Pasada la coyuntura de las disculpas vaticanas y españolas propuestas por AMLO, tema que sin duda da para mucho y sobre el que habrá que volver más adelante (véase al respecto: “A propósito de los primeros 500 años: memoria histórica y perdón”, La Jornada Aguascalientes, 31 de marzo de 2019), nunca como en España estuvo tan vigente la tradicional división del espectro político en izquierdas y derechas, pues habrá elecciones generales en el país ibérico el domingo 28 de abril. Así es la política: El mismo Pedro Sánchez que le exigía a Maduro en Venezuela que celebrara elecciones hace pocos meses (tal vez el peor desfiguro de la política exterior española en muchos años), se ha visto obligado él mismo a someterse anticipadamente a las urnas esta primavera ante la evidente inestabilidad de su gobierno, después de la exitosa moción de censura contra el corrupto Rajoy que le permitió formar gobierno con la ayuda de Podemos y otras fuerzas más pequeñas. Sabemos bien que el no poder predecir resultados electorales con precisión es inherente al juego de la democracia electoral ante lo que parece un triunfo de Sánchez según la mayoría de las encuestas serias, así que no se puede descartar a priori ningún resultado, porque es cierto el riesgo inminente de que las derechas, popularmente denominadas “trifachito” por su franca deriva nacional-populista-franquista, sumen una mayoría absoluta en el Congreso, en respuesta del electorado a la crisis económica, política y social europea de la que España no puede escapar.
En un régimen parlamentario como el español, que esto suceda significaría una involución política severa: no solo por la derrota del socialista Sánchez, presidente del gobierno en funciones, sino por un consecuente recorte de derechos y políticas sociales y el nuevo protagonismo de las políticas reaccionarias que ya hemos visto en países como Italia o Francia. Es muy importante entonces la movilización masiva de las y los votantes progresistas para evitar otro salvinazo (Italia), bolsonarazo (Brasil) o trumpazo, ahora reeditado en España.
Si las derechas del llamado “trifachito” no obtienen mayoría absoluta, lo que les garantizaría formar gobierno, se abren algunas posibilidades. La más relevante tal vez sería un gobierno en minoría de Sánchez con apoyos variables de Unidas Podemos, Ciudadanos y los grupos nacionalistas; otra sería un acuerdo y gobierno de coalición entre PSOE y Ciudadanos; o bien, un acuerdo y coalición entre el PSOE, Podemos y algún partido nacionalista vasco.
Desde la izquierda, se ve claramente que la mejor opción para las Españas la coalición entre Unidas Podemos y el PSOE, con ministras y ministras de ambas formaciones. Y para ello es imprescindible que ambos partidos se acerquen a la mayoría suficientemente amplia, mejor absoluta, para no depender de apoyos inestables a la derecha y a la izquierda. Un gobierno en minoría del PSOE en solitario no es deseable, y probablemente no sea posible, dados sus resultados electorales más recientes y la fragilidad de un gobierno como el de Sánchez, vulnerable a la presión de los llamados poderes fácticos.
Un gobierno del PSOE con Ciudadanos (del trifachito) impediría, por ejemplo, encausar positivamente el asunto catalán. La alianza con Ciudadanos, cada vez más a la derecha como segunda marca del PP, llevaría al Partido Socialista a asumir las políticas neoliberales que le son tan cercanas, las mismas que en el pasado provocaron su debacle electoral de la mano de González o Rodríguez Zapatero (sólo entre 2008 y 2015, el PSOE perdió la mitad de sus votos).
Un gobierno del PSOE y Unidas Podemos, tiene el potencial de cambio que grandes sectores de la sociedad española reclaman, sobre todo desde la crisis de 2008. Estas dos fuerzas de izquierda pueden garantizar una agenda social, además de la estabilidad necesaria para abordar asuntos complejos como el catalán o la grave corrupción, frenando la deriva neoliberal ya conocida del PSOE. También para reactivar para abordar problemas largos y complejos como el territorial o la forma de Estado, pero también las políticas de memoria, justicia y reparación.
Es claro que hoy como en el pasado, las clases privilegiadas, es decir los poderes fácticos españoles y europeos, harán todo lo posible por impedir un posible gobierno PSOE-Unidas Podemos. Pero, antes hace falta que el 28 de abril haya una movilización amplia e incontestable de las votantes y los votantes progresistas de izquierda y centro izquierda.
La España que vimos el pasado 8 de marzo, con grandes manifestaciones públicas de las mujeres y otros colectivos, debe votar sin miedo, siendo consciente de la gravedad del momento político y del peligro de que la izquierda y los valores que representa sean eliminados democráticamente del gobierno por las derechas coaligadas. Abstenerse es muy válido ante la poca solvencia demostrada por los rijosos jóvenes Sánchez, Casado y Carlos Alberto Rivera en los debates, pero puede, en esta ocasión, tener consecuencias nefastas.
@efpasillas