Regalos y algo más
Sabiduría popular
El mito. Hace un tiempo escribí un texto -titulado “Nadie”- acerca de Nadie, un vaquero tramposo e ingenioso interpretado por Terence Hill en el spaghetti western Il mio nome é Nessuno. Antes de pasar del mundo fantástico de la película -en que dos estilos de cine, dos estilos de ser vaquero y dos posturas ante la vida se enfrentan entre sí- al pedestre objeto de mi texto, señalé una obviedad: Nadie es Ulises.
Recién terminé de leer, otra vez, La historia sin fin, de Michael Ende. Abro paréntesis. Borges sentía gran aprecio por el título en español de Las mil y una noches; afirmaba que “mil”, para un vasto nosotros, remite al infinito, y que decir “mil y una noches”, por lo tanto, era “agregar una al infinito”. Abro paréntesis. Borges también dijo que los años liman la discordia entre el irreal mundo de los libros y el mundo cotidiano y común. Cierro paréntesis. “Y lo que le sigue” es otra linda instancia del tipo. Cierro paréntesis. “Interminable” e “infinita” son ambas traducciones respetables de unendliche; no obstante su transparencia, se ensucian de obstinación hasta el hastío. “La historia interminable” como título aburre, “La historia sin fin” no sólo es hermoso sino que da gana de leer el libro.
La primera mitad de la novela cuenta que un niño lee una novela. La primera parte de la novela que lee el niño cuenta una canónica historia de héroes: la niña emperatriz de Fantasía ha perdido su nombre -“el nombre que le era dulce sustancia”, si antes la emperatriz se llamaba Alejandra- y eso es, lo sabemos, tan terrible que no tiene nombre, al grado de que Fantasía sucumbirá a la Nada si la emperatriz no deja de ser Nadie. Atreyu es el héroe que habrá de buscar al ser humano del mundo real -inexorablemente subordinado a nuestro mundo, más real- que nombre a la emperatriz.
En su recorrido Atreyu se topa con Gmork, un licántropo de doble naturaleza dual -es hombre y es lobo, y puede vivir tanto en Fantasía como en el ficticio mundo real que habita Bastian, el personaje de la novela fuera de la novela-. Cuando Gmork le pregunta su nombre, Atreyu responde “Nadie”. De alguna manera, el héroe busca confundir al monstruo. Ulises engaña a Polifemo una vez más. Abro paréntesis. Las mil y una noches incluye dentro de otras historias, las historias que Sinbad, el rico marino aventurero, cuenta a Sinbad el pobre cargador. Abro paréntesis. La multiplicación sin fin de los nombres tiene como consecuencia última su irrelevancia, muchos Sinbades es menos Sinbad cada uno. Cierro paréntesis. Y estos dos sinbades, hijos de Ulises, son a su vez hermanos mayores del capitán Nemo, de Verne. Cierro paréntesis.
La segunda mitad de la novela -de las dos novelas-, cuenta que el niño lector, después de nombrar a la emperatriz -porque predeciblemente así debía ser-, es incorporado a Fantasía. Bastian y su alter ego, Atreyu, viven aventuras en paralelo hasta que el primero, cortazarianamente, se desgaja línea a línea de lo que lo rodea y se apodera de Fantasía, no sin pagar un gran costo: su memoria. El último recuerdo que Bastian pierde es el de sus padres; el único recuerdo que le queda es su propio nombre. Abro paréntesis. Ouroboros es una serpiente que se devora a sí misma. El Auryn, símbolo de la emperatriz y de la novela que lee Bastian representa un Ouroboros duplicado. Abro paréntesis. Las dos mitades de la novela, de la que leí yo, se complementan y consumen mútuamente; se responden, hablan entre ellas, como Sinbad habló con Sinbad. Cierro los dos paréntesis.
El nuevo nombre de la niña emperatriz restaura un mundo. La conservación del antiguo nombre de un niño restaura otro mundo.
Nadie fue un pretexto, entonces, en otro texto, para hablar sobre este mundo. Esta ocasión su función fue permitirme hablar específicamente sobre la Nada y algo más. El mito.
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