Movimiento Ambiental de Aguascalientes, A.C.
Durante las últimas décadas del siglo pasado, y las primeras del presente, ha tratado de enfatizarse por diferentes medios los compromisos morales que tenemos, no sólo con nuestra especie, sino en general con todos los demás seres, bióticos y abióticos, con los que compartimos este planeta. En diversos tratados y programas internacionales relativos al medio ambiente (por ejemplo, Conferencia de Estocolmo, Las cumbres de la tierra Río 92, Johannesburgo 2002 y Río+20) se hace referencia a la necesidad de generar principios por medio de los cuales se tome una mayor conciencia de nuestra responsabilidad y de nuestras obligaciones morales hacia el mundo natural. Se esperaría entonces que, con las propuestas hechas en estas cumbres, comenzara a generarse la modificación de nuestro comportamiento y nuestras actitudes ambientales.
En los documentos surgidos en estas cumbres ambientales no se dice explícitamente que tengamos “compromisos morales”, pero, claramente pueden suscribirse conceptos y frases como justicia ambiental, respeto a la naturaleza y otras especies, cuidado y protección de los nichos ecológicos, etc., dentro de un lenguaje y una concepción moral. Estos “compromisos morales” deben surgir de la toma de conciencia de que los sistemas naturales que sostienen a nuestro planeta, así como la biodiversidad, se han venido atrofiando como consecuencia de la excesiva explotación de los “bienes ecológicos”, generalmente nombrados recursos naturales, además debido al constante vertimiento de sustancias contaminantes en el aire, agua y suelos.
Los desajustes de los ciclos naturales en los ecosistemas han sido provocados por diversos factores antropogénicos como son: 1) el descontrolado crecimiento demográfico de nuestra especie, por lo cual se ha requerido de una mayor cantidad de espacios, mismos que han estado en constante expansión para que puedan llevarse a cabo las actividades productivas que hacen posible nuestra subsistencia; 2) la contaminación industrial, principal responsable de la emisión de sustancias nocivas, a la atmósfera, ríos y mar, o directamente al suelo provocando erosión y filtraciones en los mantos acuíferos; 3) la agricultura y la ganadería que han sido responsables de la deforestación, agotamiento y contaminación a gran escala de agua y de suelos; 4) La generación de energía por medio de combustibles fósiles, principales responsables del calentamiento global. Paradójicamente, sin esta expansión e impacto ambiental careceríamos de los bienes materiales, energéticos y alimenticios que hacen posible nuestra subsistencia.
Indudablemente los seres humanos necesitamos recursos provenientes de la naturaleza para subsistir; sin embargo, la especie humana fue durante mucho tiempo muy poco consciente de la operatividad de los ecosistemas y del impacto que tienen las modificaciones antropogénicas en éstos (cambio de uso de suelo, contaminación, extracción excesiva de recursos, reducción o extinción de biodiversidad). En otras palabras, nuestra especie no ha respetado límites, y esto es en gran medida resultado de la creencia de que los bienes ecológicos son inagotables y que la naturaleza tiene la capacidad de renovarse y regenerarse infinitamente. Podríamos llegar a pensar que tal creencia está superada y que los hechos hablan por sí mismos, no obstante, en la actualidad ésta sigue prevaleciendo por las leyes del mercado y por la mal entendida y aplicada economía verde.
Esta economía se ha convertido en negocio y se ha vuelto una moda, pues en el momento en que la contaminación se convierte en una amenaza terrorífica, en ese mismo instante se iluminan las mentes de muchos comerciantes que vislumbran incontables formas de hacer dinero. ¿Cómo lo hacen? Impulsando campañas de publicidad oficial en favor del saneamiento ambiental, con la que muestran, con todos los medios de comunicación a su alcance, que están preocupados por lo que ocurre en el medio ambiente y escenifican una sensibilidad artificiosa por dicho problema, no obstante lo hacen maliciosamente, pues es solo una forma de “interesarse” de la manera más desinteresada. Ésta es la esencia de la “propaganda verde” que convoca a consumir para sub-utilizar todo tipo de productos y entre éstos los fabricados con base en material reciclado; con ello genera ingresos de la mercancía que degeneró en basura para continuar produciendo otros tipos de basura que no será reciclable y tampoco reutilizable. Este tipo de práctica es muy común en las escuelas cuando se hacen competencias de recolección de PET, con la intención de reunir fondos para una buena causa (remodelación de la escuela, de equipo para laboratorios, actualización de libros de la biblioteca, etc.), pero con ellas debería sensibilizarse también a los alumnos a disminuir el consumo de productos contenidos en este material debido al daño ambiental que generan, pero ocurre lo contrario, los estudiantes piden a sus padres comprar más para ganar, y el objetivo de una “buena causa” degenera en una mala práctica.
Se desprende de lo expuesto que la problemática de la sobrexplotación, la contaminación ambiental, la deforestación, la extinción de especies, etc., no puede ser resuelta en tanto los intentos de solución estén sujetos a los mecanismos y leyes dictadas desde el sistema de mercado. No importa cuánta contaminación y degradación se produzca, la lógica mercantil seguirá produciendo e incentivándonos a seguir consumiendo con la “conciencia tranquila” bajo el supuesto de que los productos que nos ofrece fueron manufacturados con estricto apego a rigurosos estándares de producción “limpia”, “verde” o “sustentable”, el adjetivo es lo de menos. El resultado es un círculo vicioso que no se separa las relaciones mercantiles de la destrucción y contaminación ambiental, por lo tanto no contribuye en nada ese sistema en la lucha conservacionista, pues lo conceptualizado como basura seguirá existiendo e incrementándose al ritmo de la variable producción-consumo.