Aeropuerto “Simón Bolívar”, Maiquetía, Venezuela. 23 de marzo de 2019. Procedentes del aeropuerto militar de Chkalovsky, cerca de Moscú, Rusia, un par de aviones de carga y pasajeros se posan sobre la pista de aterrizaje. De sus enchapados vientres, descienden un centenar de soldados y especialistas técnicos. Entre los militares rusos destaca uno por dos cosas: primero, sus arqueadas cejas y fría mirada le dan el aire de un águila esteparia; segundo, su rango, pues es el subcomandante de las fuerzas terrestres de la Federación Rusa. Es decir, el general Vasili Tonkoshkurov.
Ningún comunicado oficial, ruso o venezolano, se emite sobre el arribo de los soldados rusos, quienes habían hecho una escala técnica en Siria. Solamente una escueta nota publicada por el portal Sputnik dice que “Rusia tiene varios contratos que están en el proceso de ser cumplidos, contratos de un carácter técnico-militar”.
La escena arriba aludida sirve de prólogo al presente artículo, el cual pretende explicar por qué Venezuela se encuentra bajo la égida. Es decir, bajo el manto protector del oso ruso.
Desde su arribo al poder, en 1999, Hugo Chávez se propuso, utilizando las vastas reservas petroleras de su país, crear un mundo multipolar y basado en el multilateralismo. Esta cosmovisión, sustentada en una amalgama ideológica compuesta por nacionalismo y marxismo-leninismo, le llevó a compartir intereses con el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin.
Venezuela devino en el principal comprador de armamento ruso y las compañías del sector energético rusas encontraron un campo fértil para expandir sus negocios por América Latina.
Tras el fallecimiento de Chávez, en 2013, la relación ruso-venezolano no se enfrió, sino que aumentó de intensidad, pues el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, sufrió de un creciente embate por parte de la oposición venezolana, ligada a los sectores conservadores y presumiblemente financiada por los Estados Unidos.
El 23 de enero de 2019, el líder de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, se autoproclamó presidente encargado. Este hecho desató una confrontación geopolítica entre los valedores de los dos líderes rivales: los Estados Unidos y sus adláteres, por un lado, y, por el otro, China, Cuba, Irán, Rusia y Turquía.
Pronto, Rusia tomó la batuta en lo referente al apoyo a Maduro: mercenarios de la empresa rusa Wagner llegaron para proteger al mandatario chavista; y la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, viajó a Rusia y se entrevistó, con el beneplácito de Vladimir Putin, con la élite del sistema político: el ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, y la presidente del Senado, Valentina Matvivenko.
El arribo de la misión técnico-militar rusa provocó que la nación de las barras y las estrellas se sintiera “más brava que un león”: el secretario de Estado, Mike Pompeo, llamó a su contraparte rusa, Serguéi Lavrov, y le informó que la “continúa inserción de personal militar ruso para apoyar al régimen ilegítimo de Nicolás Maduro… corría el riesgo de prolongar el sufrimiento del pueblo venezolano”1.
Los estadounidenses aumentaron la presión: el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, comentó: “La Administración condena el uso continuo de Nicolás Maduro del personal militar extranjero en su intento por permanecer en el poder, incluyendo la introducción de personal militar y equipo ruso en Venezuela”2.
Con la inserción de efectivos militares en Venezuela, el oso ruso le mostraba el dedo cordial levantado al águila calva estadounidense. Al despliegue ruso, pronto se sumó China, la cual envió ayuda humanitaria y, presuntamente, soldados del Ejército Popular de Liberación. Esto último algo fue negado vehemente por Beijing.
Para derramar sal sobre la herida estadounidense, el ministro de Asuntos Exteriores de Venezuela, Jorge Arreaza, arribó el 4 de abril a Siria para conversar con el presidente Bashar al-Ásad. El diplomático venezolano comentó que Siria y Venezuela “enfrentaban al mismo enemigo y resistían con la misma voluntad popular”.
Al día siguiente, en Moscú, se celebró la XIV reunión de la Comisión Intergubernamental de Alto Nivel Rusia-Venezuela. El evento fue significativo porque se firmaron 11 acuerdos de “importancia estratégica”3, resaltando agricultura, ciencias y tecnología, y petróleo. Por último, el comunicado final resaltó que ambos países promueven “el multilateralismo y un mundo multipolar”.
El escribano concluye: la Venezuela chavista, al igual que ocurrió con Cuba durante la Guerra Fría, ha encontrado cobijo bajo la garra del oso ruso; Venezuela se ha convertido en el fulcro de la lucha geopolítica y geoestratégica que Rusia tiene contra los Estados Unidos; y el despliegue militar ruso le hace recordar las palabras que, un 16 de agosto de 1999, pronunció el entonces primer ministro, Vladimir Putin: “Rusia ha sido una gran potencia por siglos. Siempre ha tenido y tiene zonas legítimas de interés en el extranjero tanto en las antiguas tierras soviéticas como en todas partes”.
Aide-Mémoire. La renuncia de la secretaria de Seguridad Interna de los Estados Unidos, Kirstjen Nielsen, es una derrota para la administración de Donald Trump.
1.- Secretary Pompeo´s Call with Russian Foreign Minister Sergei Lavrov https://bit.ly/2Ftjw2N
2.- Statement by National Security Advisor Ambassador John Bolton on Venezuela https://bit.ly/2Wvhki7
3.- https://twitter.com/rmenendezp