Hoy te sentí en el fondo
de mis venas azules…
Hoy te miré muy hondo
y quise arrebatarte el corazón…
Hoy me miré en tus ojos
y me soñé en tus labios
y me sentí en tus dedos…
Hoy escuché tu risa;
tu tímida risa femenina
y escuché tus suspiros
que quise atesorar…
Hoy miraron tus ojos y los míos
las mismas vereditas cariñosas,
las mismas hojas y las mismas flores.
Hoy vimos musgo verde y heno gris
morar en rugosos ahuehuetes
la verde eternidad,
tranquilidad eterna.
Hoy sentimos los dos
un alegre cantar del vivir,
un extraño calor.
Hoy unimos tus manos y las mías
y caminamos juntos
sin hablarnos de amor…
***
Es bueno, de vez en cuando, incursionar en los recuerdos. Como el que revivo cuando mi curiosidad infantil me llevó a conocer el archivo familiar donde se conservaban documentos, cartas, obsequios y fotografías guardados con esmero en aquel baúl del siglo XIX; papeles envejecidos que estaban, todos, escritos a mano en la pulcra letra palmer que todavía nos enseñaron a dibujar con manguillo, plumilla y tinta china en la escuela primaria, después de hacer ejercicios de caligrafía; todo un arte que la tecnología convirtió en ceniza como práctica social, es decir, cultural.
Y ya en el Instituto de Ciencias, cuando el maestro Carlos González Rueda nos introdujo en la complicada estética de conjugar contenido con rima y métrica para construir esa otra obra de arte etéreo que es la poesía, nos decía: todos veremos las reglas de la versificación española, pero solo algunos se interesarán en dominarla; y si después de alcanzar esa etapa alguno la supera escribiendo poesía libre, me sentiré feliz de haber sido partícipe de ese esfuerzo. Producir y disfrutar la poesía es, siempre, un regalo para el espíritu.
“Por la unidad en la diversidad”
Aguascalientes, México, América Latina
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