Daniel Jefte García Gomar, consultor del Banco Mundial y egresado de Políticas Públicas por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) nos explica que uno de nuestros mayores problemas de salud pública es el alcoholismo: “el consumo per cápita de alcohol en Aguascalientes es de 8 litros, lo que lo coloca en primer lugar nacional… La ENCODAT revela que la entidad ocupa el tercer lugar (13%) en la población de 12 a 17 años, después de Jalisco y Zacatecas. En este rubro, las mujeres y los hombres por igual están considerados dentro de los primeros lugares.” (Cfr. Es Aguascalientes Top 3 en Consumo de Alcohol, http://cort.as/-IjEM). En otra columna (¿Hidro-alcohólicos?, http://cort.as/-IjFZ) el suscrito de igual forma hablaba de la Encuesta Nacional de Drogas Alcohol y Tabaco 2016-2017, publicada por la Comisión Nacional Contra las Adicciones y destacaba que ocupamos el nada honroso tercer lugar de ingesta diaria en mujeres de 12 a 17 años (4.5% de la población).
A pesar de esto, en las campañas electorales el problema no existe, ni en los spots de los tiempos de radio y televisión, el aparato de comunicación social de candidatos o en los tópicos de los debates, ya sea los oficiales o los organizados por cámaras y sociedad civil. El discurso tanto de los contendientes como las plataformas electorales no consideran que el alcoholismo, a pesar de estar documentado con una alta incidencia en el estado, pueda ser un eje público a atender de forma inmediata, más en tratándose de los ayuntamientos, los gobiernos más cercanos a la población y quienes probablemente pueden observar prima facie los efectos más graves del consumo desmedido del alcohol. Son gastados los recurrentes temas de la palestra estatal, más relacionados con la seguridad pública y el agua, a pesar de que en el primero nuestra percepción de inseguridad es relativamente baja o al menos está cercana a la media (55.4% en Aguascalientes contra 96% en Reynosa, según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana) y en el segundo según datos del Coneval, sólo 2% de las viviendas en el Estado carece de agua entubada.
Desconozco cuáles puedan ser los efectos de estos altos índices de alcoholismo, podríamos aventurar que muchos otros cánceres derivan de ahí: accidentes, muertes en personas jóvenes, deserción escolar, desintegración familiar, drogadicción y otros dos graves y lacerantes inconvenientes en nuestro estado (por cierto también ausentes en el discurso político) los suicidios y los embarazos adolescentes. Ciertamente es irresponsable vincular los unos con los otros, una política pública tendría que iniciar los estudios para plantear programas gubernamentales de solución. Y es aquí donde los candidatos y los partidos, todos, dejan mucho que desear: sus propagandas y las plataformas electorales además de no estar coordinadas, atienden más a criterios populares que a cifras certeras de instituciones fiables como el Inegi o el Coneval.
La única forma de desprender que el nuestro, nuestro alcoholismo, es un inconveniente grave, es atendiendo a la historia materializada en el cine, When a man loves a woman (1994) narra la historia de una mujer alcohólica y los problemas económicos y sentimentales que enfrentará la familia por tratar de ayudarla; además de las buenas actuaciones de Meg Ryan y Andy García es destacable porque fue filmada en 1994 por Luis Mandoki, uno de los primeros compatriotas que comenzaron a abrir la brecha en Hollywood, de lo que después se conoció como la invasión mexicana en la meca del cine (Cuarón, Iñárritu, Del Toro, Lubezki). La cinta es interesante porque muestra una faceta que disfraza la problemática, el alcohólico funcional “…una persona adicta al alcohol, pero capaz de desarrollar los roles sociales y profesionales que se esperan de ella. Y suele tener éxito en lo que hace”.
Aguascalientes es una entidad con gran éxito económico y de abatimiento de pobreza (somos el que menos pobres extremos tiene en el país), además de avanzada en otros indicadores de importancia, sin embargo las altas incidencias en bebidas alcohólicas nos transforma en lo que podríamos llamar un estado alcohólicamente funcional, con todas las consecuencias negativas que ello acarrea. Tal vez, una vez que acaben las campañas, sea momento, en la creación de los planes de desarrollo, de dedicarnos a resolver los verdaderos problemas de nuestra comunidad.