El domingo se elegirá al próximo alcalde o alcaldesa del municipio capital. Esperemos que el ganador cuente con la preparación, la experiencia y la capacidad para estructurar e implementar un programa de gobierno responsable, sofisticado e innovador que conduzca a la ciudad a un mejor futuro. Esperemos también que el electorado emita su voto de manera responsable, pues la gestión de un alcalde incide directamente, para bien o para mal, en la vida diaria de la población. En contraste con el gobierno federal, por ejemplo, el gobierno municipal representa el nivel más cercano a la ciudadanía. Por lo tanto, los alcaldes se encuentran bien posicionados para diseñar e implementar soluciones concretas a problemas cotidianos, como mejorar la gestión de los residuos sólidos o aumentar la eficiencia en la provisión de agua potable o garantizar el funcionamiento adecuado del alumbrado público. El impacto de la gestión de un alcalde en la vida de las personas obliga a elegir con responsabilidad. Por eso, la cuestión de fondo no es la elección, sino la muy buena gestión y eso exige más talentos, inteligencia y profesionalismo que el mero hecho de obtener más votos el domingo 2 de junio. Así de simple, así de claro.
Los alcaldes enfrentan desafíos cotidianos que requieren soluciones prácticas e implementables, por lo cual deben tener la habilidad de hacer que las cosas sucedan. En ese sentido, Benjamin Barber, asegura en su libro Si los alcaldes gobernaran el mundo que los alcaldes exitosos suelen gobernar mediante un enfoque pragmático de los problemas de una ciudad, es decir, pueden resolver problemas o atender desafíos sin enfrascarse en las discusiones polarizadas e ideológicas que con frecuencia consumen la política nacional. ¿O existe una manera liberal o conservadora, de izquierda o derecha, de recoger la basura, tapar un bache o arreglar una tubería? Por supuesto que las decisiones del gobierno nacional determinan en gran medida el rumbo del país, pero también es cierto que las personas difícilmente toleran los problemas o las disfuncionalidades de un gobierno cuando éstas se encuentran, no en algún lugar remoto, sino afuera de su casa.
La decisión de quién gobernará nuestra ciudad, por tanto, sí importa, y mucho, pues, como alguna vez dijo el exalcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, “…los alcaldes tienen la posición política para realmente cambiar la vida de la gente”, ya que pueden resolver problemas cotidianos –literalmente, no figurativamente, directa, no indirectamente–, porque se desenvuelven en una escala eminentemente local: un barrio, una colonia, una calle, un parque o una plaza. Por ello el éxito de los alcaldes se obtiene a partir de su cercanía con los problemas de una ciudad y su capacidad para resolverlos así como de su presencia en los lugares en los que se manifiestan, que son también los espacios en los que habitamos la ciudad.
Por lo anterior, no debemos quedarnos en la demagogia o la frivolidad con que se conducen algunos candidatos. La ciudadanía elige a un alcalde no para apoyar al presidente del país como tramposamente, ante una campaña desastrosa, sugiere el candidato de Morena, sino para administrar de manera muy eficiente la ciudad, resolver de forma efectiva sus problemas y atender oportunamente sus desafíos. ¿O acaso el presidente recogerá diariamente la basura, arreglará las luminarias, reparará las tuberías, tapará los baches o limpiará los parques? El artículo 115 de la Constitución establece que esas funciones corresponden exclusivamente a los municipios, no al gobierno federal. ¿O se asume acaso que el presidente enviará más recursos a la presidencia municipal? No lo puede hacer directamente, sino sólo a través de las tesorerías estatales. Gobernar una ciudad es una tarea principalmente local, no nacional. Además, frente al populismo dogmático y nostálgico que promueve el presidente, un alcalde puede contrarrestar con apertura y pragmatismo mirando, no al pasado, sino al futuro.
La próxima elección es una oportunidad para votar por quien cuente con mayor conocimiento y capacidad para enfocar su gestión en las cuestiones realmente relevantes de acuerdo con las necesidades más apremiantes de nuestra ciudad. Es también una oportunidad para elegir a quien tenga la habilidad y la capacidad de hacer que las cosas sí sucedan, y que sepa anteponer el interés común a sus intereses personales. Esperemos que el próximo presidente municipal de Aguascalientes cuente, como se mencionó en un inicio, con la preparación, la experiencia y la capacidad para conducir a nuestra ciudad a un futuro más competitivo, incluyente y sostenible.
[email protected] / @fgranadosfranco