¿Cuál dignidad? / Cátedra - LJA Aguascalientes
21/11/2024

En mi artículo “Carta abierta al Presidente”, del viernes pasado, manifesté -en mi calidad de ciudadano- mi absoluto apoyo en lo esencial al presidente López Obrador, a la fuerte respuesta que, según los medios del 31 de mayo, le dio a la amenaza del presidente de Estados Unidos en el sentido de aumentar los aranceles a nuestras exportaciones como medida de presión política, en caso de que nuestro gobierno no adoptara medidas enérgicas para detener a los migrantes que cruzan nuestro país desde nuestra frontera sur para ingresar al país del norte.

Pero si bien el presidente López Obrador le invitó a dialogar “con prudencia y responsabilidad” para llegar a un acuerdo sobre el diferendo, analizada con rigor dicha respuesta no solamente no es clara sino que en algunas partes es francamente confusa y hasta desconcertante al despedirse como su amigo; pero yo me afiancé en la expresión que consideré esencial, en la que asegura que nuestro país no violentará los derechos humanos de los migrantes.

Y es esencial, porque la protección de esos derechos implica defender la Soberanía de nuestra Nación frente al afán autoritario del gobernante estadounidense. Esa aclaración significa que, mientras el presidente de la República coloque la Soberanía Nacional como principio esencial de la posición internacional de México, contará con nuestro absoluto apoyo. Así pues, este apoyo al ciudadano presidente está condicionado al respeto absoluto de ese principio.

Grave error diplomático. En este punto, sin embargo, cabe detenerse en una observación que no es de simple redacción sino de fondo, porque fue el punto de partida de una serie de errores garrafales que tienen al gobierno de México en una posición peor de la que estaba cuando el presidente Trump lanzó su amenaza el 31 de mayo.

La causa básica de esos errores consiste en que el presidente López Obrador, al redactar o dictar la respuesta al presidente Trump decidió enviarle, en forma arrebatada y unilateral, una comisión encabezada por el secretario de Relaciones Exteriores, a quien tiene en tan poca estima que incluso lo ha utilizado como agente de compras de bienes de otra dependencia que debería atender su responsable de adquisiciones.

Esto se deriva, lógicamente, del hecho de que el presidente López Obrador ha asumido la responsabilidad total de la política exterior cuando, repito lo que dije en el artículo anterior, no tiene idea de lo que es la política internacional porque como él mismo lo ha dicho en repetidas ocasiones, está convencido de que “la mejor política exterior es la interior” y no tiene la humildad suficiente para recurrir a los expertos entre los cuales no se cuenta el secretario del ramo, quien según parece no fue adecuadamente seleccionado.

Lunes 3 de junio. Nos desayunamos con el nada sorprendente desprecio del presidente Trump hacia la comisión enviada, al declarar que no quería más pláticas sino acciones, es decir, obediencia a su capricho.

A pesar de ello, el presidente López Obrador mantuvo a la comisión negociadora que sin gestionar cita expresa había enviado a Washington, actitud que no requiere ser político ni diplomático para darse cuenta de que nosotros mismos estamos haciendo escarnio de nuestra maltratada soberanía.

Viernes 7. Apareció su invitación a un selecto grupo de “representantes” de las fuerzas vivas -sin faltar, por supuesto, representantes religiosos en su ya asidua falta de respeto al Estado laico- para que asistieran al día siguiente a un “acto de unidad en defensa de la dignidad nacional”, pero no en todo el país, ¡sino en Tijuana!, pues tal parece que no se puede desprender de su deporte predilecto de candidato en campaña de tiempo completo que todo lo debe tener controlado para ser el único centro de atención.


Lo anterior, con el peregrino propósito de presionar al gobierno de Estados Unidos con el fin de obtener un acuerdo favorable a México.

Pero ese mismo día aparecieron también las insolentes declaraciones del presidente Trump, en el sentido de que “los mexicanos nos necesitan; nosotros no” además de un despreciativo “no me preocupa el impacto negativo de los aranceles”.

No sé si esto le haya hecho reflexionar al presidente López Obrador que tuvimos un presidente que demostró que México está siempre dispuesto a practicar la solución pacífica de las controversias, pero sin subordinación alguna sino bajo el principio de la igualdad jurídica de los estados y que, en esa tesitura, supo defender nuestra soberanía frente a la potencia que ya era Estados Unidos cuando fue necesario expropiar nuestro petróleo.

Pero para actuar como lo hizo Lázaro Cárdenas, a quien tanto dice admirar, necesitaba haber considerado la opinión de los expertos del caso, tanto economistas como políticos, diplomáticos, etc., que le habrían ofrecido la información necesaria para adoptar la decisión más conveniente en bien de la Nación.

Por ejemplo, el hecho de que al retirar a la comisión negociadora encabezada por el secretario de Relaciones Exteriores cuando prácticamente los declaró non gratos en su casa el presidente Trump (hecho que califiqué la semana pasada de la siguiente manera: “Sin embargo, ante aquella majadería de alto calibre el Secretario de Relaciones Exteriores que encabezaba la comisión se mantuvo firme, en una actitud sumisa que no corresponde a la categoría de su cargo porque no solo se trata de “prudencia y responsabilidad”; también se trata de la dignidad y el decoro de la Nación que representa. Eso no se debe tolerar y esperamos, como ciudadanos, que no se llegue a repetir.”), ese hecho de retirar a la comisión -repito- significaba, automáticamente, que México estaba dispuesto a dar la pelea -que hubiera ganado- porque al presidente Trump solo le quedaban dos alternativas, cualquiera de las cuales lo hubiera colocado en el peor de los ridículos:

  1. a) Retractarse de su amenaza. Esto le hubiera significado perder la reelección al defraudar a sus seguidores. O:
  2. b) Aplicar los aranceles, hecho que -como ya lo han expuesto especialistas en la materia- hubiera provocado un desastre económico no sólo al comercio exterior de nuestro país, sino en mucho mayor grado al suyo, e incluso estaba en riesgo de gestar una crisis económica de dimensión mundial, razón por la cual estaban creciendo las protestas tanto de organismos empresariales como sindicatos de trabajadores e incluso a consumidores comunes y corrientes, porque serían ellos los que tendrían que pagar entre el 5% y el 25% más de impuestos por nuestros productos.

El fin del TLCAN. Pero lo más grave para el imperio, sería que al aplicar los gravámenes quedaría sin efecto el Tratado de Libre Comercio de América del Norte integrado por Canadá, México y Estados Unidos o su nueva versión como Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (AEUMC o USMCA por su sigla en inglés) tan productivo para Estados Unidos (y más en su nueva versión aprobada a fines del año pasado con todas las condiciones impuestas por ellos -incluida la prohibición de comerciar con China- detallitos que no había aceptado ni Peña Nieto, pero que terminamos aceptando gracias a la obsequiosa intervención del entonces presidente electo Andrés López Obrador hacia el imperio, pero quien, contradictoriamente, no pierde ocasión para identificarse como antineoliberal), y repito: tratado tan productivo para Estados Unidos como perjudicial para la economía independiente que México llegó a tener, pues en sus 25 años de existencia destruyó nuestra agricultura, nuestra ganadería, nuestra minería, etc. y nos ha hecho totalmente dependientes del extranjero.

Se perdió, pues, una oportunidad formidable para cancelar (“denunciar” en términos diplomáticos) ese tratado tan dañino para México.

Migrantes. Diplomacia por los suelos. El otro aspecto que quedó al desnudo, pero sobre el cual no he visto comentario alguno, es sobre la miseria de la diplomacia mexicana en manos del presidente que, si tuviera la humildad de recurrir al personal especializado con que cuenta la Secretaría de Relaciones Exteriores, habría podido encauzar por lo menos el principio de la solución del problema por lo menos, con medidas como las que se sugieren a continuación:

  1. a) Visión latinoamericana. Partiendo de la base de que el problema migratorio es un problema latinoamericano, lo primero que debió propiciarse fue una reunión de los presidentes de los países más directamente involucrados: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Haití, Cuba y México, con el propósito, primero, de estudiar el problema para determinar sus causas, buscar las posibles soluciones y establecer una hoja de una hoja ruta perfectible, en la cual se considerara la participación del país que generó el problema que es Estados Unidos, pero sobre la base del estudio, en caso de que las aceptara.
  2. b) Adopción de medidas mínimas. Independientemente de los resultados del estudio, se debieron haber tomado medidas inmediatas para la atención de los migrantes en tránsito y dotarlos de la información necesaria para aclararles el panorama real que se encontrarían en el trayecto con el fin de que reconsideraran su decisión y, finalmente, adoptar políticas para la localización de fuentes de trabajo existentes o bien, la creación de las necesarias para retenerlos, en condiciones de seguridad, en sus localidades de origen.
  3. c) Involucrar a toda América Latina. Mediante una reunión regional de información, con los fines que se consideren convenientes para dar el seguimiento necesario al problema, en el entendido de que solo con la participación conjunta seremos lo suficientemente fuertes para resolver de manera real cualquier problema que se presente. Obstinarnos en hacerlo solos o gracias a la ayuda ajena es una quimera.

Sábado 8. El secretario de Relaciones Exteriores apareció muy contento en todos los medios con una señal de triunfo y exhibiendo el acuerdo que había culminado con la suspensión de la orden del presidente Trump de imponer los aranceles con que había amenazado, lo que de momento provocó una reacción favorable de la población. Sin embargo, buscamos el texto del acuerdo pero no lo encontramos por ninguna parte; primero encontramos la versión conjunta de ambos gobiernos, pero publicada por el Departamento de Estado de Estados Unidos; del nuestro, nada.

Ese mismo día en la tarde el presidente López Obrador, en Tijuana, convirtió el mitin de apoyo en una fiesta triunfal.

Domingo 9 y la dignidad intacta. Aparece la noticia de que el secretario de Relaciones Exteriores declaró ya, menos triunfalista, que no ganamos todos los puntos, pero salimos con la dignidad intacta, jurando y perjurando que el informe que dio a conocer estaba completo.

Lunes 10. Nos enteramos de que el ánimo triunfalista se desmoronó cuando el presidente Trump amenazó con dar a conocer las partes secretas del acuerdo que, afirmó, se habían pactado.

¿Cuál dignidad? En este momento, lo que hubiera hecho un gobierno digno y seguro de tener el respaldo de la verdad, hubiera exigido al presidente Trump que diera a conocer de inmediato el texto de los supuestas cláusulas secretas, so pena de cancelar el acuerdo, pero no sucedió nada parecido.

Martes 11. Aparece la noticia de que el presidente Trump insistió en que si el Senado mexicano, que debe ratificar el acuerdo para que tenga fuerza de ley se negara a hacerlo en los términos firmados, impondría los aranceles con los que antes había amenazado al presidente López Obrador.

Por su parte, el secretario de Relaciones Exteriores, contradiciendo al presidente Trump pero sin señal alguna de orgullo herido, “descartó la existencia de cláusulas secretas”.

Y el presidente López Obrador, antes enemigo de las inversiones extranjeras directas, expresó tranquilamente: “Yo estoy optimista y estoy seguro de que no va a haber represalias, porque no va a haber motivos de ningún tipo y México va a seguir siendo un país con oportunidades para la inversión, agregó.”

Miércoles 12. Aparecen las noticias de que el presidente Trump insistió en asegurar que hay compromisos secretos en el acuerdo, pero al exhibir el supuesto documento con el texto completo, La Jornada nos dice que “la agencia Reuters y el diario The Washington Post (TWP) fotografiaron porciones del documento plegado que permitió a reporteros aventurar partes del contenido.

Ya no tengo espacio para transcribir la versión más completa de La Nación de Buenos Aires, pero parece que, si el documento es auténtico, la credibilidad de la ciudadanía en relación con la palabra del presidente y del secretario de Relaciones Exteriores se verían seriamente comprometidas.

Por su parte, el secretario de Relaciones Exteriores desmiente de nuevo las declaraciones del presidente Trump: “Aquí está todo, absolutamente, lo que hay, todo. No hay nada más que no esté en este informe”.

Insiste en que no hay nada oculto y que no se perdió soberanía, pero también declara que Si en 45 días el gobierno de México fracasa en demostrar la eficacia de las medidas adoptadas para reducir los flujos de migración irregular, vamos a tener que negociar o entrar a discusión con Estados Unidos la propuesta de convertirse en tercer país seguro…, es decir, contradice sus propias declaraciones publicadas el día 4, en el sentido de que “Para México no es aceptable un acuerdo de tercer país seguro”, lo cual significa que las nuevas amenazas del presidente Trump están dando resultado, siniestra señal que tendría graves consecuencias si la ciudadanía no lo impide.

Yo no sé si haya alguien que considere que la palabra del presidente Trump vale algo, pero de parte de los funcionarios mexicanos tampoco se ve claridad ni determinación, por lo que en este momento queda por lo menos la duda de por medio; no creo que pase mucho tiempo sin que se deslinde.

Pero lo que más llamó la atención el día de ayer fue la cancelación del mitin mañanero. Ya se sabrá si este enredo de ética política tuvo algo que ver en ello.

Por mi parte, hoy suspendo, por lo que resta del año, mis colaboraciones de crítica política porque tengo otros compromisos que atender. Espero que lo hasta ahora publicado sea de utilidad para mis amables lectores.

 

Por la unidad en la diversidad

Aguascalientes, México, América Latina

 

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