Hablemos de publicidad oficial, que es el nombre menos conocido para el gran público de los pagos de los gobiernos a cambio de espacio en medios. Si esto lo lee un gringo tal vez le parezca ajeno, como es el caso de que los alcaldes y gobernadores figuren demasiado en anuncios que más bien son méritos de la iniciativa privada. Por ejemplo, ¿a nosotros cuándo nos llega alguna nota con la relación de un mayor de San Francisco (California) alrededor de las empresas tecnológicas? ¡Nunca! Porque no tiene que ver, su papel es transitorio. Entonces, es muy propio del mexicano que los políticos figuren de manera excesiva en comunicados sobre la llegada de una armadora o un centro de mentefactura que se llevaron de Santa Fe porque en algún lugar del Bajío cobrarían menos de la mitad. Je.
Volviendo al tema de la publicidad oficial, un gringo pensaría que al menos es peculiar la obsesión de los medios, opinólogos y políticos mexicanos por el tema. A nivel interés y a fines prácticos. La cosa es sencilla y será sorpresa de pocos compatriotas que trabajen en medios: para los diarios (chicos, grandes, locales o nacionales) el gran patrocinador suele ser algún gobierno. No de una manera perversa, sino que simplemente son quienes pagan más y mejores espacios. En palabras de mi director editorial, en esta casa productora de contenido, el anunciante que sea compra espacio, nunca criterio. Y ese debería ser el ideal que muchos medios tendrían que seguir.
Las capturas de tablas con conceptos, beneficiarios y gastos poco dicen al público en general y más bien indignan de una manera marrullera. ¿En serio es escándalo que se incluya el nombre de Daniel Moreno (representante legal de Animal Político) en la amplia cartera de una agencia media buyer pero no que bodrios como Pablo Hiriart reciban por blogs de boletines y sin tráfico, el triple de inversión? Porque ese fue el caso con la famosa lista de medios o conductores beneficiados por el sexenio pasado. El blog de Hiriart (pablohiriart.com) no tiene tráfico, pero recibió tres veces más lana que Animal Político, un sitio del top 10 del Ranking de Medios Digitales del Economista y Comscore, un conteo certificado que Daniela Bermúdez analiza en el mencionado diario. Por otro lado, el blog de López Dóriga es exitosísimo e incluso sé que es bien cotizado para anunciantes que no sean gobiernos, pero ¿se vale invertirle desde los impuestos? Digo, es un outlet que se vuela las columnas de los amigos del ticher de Milenio y -espero- paga por algunos cables de agencias. A diferencia de Animal, no hay línea editorial, propuesta, agenda, investigación o diseño. Es perverso.
Regresamos a los gringos. El Media Twitter, con sus investigaciones del Nieman Lab y CJR, discute sobre el clicbait o el que Gizmodo, Vice o Mic venden millones pero no son rentables. Todo eso sin involucrar compras de gobierno, que no figura en la manutención del ecosistema de medios por allá. Allá lo perverso es que BuzzFeed decida ser sostenible al realizar recortes en el área de noticias y quizzes. O que Forbes.com tenga demasiados columnistas chafas que buscan el clic fácil. Acá tenemos blogs chafas de copypaste (como el de Hiriart o varios locales que ni un dominio compran), otros de chismarrajos y nota roja, o bien, aquellos que lucran con la miseria y morbo. El debate, pienso yo, no es la existencia de publicidad oficial. Sino que varios no la merecen.