BMO: La pequeña consola de videojuegos lee un libro. Recita poesía con su voz femenina y dulce. Usa sus dos mejores armas: el absurdo y la imaginación para ganar la atención y el tiempo de sus amigos. No lo desechan porque lo aman, porque gracias a sus ocurrencias juegan lo inesperado y los ayuda a olvidarse del tiempo. BMO, un rey (¿o reina?) luminoso, sobrevive al tiempo para contar la historia de los héroes del pasado; muchachos que también escucharon sus historias deformadas por un cristal de inocencia e imaginación.
Sancho Panza: quizás mi mayor asombro, después de atravesar la cueva de Montesinos, es cuando Sancho consigue ser el gobernante de su ínsula. Ninguno de nosotros creía que esto fuera posible, sino un mecanismo para continuar los disparates, empujar a un cuerdo a volverse loco, pero protegido, porque parece imposible cumplírsela. Entonces gobierna, y es un buen gobernante, el hombre ignorante que tiene el juicio de su experiencia y la ventaja de un buen corazón. Hasta que tiene hambre y ningún político justo, o bueno, tiene tiempo para comer; nada en Quijote es permanente. La iluminación viene de conseguir lo que deseas y que esto finalmente te traicione, y así lo rechazas para navegar a la siguiente aventura.
Keiichi Ikari: apenas recuerdo al detective, pero su renuencia para creer en lo sobrenatural e incluso enfrentarse a ello, a pesar de sí mismo, cuando camina en el mundo del espíritu horrible que estuvo persiguiendo en el último caso, el más importante de su carrera, me daba una angustia muy específica reservada solo a algunos familiares y otros personajes de ficción (tal vez todo 2666). Cuando su esposa atraviesa las puertas de la muerte, él se rinde y empieza a creer. Es un momento conmovedor porque el hombre se rompe, pero no puede dejar de luchar. Rey luminoso de los escépticos, de aquellos que sólo deseamos vivir una vida tranquila sin dilemas metafísicos, pero que a la vuelta de la esquina somos abofeteados con casos curiosos que después nos darán insomnio. La sombra del chico del bate dorado es el hombre que lo persigue y necesita una explicación coherente para seguir viviendo.
Zima Blue: el robot de limpieza más pretencioso de la historia. Ojalá se lo coma el universo.
Randolph Jaffe: un cartero que terminará por volverse loco cuando descubre mensajes en la rutina, en la cotidianidad, en el odio de su vida sin propósito. Sin embargo me parece interesante su anclaje ascético para rechazar el sexo como una semilla de deseo (no sin antes hacer una exploración concienzuda de su persona al tener relaciones de distintos tipos), la felicidad de la entrega, y lo reduce a un mero acto de procreación. Como toda construcción religiosa, recuerdo de los mitos más oscuros, si uno está preparado para recibir ese pragmatismo aburrido y sin chiste, si no está dispuesto a rechazarlo, es fácil dar por válido el disparate para arruinarse la vida con esperanzas de paraísos grises, vidas eternas y estériles, pesadillas libres de demonios. Igual que con Ikari, encuentro el viaje de Jaffe iluminador por sus decisiones oscuras, por su ignorancia, y probablemente debería releerlo para entenderlo mejor. Los personajes de ficción, igual que uno, crecen y envejecen; al convertirse en otros, se arraigan o se separan del alma de sus lectores.
Juliette: el crimen del amor y el deseo, la felicidad en la anarquía, el desparpajo, el rechazo a las instituciones, el amor al cuerpo, una gula o todas las gulas, el erotismo desenfrenado; he llegado a creer que son rasgos principalmente femeninos porque los masculinos son, en su mayoría, aburridos y reverentes. No hay que tener miedo a la muchacha interior que desea, la que nos acaricia el cuello y nos susurra al oído sugerencias para el buen vivir. Juliette siempre salió bien librada porque su progresión, cual misiones en un videojuego, le revelaba más verdades y le daba más experiencia para tratar con enemigos cada vez más difíciles. Subió a niveles impresionantes que rompieron el juego de los aristócratas y los monstruos góticos. Juliette sobrevivió los horrores y también se los cogió. La reina luminosa nos sonríe sin miedo, con esperanzas, el cuerpo vibrante y preparado. La única manera de vivir, quizás, es apostando la misma vida (o al menos imaginar que así podemos hacerlo).