Y la fiesta de Carnaval 2019 ya nos alcanzó. Una fiesta que, en México, ocurre a todo lo largo y ancho del país y de manera señalada va desde pequeñas comunidades rurales hasta centros urbanos altamente desarrollados, de los que se han hecho emblemáticos los carnavales en ciudades de puerto marítimo. Lo que distingue a unos de los otros -los humildemente rurales a los de extravagantes comparsas-, contrariamente a lo que se pueda pensar, no es la fastuosidad o el derroche económico que involucran, sino el sentido societal que les da fundamento, como ruptura simbólica de la vida cotidiana y del orden jerárquico establecido como dominio institucionalmente vigente y actuante. Tanto eclesiástico como de autoridades civiles.
Me explico. Las fiestas de carnaval, de origen inequívocamente religioso, que culminan con el mardi-gras, para entrar al miércoles de ceniza, o de carnestolendas (literalmente, abatir las carnes), marca el inicio de la cuaresma cristiana, signo de contrición, penitencia y preparación a la gran fiesta de la Pascua de Resurrección. Tradicionalmente, marca el tiempo de inicio del calendario agrícola con la estación de primavera que anuncia la fecundidad y feracidad de la tierra; las labores de preparación de roza, quema y siembra que trae aparejada la esperanza de sus frutos que habrán de garantizar el autoabasto alimentario de la comunidad.
“Mientras ‘Juan Pueblo’ publicaba el Bando Solemne que impide durante los próximos ocho días, cualquier expresión de tristeza, estrés, enfado, trabajo y preocupación; daba inicio la fiesta del carnaval en el puerto jarocho de Veracruz. Por lo que, con gran desenfado, el Rey Momo condenó a la hoguera a ‘El Chapo’ Guzmán, acusado de ‘meterle goles’ al Presidente Vicente Fox Quesada con su fuga de la prisión de máxima seguridad, Puente Grande, en el estado de Jalisco. Al mismo tiempo, Juan Carnaval ordenó desaforar a todos los integrantes del ‘Congreso de la Desunión’ por ser ‘unos chismosos y piojosos que cobran sin trabajar’. Esto ocurría el 21 de febrero del año 2001. (Nota mía. LJA. Deteniendo la historia. Sábado 01 de Marzo, 2014)
Políticamente hablando. Marca un tiempo de ruptura ante la solemnidad consuetudinaria que impone la autoridad, sea civil, religiosa o militar en el cuerpo social. El carnaval es precisamente la representación jocosa y burlona que ridiculiza las maneras, modos y formas como los potentados, los encumbrados y pedantes imponen su hegemonía sobre los demás, entiéndase el pueblo raso, los ciudadanos comunes y corrientes. De ahí su representación caricaturesca, para esparcimiento de las masas. El análisis sociológico caracteriza la fiesta de carnaval, como un tiempo de excepción en todos los órdenes de la sociedad, de manera que si se instalara de manera indefinida, constituiría una auténtica revolución.
El carnaval se caracteriza por su alto grado de permisividad. Se vale quebrantar las distinciones de género, sexo y tipo, las clases y grupos sociales. Lo femenino puede ser representado grotescamente por hombres con disfraces de mujer; y viceversa. La sensualidad y características sexuales pueden explayarse libremente en las calles. El baile particularmente erótico se enseñorea de los espacios públicos y marca el ritmo de una danza interminable que exalta el goce del erotismo humano. Se come y se bebe en abundancia, como presagiando los tiempos de prosperidad que están por venir. En gran suma, no hay normas, no hay leyes, es el espacio total de la libertad para ser y para manifestarse como se desee. Es la virtual ruptura del orden establecido. Por eso el condicionante aquel que, de hacerse permanente, el carnaval se convertiría en un evento revolucionario.
Lo nuevo, lo que ha traído la modernidad a la fiesta del Carnaval es algo radicalmente significativo. De haber sido en la tradición una fiesta altamente participante de la sociedad, en que todos los miembros de una comunidad contribuían activamente a su celebración, sus bailes, su música, sus comparsas, sus disfraces, sus adornos, su folklore, sus actos o happenings; ahora en el carnaval moderno, el cuerpo social se divide en dos: una parte espectadora, y otra parte actora del espectáculo. Por ello, eso de las grandes comparsas y carros alegóricos que se preparan incansablemente hasta mostrar su genio competitivo en un desfile de concurso; para satisfacción y diversión de un pueblo, ahora convertido en espectador pasivo de un mero espectáculo. Ruidoso, sí, destellante de colorido y ritmo, sí, sensual y evocador de goces sin par, sí; pero, prácticamente nulo en significados de eventos compartidos….
Esos otros carnavales comunitarios rurales que ahora pasan casi inadvertidos, nos muestran esa otra faceta del carnaval tradicional, ser una fiesta participante; que cada día, después de los desfiles chuscos y de las manifestaciones típicamente populares, de los danzantes o matlachines y/o enmascarados, culmina con la comida compartida por todo un pueblo y que hospeda a pueblos circunvecinos, encabezados por sus santos y banderas; las mesas y los manteles salen a las calles y todos los vecinos a una pueden sentarse a la mesa para compartir un bocado o un platillo. Y todo es gratuito y todo es ofrenda graciosa y todos comen sin distinción de clases o divisiones sociales. Así sucede, afortunadamente, todavía en comunidades de Hidalgo, Querétaro, de Morelos, de Veracruz (Huayacocotla), de las Huastecas, de comunidades indígenas del occidente, etc., etc. Así lo aprendí yo en una de estas fiestas en Tecozautla, estado de Hidalgo, mediante lo que en Sociología se llama observación participante.
No se trata sólo de evocar con nostalgia lo ya perdido, sino de entender que desde el punto de vista y el conocimiento científico de la Etnología, la Antropología y la Sociología -por citar lo menos- el Carnaval de ser una fiesta popular, intensamente participante y comunitaria, pasa a ser un espectáculo masivo, pero vivido en solitario. Es ahora el tiempo de la individuación, tan coexistente como excluyente; se suprime el tiempo socialmente compartido, se esconden las mesas y los manteles en la intimidad del hogar. Se exalta el yo egoísticamente autoplacentero.
Este año, la nota mediática del carnaval se concentra en los cinco más emblemáticos del país. Cuyas sedes ya icónicas son: (Ver: México Destinos, https://bit.ly/2tLWSgE ) 1) El Carnaval de Mazatlán, del 29 de febrero al 5 de marzo. En que no debes perderte el baile de fachas con sus disfraces y antifaces, así como el combate naval en donde las embarcaciones te sorprenderán con un show de fuegos artificiales. 2) El Carnaval de Veracruz. Del 27 de febrero al 5 de marzo del 2019. Uno de los carnavales más alegres de México y es considerado el segundo más importante de Latinoamérica después del de Rio de Janeiro en Brasil. Aquí podrás disfrutar bailando en el día y por la noche ya que tienen diferentes horarios para sus recorridos, disfraces, carros alegóricos, comparsas de baile y miles de personas disfrutando es lo que podrás encontrar en tu visita, así como los conciertos de artistas de talla nacional e internacional. 3) Carnaval de Cozumel. Del 27 de febrero al 5 de marzo del 2019. La fiebre del carnaval llega hasta el Caribe Mexicano donde se encuentra uno de los carnavales más famosos de la región y donde los cozumeleños han logrado crear el mejor ambiente para que durante esos días deleites tu paladar con deliciosa comida y te dejes llevar al ritmo de sus comparsas con vestuarios increíbles. En la Isla de Cozumel, no dejes pasar la oportunidad de visitar El Cielo y Punta Sur, que son un destino perfecto para estar en contacto con la naturaleza ¿todavía lo vas a pensar?
4) Carnaval de Mérida. Del 27 de febrero al 6 de marzo del 2019. La Península de Yucatán no se queda atrás, es durante los días de carnaval que la blanca Mérida se llena de colores para celebrar la quema del mal humor y bailar al ritmo de las comparsas en el desfile de carros alegóricos y fuegos artificiales, una fiesta que chicos y grandes podrán disfrutar. Días en los que podrás disfrutar de todas las actividades y conciertos programados.
5) Carnaval de Campeche. Del 21 de febrero al 5 de marzo del 2019. Conocido por ser uno de los más alegres de México y también el más antiguo, el carnaval de Campeche se realizó por primera vez en el 1582, comenzando con la quema del mal humor, continúa con el gallo de la alegría y los famosos desfiles de carros alegóricos y comparsas que pondrán a todos a bailar, sin dejar atrás el festival de las flores y el “martes de pintadera” en donde se pintan unos a otros. ¡Lo vas a pasar increíble!
En suma, la convocatoria es a romper el tiempo del trabajo y del servicio de las instituciones; se instala el dominio del ocio, con el juego, la recreación, el entretenimiento. El hombre y la mujer dejan de ser siervos de la producción económica, para hacerse dueños de la revitalización de la familia y de la comunidad. En Aguascalientes elegimos a la reina de la Feria Nacional de San Marcos y por contraparte se nombra a un “rey-feo” que hace mofa de la autoridad política en turno; la escalada de ironía y parodia asciende de tono frente a los obispos y la hipocresía de los clérigos, el liderazgo de los atufados magnates, representa a las clases pudientes con ridículos personajes obesos y enjoyados, se ríe de los intelectuales pedantes, de los policías incompetentes, del ejército autoritario, del ladrón pillado en el acto, etc. Ni siquiera el género queda intocado, el hombre se viste de mujer, la mujer de diablo. Con razón el carnaval nos acerca al punto límite de una revolución en acto.