- Desde la segunda mitad del siglo XX, la Astrofísica ha sido uno de los grandes motores para desarrollar software
Cerca de 200 científicos alrededor del mundo se coordinaron para dar vida a uno de los objetivos más ambiciosos de la astrofísica: obtener la imagen de la silueta de un agujero negro. Estos objetos no emiten luz, son oscuros y por tanto imposibles de “ver” directamente. Sin embargo, estos científicos asumieron el reto y el 10 abril pasado por fin publicaron la hazaña.
Se hizo visible lo invisible, nadie había visto una imagen real de este fenómeno. De hecho, se pensaba que la conjetura de la teoría de Einstein sobre la Relatividad General, que establece que la masa de un objeto curva el espacio-tiempo y que esa curvatura (la que nosotros percibimos como la fuerza de gravedad) puede cerrarse en sí misma cuando la masa está suficientemente concentrada. Al cerrarse, nada puede salir de ahí, ni la luz; además todo lo que se le acerque caerá irremediablemente en su interior. Eso es justamente lo que llamamos un agujero negro: devora todo lo que se acerca pero nada sale.
Al devorar estrellas, estos objetos se van haciendo cada vez más pesados y aumentan su tamaño. Son tan densos que si nuestro Sol se convirtiera en un agujero negro, toda su masa se comprimiría hasta alcanzar un diámetro aun menor que las proporciones de la Ciudad México.
Para poder observar este agujero negro, situado a 55 millones de años luz, en el núcleo de la galaxia M87, se requería un radiotelescopio del tamaño de la Tierra; ante la imposibilidad de tenerlo, se utilizaron varios telescopios ubicados en distintas partes del mundo, que en conjunto actúan como si fuera un radiotelescopio de las dimensiones de nuestro planeta.
El gran logro de los científicos involucrados en este proyecto es que usaron ocho instalaciones de radiotelescopios (observadores de ondas de radio) ubicados en la Antártida, Chile, Estados Unidos (Hawaii), Dinamarca (Groelandia), España y México para crear un telescopio virtual del tamaño de la Tierra, llamado: Telescopio del Horizonte de Eventos, que recaba información, que al sumarla e interpretarla, produce la imagen que ha dado la vuelta al mundo, explicó José Franco.
Para interpretar esta gran cantidad de datos se requirió procesarlos en diferentes instalaciones como el MIT (Massachusetts Institute of Technology, EUA) y en el Instituto Max-Planck, en Alemania; además, se desarrolló un nuevo software. La astrofísica ha sido una de las grandes desarrolladoras de software desde el siglo pasado, dijo Franco.
Fue así que los científicos lograron retratar ese “halo de luz” que rodea al agujero negro, y que es esa zona conocida como el horizonte de eventos, el cual indica el punto de no retorno pues, una vez cruzada esa línea, la caída hacía el centro es inevitable; ni la luz, a pesar de su gran velocidad, puede escapar.
Dentro del equipo de los cazadores de agujeros negros, destacan 14 científicos que trabajan en México; ocho del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE) y seis de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El instrumento que sirvió de piedra angular para fotografiar este fenómeno es el Gran Telescopio Milimétrico-Alfonso Serrano, que es el radiotelescopio de plato único más grande del mundo en ondas milimétricas y que está ubicado en la cima del volcán Sierra Negra, en Puebla.
Diplomacia Científica
La colaboración internacional para llevar a cabo este proyecto es muestra de que la ciencia une a todos los países, incluso a aquellos que podrían estar en tensiones políticas. El “trabajo científico abre un canal de comunicación y esto es posible gracias a que la ciencia es universal ya que es la búsqueda de nuevo conocimiento”, comentó la doctora Elisa Núñez, investigadora de la Oficina de Información Científica y Tecnológica para el Senado de la República y la Cámara de Diputados (Incytu).
La voluntad para realizar estos proyectos también puede trascender los tiempos políticos. Este tipo de megaproyectos científicos duran décadas en concebirse y realizarse, la duración de un sexenio no alcanza para concretar esas grandes metas, afirmó el doctor José Guichard, exdirector del Inaoe.
El doctor José Franco advirtió que el GTM-Alfonso Serrano es uno de los muchos desarrollos científicos que debería tener México y hay muchos otros proyectos en puerta, como el de un Sincrotrón, así como diversos centros para desarrollo de nuevos materiales, inteligencia artificial, biotecnología y vacunas.
Para lograrlo, hace falta una mejor distribución de la riqueza y elevar la calidad de la educación, pues México no es un país pobre. “Porque un pueblo bien educado tiene herramientas para contender con todos los retos del futuro y la ciencia es el mejor aparato de conocimientos que hemos contruido para resolver los problemas que tenemos”.
Con información del FCCyT