En 1918 la novelista y poeta Mary Shelley publicó Frankenstein, una de las primeras obras de ciencia ficción de la literatura mundial y tuvo un gran éxito de inmediato. El médico Víctor Frankenstein realiza experimentos con electricidad, recientemente descubierta, sobre animales muertos a quienes logra revivir con éxito. Entonces decide intentarlo con un cuerpo humano formado de trozos de varios cadáveres y resulta “La Creatura”. Cuando el Dr. Frankenstein lo ve levantarse exclama “Ahora sé lo que se siente ser Dios”. Esta frase fue eliminada de la película por considerarse soberbia. A partir de entonces se han filmado cientos de películas con este tema. El prototipo del sabio loco se ha repetido hasta el cansancio. Incluso se ha creado un prototipo de un hombre blanco, de edad madura o anciano, cabello blanco despeinado, con bata blanca, desaliñado, despistado, solitario y siempre soñando con “dominar el mundo” o “controlar a la humanidad” Casi nunca se explica en las novelas o filmes, la razón por la cual el científico se volvió loco, aunque ocasionalmente se da una justificación aludiendo a que el profesor, doctor o maestro fue lesionado en su juventud por un padre maltratador, una mala mujer que lo engañó u otro científico que le robó su proyecto. Entonces el móvil suele ser la venganza o el intento de recuperar aquello a lo que cree que tiene derecho y la vida no le ha dado. El modelo imita la desmañada cabellera de Einstein y su actitud desordenada. El ejemplo clásico es el profesor Emmett Brown de las películas Volver al Futuro. Lamentablemente los científicos locos han existido en la vida real. Los casos son innumerables, pero el mejor ejemplo es la lobotomía, que era practicada a enfermos mentales y consistía en destruirles la parte anterior del cerebro con lo cual quedaban robotizados. Al psiquiatra portugués Egas Moniz se le dio el Premio Nobel por ello. Entre 1940 y 1950 Walter Freeman que no era médico se dedicó a hacer estas lobotomías en hospitales, casas y cuartos de hotel, sin la más mínima asepsia y realizándolas con un picahielo. En varias ocasiones el Instituto Karolinska de Suecia, quien es el organismo seleccionador y premiador ha retirado el premio a varios ganadores por conducta inadecuada, tal como ser acosador de abuso sexual o participar en negocios ilícitos con laboratorios fabricantes de fármacos. Y aquí es donde comienza el verdadero terror de la ciencia no ficción. Hace un par de semanas se descubrió que el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, anteriormente tan prestigiado, ha decaído en un negocio de irregulares. Personas sin capacidad científica se han apoderado de las becas, han manipulado el otorgamiento de subsidios a investigaciones intrascendentes, incluso algunas que ni siquiera se realizan. Todo esto se halla en investigación y falta ser comprobado, sin embargo, el resultado ya puede adelantarse, porque la investigación científica en México es muy escasa y de mala calidad. El mayor volumen de investigación se realiza en institutos de la Ciudad de México y en los estado solamente hay investigaciones comerciales de laboratorios farmacológicos que comprueban sus medicamentos. La verdad que está a punto de salir a flote es más terrorífica que ver a Frankenstein levantarse de la mesa quirúrgica y caminar por las calles.