Hace más de dos décadas Fernando Savater escribió Ética para Amador, una obra que rápidamente se convirtió en un referente por la claridad de su lenguaje y la sencillez de los conceptos empleados para reflexionar sobre la importancia de los valores.
Savater describió en esta obra una serie de nociones fundamentales para alcanzar, no sólo el bienestar individual y la congruencia ético-moral, sino la posibilidad de construir sociedades con mejores códigos de convivencia.
Y es que desde hace muchos años se habla de la crisis de valores por la que atraviesan las sociedades contemporáneas. Chomsky, Sartori y Habermas han escrito ampliamente sobre lo anterior y sostienen que son los antivalores como el individualismo, la violencia, la depresión, el abuso y la corrupción; los que dominan todos los ámbitos de la esfera pública.
Por el contrario, Savater definió en aquel best seller de los noventas que la libertad es la madre de todos los valores y que de ella se desprende la posibilidad de asimilar conductas que nos permitan vivir en armonía.
Si bien es cierto que es difícil reducir a un concepto la construcción de las reglas que rigen y regirán en adelante a los grupos sociales, hay mucho de cierto en su pensamiento.
En México la violencia y el crimen son una constante. Vivimos inmersos en la cultura de la ilegalidad. Es más fácil y más rápido, parece predominar en el pensamiento colectivo, llegar a nuestros objetivos por la vía de lo indebido, del aprovechamiento del otro.
No se trata de una norma generalizada, pero sí de una forma de pensar que ha penetrado en lo más profundo de la psique colectiva.
Nuestros hijos son testigos de esa violencia. Lo han venido siendo desde hace tiempo por distintos canales, por las redes sociales como YouTube, Facebook, Twitter, Instagram e incluso a través de contenidos que son compartidos todos los días a través de WhatsApp.
La última noticia que nos cimbró, que se esparció rápidamente, fue el secuestro y ejecución en la Ciudad de México del joven universitario Norberto Ronquillo, para quien dicho sea de paso, no hubo ni siquiera unas palabras decorosas por parte de las autoridades.
Pero inevitablemente surge una pregunta: ¿qué se puede hacer frente esa ola de ilegalidad, de violencia, de corrupción y de indiferencia que parecer estarlo inundando todo?
Comencemos por algo: elijamos bien. Usemos esa libertad de la que habla Savater y que Octavio Paz describe como el movimiento de la consciencia para elegir entre lo bueno y lo malo.
Elijamos ser buenos ciudadanos, de provecho, con un profundo sentido de la legalidad, justicia e igualdad.
Elijamos ser solidarios, trabajar en equipo, procurar el bienestar de los otros. Elijamos ser una sociedad informada, crítica, selectiva; nunca manipulable. Elijamos respetar antes que trasgredir cualquier ley o código de civilidad. Elijamos a la familia y a la convivencia dentro de ella, como base fundamental de un profundo cambio.
Elijamos pues, el camino correcto. El del bien. Como Savater decía: no somos libres de elegir lo que nos pasa, pero sí somos libres de elegir nuestra postura ante eso que nos pasa y de decidir hacia dónde vamos.