Derechos Universitarios / Cátedra - LJA Aguascalientes
21/11/2024

Soy de la generación del medio siglo pues ingresé al Instituto de Ciencias el año de 1950, uno después de cumplirse el centenario de su fundación por Jesús Terán en 1849 (el año de 1867 que señala oficialmente la rectoría es un error). Lo único que tuvimos que presentar los aproximadamente ochenta novatos que ingresamos al primer grado de Secundaria fue nuestra acta de nacimiento, el certificado del sexto año de la enseñanza primaria, dos fotografías tamaño credencial y un donativo simbólico de diez pesos; no había límite de cupo porque tampoco había mucha demanda y la deserción dejó el grupo a la mitad después de unos cuantos meses.

 

Las mujeres en el Instituto de Ciencias

Pocas eran las chicas que se atrevían a ingresar en aquel Instituto porque prevalecía la moral medieval de que en la Escuela Preparatoria solo debían estudiar varones y en la Escuela Normal solo señoritas; la gente santurrona calificaba de atrevidas a las que hacían lo contrario, porque según su estrecho criterio peligraban entre tantos pelafustanes; en cambio, la única carrera magisterial que se impartía en nuestra ciudad estaba vedada para los hombres.

La verdad es que la presencia de una sola mujer en el grupo inspiraba respeto y consideración; nunca que yo recuerde hubo quien pretendiera extralimitarse con ellas; más aún, se sentían seguras y protegidas por sus compañeros.

La inscripción de las primeras jovencitas en el Instituto pudo haberse iniciado a raíz de la incorporación al claustro de las primeras profesoras hace poco más de un siglo, entre las cuales tendríamos a las muy ilustres maestras Vicentita Trujillo y Conchita Aguayo (esta última a quien Pedro de Alba aplicaba el afectuoso calificativo de “la maternal”) sobre las cuales hay buenos materiales publicados por investigadores de la UAA.

Cuando ejercí la docencia en los últimos años del Instituto y primeros después de que cambió su nombre por el de Universidad el 24 de Febrero de 1974 (El 19 de Junio de 1973 que conmemora la rectoría es una falacia) la proporción de mujeres en los grupos había aumentado considerablemente.

El caso es que ahora que la proporción del sexo femenino es superior al masculino en muchos de los grupos de la UAA, estamos presenciando problemas de abuso -llegados incluso a extremos criminales- que en aquella época nadie hubiera podido imaginar siquiera.

Y si bien es cierto que el respeto se gana y se defiende, parece contradictorio que siendo ya tan importante el número de alumnas, sea menor el respeto que les prodiguen los varones, tanto estudiantes como profesores.


Y no es tanto que se requiera un código de ética especial tratándose de un asunto tan elemental de comportamiento; lo que ocurre es que el problema debe analizarse tomando en consideración no solo la actitud personal, sino las severas transformaciones de la sociedad que al no poder asimilar y aprovechar positivamente los rápidos avances tecnológicos, la industrialización, la explosión demográfica, la participación de la mujer en el sistema productivo, ha sufrido fracturas provocadas en los paradigmas tradicionales que han desembocado en un deterioro de la integración familiar.

Pero mientras se estudia ese cúmulo de interrogantes para explicar las causas de su manifestación en el universo de su entorno, asunto en el que la comunidad estudiantil y magisterial debería aplicar más interés precisamente porque se encuentran en una institución en la que se trabaja con los instrumentos de enseñanza-aprendizaje, el hecho es que se enfrentan problemas no solo de acoso sexual sino también de otros tipos de hostigamiento que es necesario no solo corregir sino, de preferencia, prevenir y aprender a evitar.

En su deseo de hacer algo en defensa de compañeras que han sufrido algún agravio, un grupo de alumnas que de alguna manera participan en organizaciones que luchan -como personas jurídicas que son- por alcanzar la igualdad real de derechos con los hombres, han pretendido hacer valer sus protestas en el medio escolar.

Las protestas son útiles y necesarias cuando se requieren, pero para alcanzar el propósito deben ser efectivas; y para ser efectivas necesitan tener un fundamento irreprochable.

En este caso, tal parece que la protesta que realizaron en el campus no fue dirigida a nadie en particular, sino para que “las altas autoridades escuchen las demandas que estamos haciendo”, según se expresa en la nota periodística que dio a conocer el hecho.i

 

La denuncia anónima

Las demandas, al parecer, consistían en aplicar sanciones a las personas cuyos nombres estaban exhibiendo -mismos que habían sido difundidos previamente en las redes sociales por #MeToo– lo cual es por lo menos inadecuado, ya que el procedimiento establecido exige presentar la denuncia escrita ante la instancia correspondiente que es la Defensoría de Derechos Universitarios, que es quien debe dictaminar la procedencia o improcedencia del caso, o bien derivarlo a una instancia superior de acuerdo con la gravedad del daño.

Porque difundir el nombre de un acusado como si hubiera sido declarado culpable, sin haberse integrado la investigación que incluye las pruebas aportadas por el demandante, así como sus declaraciones y las de sus testigos, significa violar la presunción de inocencia que tiene el derecho de reclamar mientras no se demuestre lo contrario, como bien lo dice el ciudadano rector de la Institución.ii

De lo contrario se corre el riesgo de provocar daños irreparables, como es el caso del compositor Armando Vega-Gil, cuyo suicidio fue provocado por una acusación que no fue calificada por autoridad competente alguna.

El vicio de la denuncia anónima, establecido en el sexenio que declaró la absurda “guerra” contra las drogas y continúa con el actual, está siendo imitando ahora por medios de difusión que suplen indebidamente las funciones de los tribunales condenando sin enjuiciar.

 

Fortificar el criterio universitario

A mi juicio -y con el debido respeto- en una Universidad, sobre todo si es pública como es el caso de la UAA, no cabe manifestarse sin dirigirse al funcionario que corresponda, para exponerle por escrito las demandas que se consideren pertinentes. Esas demandas pueden consistir no solo en afirmar que se han detectado errores u omisiones en las normas establecidas y solicitar que se mejoren, sino en participar activamente en señalarlos y proponer textos para corregirlos o complementarlas.

Para eso podrían incluso contar con el apoyo de sus compañeros de carreras afines como filosofía, sociología, derecho o psicología.

Y el resultado de ese esfuerzo, que seguramente será muy satisfactorio, podría coronarse dándolos a conocer a la sociedad para que se beneficie de ellos y estableciendo intercambios con las organizaciones interesadas en contribuir al fortalecimiento de la lucha por conquistar la igualdad de derechos, pues recordemos que si bien un fin primordial de la Universidad consiste en educar profesionalmente a la juventud que llega a sus aulas para que tenga un modo honesto de vivir, otro fin persigue imbuir en ellos el espíritu de servicio en bien de la humanidad.

 

Por la unidad en la diversidad

Aguascalientes, México, América Latina

[email protected]

i “Se manifiestan alumnas de la Autónoma de Aguascalientes contra la violencia y el acoso.” Carlos Olvera Zurita, La Jornada Aguascalientes, 13-04-2019.

ii “#MeToo ha violentado la presunción de la inocencia, un derecho humano.” Carlos Olvera Zurita, La Jornada Aguascalientes, 10-04-2019.

 


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