El domingo pasado el diario español El País publicó un extenso reportaje titulado el El desafío de las ciudades (https://bit.ly/2EdMOme) en el que documenta diversas tendencias relacionadas con la urbanización en el mundo. El reportaje incluye también un artículo de Hugo MacDonald titulado Los diez mandamientos de la ciudad habitable, en el que se expone un decálogo de cualidades básicas para hacer a una ciudad más próspera, amena y humana. ¿Cuáles son esos mandamientos?
Primero, la ciudad habitable debe ser verde, es decir, “necesita pulmones para respirar”. El autor sugiere que los parques y jardines y las calles arboladas hacen mucho más que embellecer las ciudades: proporcionan un respiro vital. Y asegura que no se trata sólo de compensar las emisiones de carbono o de disponer de un lugar para realizar actividades al exterior, sino de “mantener una relación simbiótica fundamental entre el ser humano y la naturaleza”.
Segundo, la ciudad habitable debe ser pública, pues, como sugiere el autor, “la calidad de los espacios públicos influye en la felicidad de sus habitantes”. Insiste además en que las ciudades pierden vida y sus habitantes se ahogan a medida en que cada centímetro de suelo se aprovecha para fines privados y comerciales y desaparece el espacio público. El artículo asegura que “la vida que surge entre los edificios forja la personalidad y el carisma de una ciudad, pues es ahí donde la gente se reúne, en fiestas o en manifestaciones, para convertirse en algo más grande que ellos mismos”.
Tercero, la ciudad habitable debe ser doméstica, en el sentido de que el mobiliario urbano puede transformar una calle, “convirtiendo un paisaje hostil en un lugar acogedor”. Por ejemplo, “las papeleras, los bancos o una iluminación elegante contribuyen a que la vida urbana florezca más allá de la puerta de nuestras casas”. Además, promover “una cultura amable mediante el diseño de lugares en los que la gente pueda detenerse tranquilamente evita la delincuencia y el vandalismo de manera más eficiente y natural”.
Cuarto, la ciudad habitable debe ser entrópica para promover un intercambio diversificado que mantenga unida a una ciudad. El autor sugiere que “apoyar iniciativas independientes es crucial para que la población urbana mantenga su espíritu y su ayuda mutua”, y considera que “las ciudades avanzan cuando son lugares fértiles para el intercambio”, contrario a la sistematización del espacio que produce “entornos estériles y segmentados que no reflejan el desorden de la vida real”.
Quinto, la ciudad habitable debe ser densa, tomando en cuenta que “edificar más en menos espacio no necesariamente se traduce en casas más pequeñas o en edificios claustrofóbicos”. Es decir, “debe haber suficiente espacio compartido, tanto en el interior como en el exterior de los edificios, para que la gente se reúna y aflore un sentimiento de comunidad”.
Sexto, la ciudad habitable también debe ser móvil, pues “las ciudades más habitables facilitan el movimiento de sus habitantes. Desde recorridos peatonales hasta carriles para bicicletas, pasando por un excelente transporte público y una gestión sensata del tráfico, disponer de opciones de movilidad permite a los habitantes de una ciudad trazar su propio camino a través de la jungla urbana. Cuanto más fácil es trasladarse por dentro y por fuera de una ciudad, más vida se nota”.
Séptimo, la ciudad habitable debe ser señalizada, pues “una buena señalización comunica mucho más que el nombre de la calle o la dirección del tráfico. Los mapas y las rutas expuestas en las aceras ayudan a absorber mejor el entorno físico y a transitar por diferentes zonas en un contexto real. Las señales nos proporcionan caminos para adentrarnos en experiencias urbanas. Nos ayudan a leer las ciudades, y un espacio legible se abre ante nosotros como las buenas historias. Una ciudad transitable es una ciudad que funciona”.
Octavo, la ciudad habitable debe ser culta; “debe crear oportunidades a la cultura para que florezca en un entorno urbano estimulante. La cultura no existe únicamente en las instituciones y en los lugares designados para ello. Debe aprovecharse toda oportunidad, por pequeña que sea, para que la gente participe, desde exposiciones de arte públicas permanentes hasta instalaciones temporales en edificios infrautilizados o la celebración de fiestas locales”.
Noveno, la ciudad habitable también debe ser antigua y moderna, pues, si bien “las leyes de protección ayudan a preservar el pasado de las ciudades, también es importante dejar espacio para contar historias de futuro. Con la rapidez con la que crecen, es fundamental mantener una tensión racional entre lo antiguo y lo moderno. Para ello debe existir un sano debate en torno a cómo seguir contando la historia de un edificio, de un barrio o de una ciudad”.
Décimo, la ciudad habitable debe ser segura, tomando en cuenta que “diseñar entornos en los que la gente se sienta cómoda y bienvenida y donde pueda detenerse y pasar el rato es un factor disuasorio de la delincuencia mucho más humano que los alambres de púas y la televigilancia. Cuando nos sentimos seguros en público, vigilamos de forma natural y nos cuidamos mutuamente”.
Según estos mandamientos, ¿qué tan habitable es la ciudad de Aguascalientes?
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