El jueves de esta semana, el Presidente Trump anunció la imposición de aranceles de un 5% a las importaciones estadounidenses de productos originarios de México, y el porcentaje puede llegar hasta un 25% de acuerdo a sus declaraciones y amenazas, hasta que el flujo de migrantes ilegales se detenga.
Por un lado, esta decisión del gobierno de Estados Unidos completamente irracional, llega en un momento crucial en cuanto a las relaciones bilaterales en materia económica entre ambos países, ya que el día viernes, se anunció que el Senado de la República había recibido por parte del Poder Ejecutivo para su ratificación, el nuevo tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, conocido como “T-MEC” o “USMAC” para los gringos. El cual consta de 32 capítulos y que en términos generales, establece el libre arancel para productos agrícolas originarios de los tres países; garantizar en la región que cualquier empresa tenga acceso y uso a cualquier red o servicio público de telecomunicaciones; que un bien textil debe ser manufacturado en la América del Norte a partir de los hilos originarios, además de incorporar la ampliación de cobertura para bienes folclóricos textiles, producidos por etnias indígenas, bajo la condición de trato arancelario preferencial; el compromiso por parte de las naciones a facilitar cuidados de salud de alta calidad y la mejora continua en los programas de salud; el trabajo en conjunto para penalizar y combatir la corrupción; desarrollo de actividades de negocio en el territorio de cualquiera de los países del tratado, garantizando que no se impongan requisitos que pongan en desventaja el libre mercado y la libre competencia. Este escenario coloca la ratificación del tratado en incertidumbre, además que el Gobierno Mexicano lo puede utilizar como un medio de negociación para que se dé marcha atrás a esta decisión de Trump.
La realidad es que Estados Unidos tiene una visión bastante reduccionista del poder económico de México, y nos siguen viendo solo como un país sombrero y folclórico, cuando la realidad es que el mes pasado, nuestro país rompió record como principal proveedor del mercado de los Estados Unidos, importando el 13.4% de los productos. Además, la Asociación Nacional de Manufactureros de los Estados Unidos integrada por 14 mil compañías, afirmó que el berrinche de Donald será devastador para la economía de ambos países. Los mercados ya comenzaron a reaccionar ante dicha decisión, las armadoras en Nueva York ya registraron bajas, Ford de 3.2%, General Motors de 3.9% y Fiat Chrysler de 5%, a esto hay que agregar que Estados Unidos ocupa el segundo lugar a nivel mundial en producción de automóviles, por debajo de China, lugar que terminará perdiendo de seguir con esta fatídica decisión. Por otro lado, nuestra moneda sufrió una caída del 2% después del anuncio y se colocó hasta en 19.76 pesos por dólar.
La relación macroeconómica de ambos países es evidente, si uno se tira al vacío, el otro le hace segunda. Debemos de mantener la compostura y la decencia ante esta situación, utilizar la razón, no generar alarma ante la incertidumbre económica que hemos de enfrentar, racionalizar gastos, deudas y solicitudes de crédito. Ahora bien, el Banco de México no va a tardar en analizar las tasas de interés derivadas de esta decisión, para decidir si se mantiene como está, en 8.25%, lo cual nos podrá dar una idea de lo que está por venir.
El caso de Trump es el ejemplo práctico de un mandatario cuya decisión van más allá de la cuestión cognitiva y del propio interés y desarrollo económico en primera instancia de su país y de la región.