A los estudiantes universitarios por vocación,
en un aniversario más de sus luchas libertarias.
ESTUDIANTES AGUASCALENTENSES: Por primera vez están cordialmente invitados a participar en la audición a cargo de los integrantes de la Primera Estudiantina del Instituto de Ciencias (actual Universidad Autónoma de Aguascalientes) con los muchachos que la fundaron en 1965, quienes estarán con ustedes en la exedra de la Plaza de la Patria el próximo jueves 23 de mayo, a las 7 de la tarde. Invita la Presidencia Municipal por iniciativa de la Agrupación “Amigos de Jesús Terán”. ¡Asiste y celebra tu día!
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Continuamos: Como hay lectores que requieren información adicional para interpretar adecuadamente lo dicho en el artículo anterior, me permitiré proporcionarles algunos instrumentos que espero les sean útiles para redondear la idea y darle una secuencia clara a la idea central.
La clasificación más general o amplia del desarrollo histórico de la humanidad, que manejé en mi cátedra de Antropología y he seguido cultivando, está constituida por tres grandes etapas:
1.- Edad arcaica o primitiva. Esta es la primera, de varios millones de años de evolución de diferentes especies del género homo (nómadas recolectores, cazadores y pescadores) hasta quedar una sola, el homo sapiens, a fines del paleolítico o edad de la piedra antigua o tallada, que desde el punto de vista económico se distingue por lo que Marx llamó comunismo primitivo, porque no existía el concepto de propiedad como la entendemos actualmente.
2.- Revolución Agrícola. Esta segunda etapa empieza en el neolítico (o edad de la piedra nueva o tallada en la que se elaboran herramientas más sofisticadas) que se distingue por el descubrimiento de la función del sexo en el proceso de gestación; este conduce a la invención de la agricultura y la ganadería, con las que aparece el sedentarismo con el concepto fundamental de la propiedad privada de la tierra, de las herramientas de trabajo, de las construcciones fijas (cercas para las parcelas y corrales para el ganado, silos, casas habitación, edificios públicos, etc.) que inician el surgimiento de las primeras ciudades o primera revolución urbana, el alfabeto, el dinero, las armas, los ejércitos, las guerras de conquista, primeros imperios territoriales, etc. También aparecen las primeras clases sociales que diferencian a los poseedores de la riqueza producida y por ellos acumulada (amos), de los trabajadores desposeídos (esclavos). La Revolución Agrícola se inicia aproximadamente ocho mil años antes de Cristo y termina hacia el año 1,500 de nuestra era.
- Revolución Industrial. Esta etapa, que es en la que estamos celebrando quinientos años de sus primeros síntomas y de cuyo fin estamos siendo testigos, es en la que aparecen los imperios modernos o capitalistas.
- El Imperio Español. Aunque fueron muchos sus antecedentes, el determinante fue cuando los navegantes europeos confirmaron que el mundo era redondo y la Iglesia Católica con su Santa Inquisición quedó desacreditada en su afán de prohibir todo conocimiento que no estuviera basado en la Biblia; se difundieron en Europa las obras de los pensadores antiguos que se habían salvado de la sacra hoguera gracias a los ejemplares conservados por los árabes -libros a los que se dio el nombre de Clásicos (griegos y romanos principalmente) que dieron lugar al consecuente Renacimiento-; los filósofos antes reprimidos dieron a conocer las primeras leyes naturales sistematizadas provocando la aparición de la Revolución Científica.
Entonces los burgueses artesanos pusieron en práctica los inventos que empezaron a aparecer por doquier, de los cuales los dos primeros antecedentes de la Revolución Industrial propiamente dicha en la segunda mitad del siglo XVIII (ambos de origen británico): la máquina mecánica de hilar y unos cuantos años después la máquina de vapor que proporcionó energía para accionar muchas máquinas al mismo tiempo con mayor potencia, rapidez y sincronía.
En un principio los burgueses consiguieron de una manera relativamente fácil mano de obra con campesinos desertores de las plantaciones feudales atraídos porque su trabajo como obreros iba a ser pagado en dinero, pero pronto se encontraron con un problema insalvable si no cambiaba el sistema de propiedad de la tierra, pues los mercados eran escasos y raquíticos porque solamente los grandes terratenientes -los señores feudales y los monarcas con su séquito nobiliario- que acaparaban la riqueza tenían poder de compra y eran muy pocos; en cambio, la inmensa cantidad de campesinos que les servían en sus enormes latifundios sólo recibían un pago en especie por su jornada de sol a sol, consistente en una alimentación precaria apenas suficiente para mantenerlos con fuerza y en dormitorios hacinados e insalubres, de manera que jamás contaban con dinero.
Para que esos miles de campesinos también tuvieran poder de compra, los burgueses los incitaron a participar en una revolución contra el sistema monárquico-feudal hereditario, para fraccionar los latifundios y entregarles parcelas que hicieran producir en su beneficio (lo que posteriormente se llamó reforma agraria) como ciudadanos libres en los que se fundara un nuevo sistema democrático y republicano, llevando sus cosechas o animales al mercado para venderlos a cambio del dinero que les permitiera adquirir los productos de la industria, a partir de lo cual ésta empezó a crecer en forma acelerada.
De este enfrentamiento surgen dos nuevas clases sociales: la de los industriales y comerciantes o burgueses (dueños de la riqueza) y como contraparte la de los proletarios, (dueños solamente de su fuerza de trabajo) con lo cual el sistema, si bien mejora las condiciones de los trabajadores, para ellos sigue siendo injusto.
Nuevos y más sofisticados y poderosos inventos permitieron desarrollar los medios de comunicación y los transportes terrestres y marítimos que permitieron inventar el ferrocarril y los barcos de vapor con los que se pudieron transportar materias primas y productos manufacturados con los que los pequeños talleres se convirtieron en fábricas con una organización cada vez más compleja, que surtieron en grandes cantidades a los mercados que crecieron en forma exponencial.
Estos mercados florecieron y alrededor de ellos se empezaron a asentar candidatos a ocupar los puestos vacantes, provocando en poco tiempo una nueva Revolución Urbana muy superior a la del Neolítico. Mejora el nivel de vida, aumenta la edad promedio, las ciudades compiten en arquitectura, servicios (educación, salud, agua potable, drenaje, etc.) la población crece en el siglo XIX como no había crecido nunca, pero el problema de la explosión demográfica es un tema que trataremos en otra ocasión.
Hasta aquí llegamos en nuestro análisis ampliado de la primera Revolución Industrial, para entrar de lleno al tema imperial.
Estados Unidos de América. En 1776, doce años después de la invención de la primitiva máquina de hilar y dos antes de la máquina de vapor, las 13 colonias que había establecido el Imperio Británico en la costa este del norte de América declaran su guerra de independencia que consuman cuando con el apoyo del imperio francés obtienen el reconocimiento del hasta entonces dominante imperio británico mediante el Tratado de Versalles de 1783.
Hago énfasis en esto para destacar dos hechos: el primero, que nace como la primera república federal del mundo moderno que fue un ejemplo para el resto de los países americanos, sojuzgados todavía por el imperio español, el portugués y otras potencias europeas. Y el segundo, porque nace dividida: el norte es progresista, democrático e industrial desde el principio y el sur es eminentemente agrícola, conservador y esclavista.
Pero a pesar de esa división, sus pretensiones imperiales sobre el resto del Continente eran idénticas tanto en el norte como en el sur, como lo veremos más adelante.
- El Imperio Británico. Entretanto, es importante señalar que cuando la enorme flota naval que el decadente imperio español había organizado conjuntamente con la de Napoleón Bonaparte para derrotar a la amenazadora potencia británica, ambas fueron derrotadas por la gran armada de ésta en las batallas de Finisterre y Trafalgar de 1805, hecho militar sorprendente que hizo pasar el cetro imperial del mundo de las manos de España al Reino Unido de la Gran Bretaña y selló el destino de Napoleón, cuyos sueños de convertirse en el amo del planeta al consolidarse como amo de Europa en 1810, al lanzar su aventurada campaña contra Rusia en 1812 su desastroso resultado preparó el camino para enterrar definitivamente aquellos sueños en Waterloo, en 1815.
Para Hispanoamérica, la derrota de España de 1805 significó que la lucha por sacudirse su tutela quedaba garantizada, pues de haber triunfado sobre Gran Bretaña, la armada española habría trasladado todo su poder de fuego al continente americano para aplastar la rebelión generalizada de nuestros insurgentes, tal vez con el apoyo de Napoleón, que también aspiraba a apoderarse de nuestro continente, incluidos los Estados Unidos, después de deshacerse de España.
Y para éstos -los Estados Unidos- el ascenso de su antigua metrópoli británica a la categoría de imperio mundial, significó una buena señal porque al final de cuentas son sus descendientes, además de que ya no tendrían que temer a Napoleón y mucho menos a la España decadente.
Por otra parte, los Estados Unidos no se convirtieron en imperialistas con el transcurso del tiempo; el imperialismo ya lo traían en lo más recóndito de sus genes desde que nacieron. ¿Y con quién iban a empezar a comportarse como imperialistas sino con sus vecinos continentales que estaba esperando ver independientes para lanzarse sobre ellos?
Pruebas de esto hay muchas, pero me voy a limitar a los siguientes hechos:
¿1786? Cuba debe ser de EU. El primero es parte de un documento personal que escribió uno de sus padres de la patria sobre la posición estratégica de Cuba: “Siempre he considerado la adquisición de Cuba como la más importante que podría verse en el caso de hacer nuestro grupo de Estados. La unión de esta isla a nuestro sistema nos aseguraría con la península de la Florida, el dominio efectivo de todo el Golfo de Méjico, así como de todos los países y de todos los istmos bañados por esas aguas… Me doy bien cuenta de que, aunque tuviéramos el consentimiento de los cubanos, no podríamos conseguirlo más que por medio de una guerra…” Thomas Jefferson, redactor de la Constitución de Estados Unidos y su presidente de 1801 a 1809.
Por la unidad en la diversidad
Aguascalientes, México, América Latina