¿Qué es lo que hace difícil entendernos? - LJA Aguascalientes
21/11/2024

Cuando me propuse poner un poco de orden en mi biblioteca, como buen deseo para este año de 2019, encontré, semi oculto entre otros, el libro El concepto de información en la ciencia contemporánea (Siglo XXI, tercera edición, 1975). El libro es la recopilación de una serie de conferencias y discusiones que tuvieron lugar en el Coloquio de Royaumont del año de 1965. Coloquios como el aludido se han venido celebrando periódicamente en la abadía de Royaumont, situada a unos cuantos kilómetros de París. (No sé si siguen celebrándose en tiempos más recientes).

En cada Coloquio se examinaba un tema específico y participaban científicos, filósofos, y diversos especialistas que exponían y discutían sus puntos de vista sobre el asunto propuesto para la ocasión. En el tema correspondiente al concepto de información en la ciencia contemporánea intervinieron distinguidos académicos. Entre ellos, Lucien Goldmann, quien ofreció una plática sobre un tema que tituló “La importancia del concepto de conciencia posible para la comunicación”.

Ya en alguno de mis artículos anteriores me he referido a ese concepto de conciencia posible. Pero la relectura de la exposición de Goldmann sugiere nuevas perspectivas que he querido compartir con mis lectores por dos razones. La primera es que a pesar de su “antigüedad”, las ideas sobre la noción de conciencia posible siguen pareciéndome válidas. Además, introducen una distinción crucial en la explicación de ciertos fenómenos sociales asociados a la comunicación, que suele pasar desapercibida. Se trata de la distinción entre conciencia real y conciencia posible. La otra razón es que en los atribulados tiempos que vive nuestro país, las consideraciones derivables de esa noción podrían sugerir algunas posibilidades de mejora en la comunicación pública.

Por lo que hace a la primera de las razones, es decir, aquella que establece una cierta distinción entre conciencia real y conciencia posible, Goldmann escribe: “Se trata de un hecho extremadamente importante que lleva claramente a poner en duda toda la sociología contemporánea en la medida que está centrada más sobre el concepto de conciencia real que en el de conciencia posible”.

De la observación previa puede desprenderse una consecuencia que implica una situación sugerente: si los métodos de obtención de datos en materia de sociología como encuestas y otros procedimientos recaban información sobre lo que la gente efectivamente cree, es decir, sobre su conciencia real, no generarán elementos para evaluar la noción de conciencia posible. Y ésta es la práctica habitual. Es decir, no se obtienen datos para evaluar qué pasa con lo que los miembros de un grupo serían capaces de creer sin que cambie la naturaleza esencial del conglomerado humano al que pertenecen. Si esto es así, no se dispondrá de datos sociológicamente significativos para explicar ciertos fenómenos propios de la comunicación en el seno de una sociedad. Esto es, el examen de los datos de la conciencia real puede conducir a errores que distorsionen la explicación de fenómenos de comunicación social que serían explicables si se recurriese al concepto de conciencia posible. Por consiguiente, un problema sociológico relevante radica en saber cuáles serían los cambios susceptibles de producirse en la conciencia de un grupo de individuos sin que haya una modificación en la naturaleza esencial del grupo al que pertenecen. Tal situación sería su conciencia posible. Este enfoque se diferencia del tradicional, enfoque que se centra en saber qué es lo que efectivamente cree un determinado grupo de personas. Expresado un tanto más esquemáticamente: lo significativo es tratar de conocer la amplitud de la conciencia de los grupos sociales para recibir comunicaciones que transmiten ideas distintas a las que les son propias. Sobre todo, si aceptarlas implicaría admitir concepciones del mundo y modos de vida diferentes a los que han mantenido hasta antes de esas nuevas opciones planteadas por la información que les es transmitida.

Según Goldmann o, mejor dicho, según mi interpretación de lo que dice este autor, hay diferentes situaciones que actúan como filtros de los significados en los procesos comunicativos; en la recepción de las comunicaciones hay opacidades: unos significados se aceptan y otros no. Recordemos que en este contexto la comunicación no solo se ejerce mediante la lengua escrita o hablada; también los comportamientos de miembros de una comunidad o de grupos de esa misma colectividad pueden transmitir significados. Ahora veamos cuáles son estos filtros que crean opacidades en los procesos comunicativos.

En el nivel más elemental están las perturbaciones de orden psicológico. Personas que han sufrido traumas de algún tipo, sobre todo en su infancia, tienden a rechazar o deformar informaciones que les recuerden los hechos o situaciones que dieron lugar a su condición sicológicamente anómala. En este caso se trata de opacidades de la conciencia individual de los afectados. Hacer pasar información en individuos sujetos a las limitaciones señaladas implica tratamientos psíquicos, pero con pocas implicaciones en el nivel social general.

Otra limitación es la carencia o insuficiencia de información y/ o conocimientos previos a una comunicación dada. Empleo, para ilustrar el punto, una paráfrasis sobre un ejemplo del propio Goldmann: si me dicen que la energía es igual a la masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz, no entendería el significado de esa expresión. Para comprenderla requeriría una sólida formación previa en la mecánica relativista.

Un tercer obstáculo, ya de orden sociológico, aunque todavía limitado, sería, por ejemplo, el de un grupo particular de individuos los cuales, dada su conciencia real, ofrece resistencia a las comunicaciones que los contradicen. No las aceptan en virtud de su experiencia pasada y de sus conocimientos presentes. Un ejemplo notorio es el caso de los 100 científicos soviéticos que se pronunciaron en contra de la teoría de la relatividad de Einstein. Su objeción se fundaba en que aceptar las ideas de Einstein implicaría severas dudas sobre de la validez de algunas nociones fundamentales del marxismo-leninismo. Y no hay que olvidar que esta situación se daba cuando ya existía evidencia empírica suficiente en el sentido de que Einstein había ofrecido una explicación científicamente correcta de la gravedad. Por cierto, se dice que Einstein comentó: ¡por qué tantos! si estuviera equivocado bastaría con los argumentos de uno solo.


El cuarto obstáculo es el que caracteriza con mayor propiedad la noción de conciencia posible. Para ilustrarlo describamos una situación virtual. Supongamos que dos grupos sociales tratan de establecer un proceso de comunicación con el propósito de que los argumentos de un grupo sean aceptados por el otro grupo. Si la aceptación de esos argumentos implica la modificación de las características que definen la identidad del grupo receptor, entonces no serán aceptados o, mejor dicho, serán radicalmente rechazados o deformados, con independencia de si son válidos o no. Para que la información pueda pasar de un grupo a otro es necesario que sea compatible con la conciencia posible del grupo al que se envía; si rebasa ese límite, la comunicación entre esos grupos se torna imposible.

Un ejemplo histórico de esta situación se encuentra en el caso de la Revolución Industrial. Los trabajadores textiles manuales en Inglaterra no disponían de una conciencia posible que les permitiera aceptar el significado del trabajo mecanizado. Ese rechazo se debió, en términos de la noción de conciencia posible, a que aceptar las ideas sobre la industrialización mecanizada negaba su experiencia laboral y debilitaba o anulaba su identidad como gremio. Es decir, su conciencia posible no alcanzaba a asimilar el significado de esos cambios drásticos. De ahí su rebelión contra el trabajo mecanizado.

En el caso de las comunicaciones entre grupos políticos que circulan actualmente en nuestro país en distintos medios, incluidas las redes sociales, la permanente descalificación que se da entre ellos podría deberse, me atrevo a conjeturar, a que ninguno de esos grupos ha evaluado la conciencia posible de sus interlocutores. En consecuencia, ninguna información enviada por un grupo es aceptada por el otro: el proceso de comunicación pública en nuestro país está, creo, drásticamente fragmentado.

Es cierto que hemos sido educados y formados a partir de valores de la cultura occidental que supone que somos seres humanos que fundan sus razonamientos y sus acciones en procedimientos racionales. Pero una gran variedad de acontecimientos pasados y presentes nos muestra que en todo caso esa apreciación es, a lo más, parcial. Sin embargo, seguimos procediendo como si fuésemos íntegramente racionales. Creemos que si nuestros argumentos están lógicamente bien fundados los interlocutores que los reciben tendrían que aceptarlos sin mayor resistencia. Hay evidencia suficiente que muestra que no es así. Ni en la más “racional” de las disciplinas hay acuerdo: en matemática, miembros de la escuela formalista y partidarios del intuicionismo no cesan en sus controversias acerca de la “verdadera” naturaleza de su disciplina.

Confieso que no conozco el camino que conduciría a una solución de esta incapacidad comunicativa en el ámbito de los grupos políticos en nuestro país. Debo conformarme, por ahora, con haber señalado un tema que me parece que podría resultar de interés para reflexionar sobre nuestras capacidades de discusión pública. Con mi incorregible optimismo, eso espero.

 


Show Full Content
Previous Coaliciones ausentes / Debate electoral
Next min / Esencias viajeras
Close

NEXT STORY

Close

Se queja Acción Nacional por la postura del PRI ante el debate venidero

17/06/2013
Close