El pasado viernes 1 de marzo recordamos los 46 años del lanzamiento del que para muchos es el mejor disco de Pink Floyd, The dark side of the moon, ¿será?, ese día se publicó en los Estados Unidos y el 16 del mismo mes en el Reino Unido, es decir, estamos a la mitad de las dos fechas de publicación de uno de los discos más emblemáticos, no sólo de Pink Floyd, es más, no sólo del rock, sino de la música en el siglo XX, y sí a eso le agregamos que el pasado miércoles 6 de marzo David Gilmour festejó sus 73 años de vida y más todavía, a finales del mes de marzo, el día 27 para ser preciso del año 1984, el guitarrista de Pink Floyd publicó su segundo disco solista llamado About Face, disco que surge en uno de los momentos más polémicos y conflictivos en la vida de Pink Floyd, justamente un año después de que el mundo conoció el disco The final cut, último de Roger Waters con la alineación británica el 21 de marzo de 1983, es decir, con todos estos antecedentes, tenemos más de un motivo para ocuparnos en esta ocasión de la banda fundada por Syd Barrett en 1967.
No sé, no me atrevería a decir que se trata del mejor disco de Pink Floyd, aunque ciertamente no hay una razón inteligente para no considerarlo como tal, pero es que estos ingleses tiene discos tan inteligentes, ambiciosos y con tanta propuesta que la verdad cuesta trabajo señalar uno como el mejor, por ejemplo, a mí me gusta mucho el primero, The Piper at the gates of down, (El flautista en las puertas del alba), una genialidad de Syd Barrett, me parece insuperable pero todavía con un espíritu muy experimental, como en busca de un sonido que defina bien su perfil, en The dark side of the moon ya se percibe una evidente madurez musical, ya no hay búsqueda sino abierta y franca expresión, pero lo mismo podemos decir de Wish you were here, Animals o The Wall, no hay duda. Creo que el principal mérito de The dark side of the moon es que rompe con algunas tendencias frecuentes en los discos anteriores de Pink Floyd, por ejemplo, en este álbum no encontramos esas kilométricas canciones con largos solos de guitarra y ambientadas con unos teclados que fabrican impresionantes atmósferas con una sólida base rítmica perfectamente distribuida entre el bajo y la batería, esas canciones habían sido una especie de rúbrica en las producciones de Pink Floyd, era lo que definía muy bien su estilo, y es música de verdad deliciosa, de hecho en discos posteriores como Wish you were here y Animals recuperan esa misma vocación, pero en El lado oscuro de la luna se da una ruptura y exploran otro tipo de cosas, las composiciones son más breves, pero pletóricas de contenido, en este caso es el envejecimiento, la avaricia, la muerte y por supuesto, un tema inevitable en el pensamiento musical de Pink Floyd, el deterioro mental, sobre todo estimulado por los problemas de Syd Barrett lo que se hace evidente en el penúltimo corte del disco Brain damage, daño cerebral: “el lunático está en el césped, recordando juegos y cadenas de margaritas y risas, hay que mantener a los locos en la vereda”.
Las novedades que ofrece The dark side of the moon no se limitan sólo a la composición y los lineamientos musicales que ellos mismos se plantean, en cuanto al aspecto tecnológico encontramos innovaciones interesantes, en este disco grabaciones multipista, loops y otros recursos no muy frecuentes en esa época, te recuerdo que estamos en los primeros años setenta. En este disco trabajó con ellos Alan Parsons que ya había estado involucrado en algunos aspectos técnicos en discos de The Beatles, lo podemos ver en las sesiones de la azotea en donde los Beatles graban algunos temas musicales para Let it be y el documental fílmico que hoy es un documento de gran importancia en la historia del cuarteto de Liverpool.
Uno de los momentos más ambiciosos de The dark side of the moon es, sin duda, la composición del tecladista Richard Wright “The great gig in the sky”, o “El gran concierto en el cielo”, en este tema musical se cuenta con la participación de la cantante Clare Torry que por cierto, fue invitada a participar en el disco por Alan Parsons pero rechazó la oferta, estaba interesada en asistir a un concierto que ofrecía el día de la grabación Chuck Berry en el legendario Hammersmith Odeon de Londres, de cualquier manera se pusieron de acuerdo para grabar algo y mientras que ella intentaba disculparse por su aparente exuberancia, los músicos de Pink Floyd estaban fascinados con el resultado, lo cierto es que ellos no fueron capaces de explicarte exactamente qué es lo que pretendían y ella hizo lo que pensó que estaba bien, finalmente así suceden las grandes cosas. La voz que se escucha diciendo: “Yo no tengo miedo a morir, cualquier momento es bueno, no me importa, ¿por qué debería tener miedo? No hay razón para ello, algún día hay que marcharse”, son de Gerry O’Driscoll, un irlandés que se encargaba de cuidar el acceso a los estudios de grabación.
En fin, The dark side of the moon de Pink Floyd es un verdadero monumento, una obra maestra, hoy lo recordamos en el 46 aniversario de su lanzamiento.