestro círculo para darse cuenta que el grueso de la población no tiene tiempo ni interés para hacer comunidad y pensar en equidad, hay que buscar el sustento diario, llevar a los niños a la escuela, salir con los amigos, buscar marido, pelearse con el jefe, descansar, ir al cine, ver la tele.
La antropóloga y socióloga Rita Segato desarrolló una idea, resultado de una investigación sobre la mentalidad de los condenados por violación en Brasilia: “Los agresores y la colectividad comparten el mismo imaginario de género, hablan el mismo lenguaje, pueden entenderse, (…) los crímenes contra las mujeres son expresiones de una estructura simbólica que organiza actos, fantasías y les confiere inteligibilidad”. Así, la violencia sexual, doméstica, extrema, feminicida, satisface el poder y mandato masculino, pues no se trata únicamente de pulsiones sexuales. La división del trabajo en productivo (remunerado) y doméstico (gratuito) genera una brecha que ni los municipios ni el estado han querido retomar y que mantiene el estereotipo de género y roles, la semilla de desigualdad. Segato retoma que la repetición de estas estructuras más la difusión de escenas de violencia producen “un efecto de normalización de un pasaje de crueldad y, con esto, promueve en la gente los bajos umbrales de empatía indispensables . (….) La crueldad habitual es directamente proporcional al aislamiento de los ciudadanos mediante su desensitización de la trata y en los feminicidios propios del orden bélico mafioso y de la esfera paraestatal que se expande en el continente no es únicamente la materialidad del cuerpo de la mujer lo que se domina y comercia, sino su funcionalidad en el sostenimiento del pacto del poder”.
Pero también hemos visto personas que insisten en tejer comunidad, mujeres que se arraigan a sus comunidades y a sus relaciones cercanas con otras mujeres y hombres. Eso es lo que Spotlight pretende recuperar, hacer política para crear espacios vinculantes menos burocráticos, más empáticos. Un lugar donde se gestionen afectos, cercanías, lejos del asistencialismo, colectivos pequeños pero fuertes, con ejercicios de economía solidaria para suplir carencias al mismo tiempo que exige justicia restaurativa, como dice Segato. Una comunidad, destaca la antropóloga, para serlo, necesita de dos condiciones: densidad simbólica, que generalmente es provista por un cosmos propio o sistema religioso; y una autopercepción por parte de sus miembros de que vienen de una historia común, no desprovista de conflictos internos sino al contrario, y que se dirigen a un futuro en común.
Spotlight busca erradicar los feminicidios y la violencia de género. Para lograrlo, con o sin la iniciativa instalado en todo el país, es necesario una responsabilidad compartida por todos, porque daña a todos, cada mujer que es asesinada lastima comunidades enteras en las que no existe ni igualdad y libertad como garantías para cumplir el derecho a una vida libre de violencia. Empecemos por lo local. Ya hay muchos proponiendo cómo hacerlo. Escuchémoslos.