Dilema del buen gobierno / Opciones y decisiones - LJA Aguascalientes
22/11/2024

A distancia de diez años, y seguramente por razones distintas, nos topamos con el desafío de asumir nuestra condición de ciudadanos frente al Estado, y más precisamente frente a un modo de gobernar en turno. En aquel entonces estábamos cimbrados por los efectos todavía muy visibles del gran derrumbe financiero internacional acaecido en Wall Street, durante el septiembre negro de 2008. Y del que comenté: “Ante evidencias tan flagrantes de un estrepitoso fracaso mundial de las tesis neoliberales a ultranza, todavía no atinamos a desvelar su enmascaramiento destructor y desolador de sociedades periféricas, como la nuestra mexicana y aguascalentense, como para poder reaccionar, bajo un nuevo imperativo histórico de emanciparnos de a de veras de ese yugo anti-moral y económicamente desestabilizador de naciones y pueblos enteros”. (Nota mía: LJA. Pacto anticrisis Ser Ciudadano. 23/03/2009).

Eso por el contexto mundial. Al interior de México, se presentaba un cuadro agudamente cuestionador: “Nuestra impasibilidad ante estos hechos consumados, que hoy es emergente a través de todos los poros de nuestro cuerpo físico y social, solamente es explicable por un simple, pero largo y complejo proceso de ‘despolitización’, intencionalmente concebida e inducida, por los mismos agentes centrales que promovieron el nuevo mundo paradisíaco que asigna el bienestar de la sociedad civil, por las solas fuerzas y dinámica del mercado capitalista; lo urgente era sacar literalmente al Estado Nacional de su compromiso histórico con clases y bases sociales, de su vinculación con los sectores de la producción; de su pacto con los gremios, sindicatos y grandes centrales obreras y campesinas que dieron razón histórica a su representación universal de clases sociales.

“Todo ello botado y votado por un paraíso del consumo y disfrute a corto plazo, de no importa qué insumos innecesarios, pero apetecibles por su pretendida asignación de ‘status social’. En efecto, fuimos domesticados para vivir en este sueño despotenciador de los sueños reales, de conquista personal y social por un auténtico crecimiento y desarrollo, tan igualitario como fuera posible, y tan equitativo como jurídicamente fuera instrumentable.

“La desolación y la exclusión que hoy sentimos, es real. Se hace por fuerza una interpelación histórica. Debemos hacer conciencia de nuestro papel protagónico como sociedad civil que somos. Es decir, debemos tomar en serio y con bríos aquel sentido de pertenencia social y política del “civis-is” (el ciudadano) frente a su Re-Pública”. (Cfr. Ut supra, Pacto anticrisis…, ibídem).

Hoy, salvado ese hiato de diez años, nos topamos de nueva cuenta con el dato duro de nuestra frágil “civilidad”. Con toda la efervescencia política causada por la transición al nuevo gobierno, de la cuarta transformación nacional, pareciera que sería lógico esperar una franca y contundente reivindicación de “lo social” y, con ello, de la gran reconfiguración de la estructura y dinámica de la sociedad civil. Ese, al menos desde una pretendida revolución democrática, sería el objetivo esperado de un multivoceado “cambio de régimen”.

Pero tal vocinglería, sistemáticamente mañanera, no da visos de ir por esos caminos reivindicativos de “lo civil”. Como lo demuestra el drástico recorte presupuestal destinado a las guarderías infantiles. “López Obrador aseguró que por esta situación se están registrando manifestaciones, como en el caso de las guarderías infantiles y organizaciones campesinas. Dijo que hay irregularidades en el manejo de los recursos en esos dos casos; indicó que, aunque haya manifestaciones, toma de oficinas y cualquier presión, ya no se se destinará ningún recurso público para organizaciones” (Fuente: El Economista. Jorge Monroy. Estancias infantiles y entrega de programas integrales destacan en conferencia de AMLO. 7 de febrero de 2019).

Lo que abre, al parecer, un largo paréntesis en la interlocución de lo que han venido siendo las mediciones al uso de la sociedad civil, que se instauraron sobre todo a partir del régimen de participación social que indujo el programa nacional de Solidaridad, con Carlos Salinas de Gortari -que conllevó por cierto una fuerte desincorporación de las mediaciones necesarias protagonizadas por el corporativismo de Estado-; y siguió prosperando en la etapa de profundización del neoliberalismo administrativo con los sucesivos presidentes regentes, particularmente el gran des-estatizador y desincorporizador, Ernesto Zedillo Ponce de León; seguido de la boyante prosperidad de las ONG con Vicente Fox Quesada, luego reinventadas durante el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa en las OSC, y desde luego las mediaciones empresariales fortalecidas –de corporativos monopolizadores, llamados elegantemente “empresas preponderantes”- durante el régimen de las reformas estructurales del próximo pasado, con Enrique Peña Nieto.

Las consecuencias actuales son alarmantemente elocuentes: de dineros públicos, nada para las manos corruptas de “lo civil”, siempre sospechoso de manejos turbios, todo para el Estado sin mediaciones y directamente al pueblo, es decir a los ciudadanos particulares, vía única de la canalización digitalizada por tarjetas bancarias, desde el tesoro de la Secretaría de Hacienda a la bolsa de los y las cabezas de familia. ¡Ajá! Sí, pero como aludiendo a la cínica expresión del Jefe Diego: – Del supremo gobierno… a los descalzonados. E inmediatamente hace surgir la pregunta: ¿y qué con las instituciones intermedias? ¿Las borramos de un plumazo? ¿Cómo un-a abuelo-a va a sustituir a un cuadro profesional de prestadores de servicios de las estancias ya sean infantiles o para cuidado de los adultos mayores?

Este acre correctivo rasante, de acabar integralmente con la interlocución de organismos vivos de la sociedad civil frente al Estado, lo que instala en los hechos es una ventanilla burocrática única para atender las demandas sociales; de ello a la instalación de una única mediación burocrática de funcionarios megalocéntricos y omnipoderosos -para brindar bienes, servicios y satisfactores necesarios- para el bienestar de la sociedad, los entroniza en los hechos como dispensadores de dádivas, favores y mercedes, aparte de arbitrariamente discrecionales, en ominosamente discriminatorias, autárquicas e inequitativas para el todo social. Es la vuelta, sin más, al férreo esquema de los cascos de haciendas monopolizadoras sobre los peones acasillados y sus deleznables “tiendas de raya”.


Sólo para contrastar este tipo de narrativas, me parece oportuno citar la voz de un presidente al prestar juramento del cargo, me refiero a Obama, el que fuera Presidente de los Estados Unidos, quien pronunció en el acto mismo de su toma de posesión: “Pero aquellos valores de los cuales depende nuestro éxito -honestidad y duro trabajo, coraje y juego justo (“fair play”), tolerancia y curiosidad, lealtad y patriotismo- estas cosas son viejas. Estas cosas son verdaderas. Ellas han sido la fuerza silenciosa del progreso a través de nuestra historia. Lo que se requiere, entonces, es el regreso a estas verdades. Lo que se necesita de nosotros ahora, es una nueva era de responsabilidad, (…). Este es el precio y la promesa de ciudadanía”. Así se expresó desde el Capitolio. (EFE. Washington. 20 enero, 2009).

Este elocuente llamado a “una nueva era de responsabilidad”, no induce a la supresión de las mediaciones institucionales para procurar el bien común y el buen gobierno, antes bien señala los valores que demostraron ser las ideas-fuerzas de los padres fundadores de la patria y que paso a paso construyen la prosperidad de una nación. La lucha anticorrupción también pasa por estos derroteros, por eso importa el impulso a la renovación moral de la sociedad. El cual también se finca en el arte de gobernar, del que tuvo especial cuidado un agudo pensador político:

“Donde hay un bien cierto y un mal incierto, no se debe dejar el bien por temor al mal”. Fray Timoteo, Acto III, escena undécima, “La Mandrágora” (1512) de Nicolás Maquiavelo. A esta sentencia se le conoce como el principio de seguridad, que para un príncipe o gobernante debiera ser el fundamento de un buen gobierno. [email protected]  

P.S. Expreso mi más cordial y entusiasta felicitación al Lic. Francisco M. Aguirre Arias por su designación como comisionado del Comité de Participación Ciudadana, del SEA, a quien auguramos un excepcional y cívico desempeño por Aguascalientes.


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