La violencia puede ser estética, puede ser horrible, pero también hay cierta honorabilidad en ella - LJA Aguascalientes
21/11/2024

  • Entrevista a Alejandro Paniagua, acerca de Tatuajes de un mexicano herido
  • Los personajes que habitan este libro son personajes heridos, pero que han decidido llegar al fondo de sus infiernos, conocer de frente a sus demonios y observarlos a los ojos

 

El tema de la violencia en nuestro país ha sido abordado desde la literatura desde diferentes ángulos y puntos de vista en los últimos años. La complicada situación de orden público por la que hemos atravesado le ha dado temas y materiales a los ensayistas, narradores y poetas, para acercarse a un tema complicado y doloroso, cuya solución no se encuentra a la vista en este momento.

El quehacer poético no ha sido ajeno a esta preocupación, y diferentes poetas se han acercado y han abordado las diferentes manifestaciones que tiene la violencia en nuestro país. Sin embargo, son pocos los títulos que abordan este tema desde una perspectiva más personal, algo que realiza el poeta y narrador Alejandro Paniagua en su más reciente libro de poesía titulado Tatuajes de un mexicano herido, publicado por Fá Editorial.

Libro de poesía narrativa, que retoma y nos presenta a varios personajes cuyo hilo conductor es la violencia cruda, descarnada. Violencia hacia los otros y hacia sí mismos, violencia sempiterna, que los impulsa a seguir vivos, a pesar de que saben que la violencia es una corriente que los arrastra hacia regiones densas, pesadas, en donde los golpes, las heridas, las cicatrices, se mostrarán como signos de una caída que parece no tener final.

La poesía de Tatuajes de un mexicano herido no tiene concesiones y navega entre la realidad y las posibilidades de un país que se desmorona, de una sociedad que ha venido desarrollando una resistencia ante el asombro cada vez más grave, cada vez más profunda. Los personajes que habitan el libro de Alejandro Paniagua son personajes heridos, pero que han decidido llegar al fondo de sus infiernos, conocer de frente a sus demonios y observarlos a los ojos. Paniagua nos presenta así a una caterva oscura que no se detiene ante el dolor y las heridas. Al contrario, disfruta el sabor de la sangre, la degusta. Los personajes presentados en esta suerte de cuadros poéticos-narrativos, son seres que gozan de infringir e infringirse dolor. Y ante esta realidad, es donde surgen las preguntas, las dudas, ya que estos personajes son, sin duda, un reflejo vívido de lo que vivimos como sociedad. Son personajes que nos interpelan, que nos cuestionan, que nos desnudan, porque nos muestran las heridas y las catástrofes que hemos construido y hemos ayudado a construir: Violencia intrafamiliar, violencia contra las mujeres, hombres que disfrutan de las peleas, que han encontrado en la violencia un lenguaje con el cual manifestarse y posicionarse ante el mundo, diciéndonos, “yo soy esto, soy este cuerpo, soy sangre, soy heridas, soy cicatrices”. Hombres que se nos presentan como heridas abiertas, punzantes.

Alejandro Paniaguas es autor de la novela Los demonios de la sangre, que en 2016 obtuvo Mención Honorífica del Premio Lipp de Novela. Además ha sido ganador del Concurso Latinoamericano de Cuento Edmundo Valadés.

Javier Moro Hernández (JMH): Uno de los temas centrales del libro es la violencia, que se da en diferentes niveles ¿Cómo se toma la decisión de abordar el tema de la violencia desde la poesía?

Alejandro Paniagua (AP): Me considero un tipo violento, y toda la vida lo he sido, de hecho hubo una época en mi vida en la que me agarraba a putazos todo el tiempo, todos los días, pero llegó un momento en el que empecé a perder más peleas de las que ganaba, y dije tengo que cambiar algo y empecé a ir a terapia, empecé a meditar, pero la violencia es parte de mi vida, ya más controlada, pero es por eso que me interesaba hablar del tema, pero como dices, hablar de diferentes tipos de violencia: violencia de género, violencia intrafamiliar, militar, contra uno mismo, todos esos tipos de violencia están en el libro.

JMH: En los últimos años lo que hemos visto desde la literatura es cómo se aborda la violencia hacia los otros, contra los migrantes, o la violencia del narcotráfico. En tu libro se aborda el tema de la violencia contra uno mismo.


AP: Sí, tiene mucho que ver con eso, abordarla es ponerte frente a un espejo, porque también he tenido muchos problemas con el miedo, sobre todo con el pánico, he tenido ataques de pánico toda mi vida, y llegó un momento en el que no podía salir de mi casa, porque justamente los ataques de pánico eran muy violentos, y a mí me da miedo un montón de cosas, algunas absurdas como las piñatas de Batman, me da miedo despertar y estar transformado en otra cosa, y todos estos miedos son reales y me angustian y me angustian mucho, pero también me da miedo no ser un hombre honesto, no ser un hombre íntegro, y creo que todo esto tiene que ver justamente con que mi mente es muy violenta conmigo mismo, es decir, me castigo mucho a mí mismo, me hago mucho daño a través de mi pensamiento, y entonces el libro también tiene que ver con eso.

JMH: Y por otro lado, es una violencia cotidiana, es una violencia de todos los días. Y la poesía, en muchas ocasiones, se ha olvidado de estos temas cotidianos.

AP: Claro, es que yo no creo mucho en el tema del lirismo, de hablar de ti pero desde la exaltación y la belleza, yo quería hablar de la peor parte de uno, y creo que la belleza sigue estando en la musicalidad, en el ritmo, pero no en el tema, porque el tema es escabroso, es terrible, y la violencia nunca va a ser bella, pero puedes presentarla de una manera hermosa.

JMH: Hay un proceso de estructura interna de los poemas que me llamó la atención: Tienen un ritmo poderoso, son ágiles,  hay mucha musicalidad, pero los versos están construidos desde la falta de afectación lírica.

AP: También me interesa mucho la poesía narrativa, de hecho a mí los poetas que más me gustan son los poetas que son narradores al mismo tiempo, Bataille, Carver, Thomas Bernhard, Daniel Sada, me gustan mucho los escritores que hacen las dos cosas, pero que siguen narrando al mismo tiempo, además mi primer encuentro con la poesía fue con La Ilíada, entonces crecí pensando que la poesía era para narrar, ya después me di cuenta de que la gente no cree en eso, pero la idea del libro era hacer pequeñas historias que tuvieran una estructura de cuento, un planteamiento, un desarrollo, un final contundente, pero que se presentaran en versos.

JMH: ¿Qué te preguntas cuando empiezas a escribir un poema?

AP: Sobre todo me preguntó mucho sobre mí, sobre el porqué hago tantas cosas terribles, yo tengo un lado oscuro que sin trabajo hubiera sido muy complicado salir de él, pensé que si quería tener una pareja tenía que trabajar ese lado violento, y durante once años no tuve pareja hasta que me sentí listo de no sentir este impulso de violencia, entonces siempre está esa pregunta de cómo poder cambiar lo que está mal en mí.

JMH: ¿Qué hay detrás de la violencia? ¿Qué la impulsa?

AP: Creo que es una gran necesidad de afecto y un gran dolor en el fondo, lo que quieres es cercanía, creo que tiene que ver con el contacto físico, creo que es una soledad muy grande lo que motiva a la violencia.

JMH: Hay algunos poemas del libro que me llamaron la atención, justo porque no reniegan de entrada al lado oscuro de la sicología de los personajes, se van de lleno a entender la sicología de los personajes.

AP: En el lado oscuro se trabaja con el lado oscuro, en el Budismo ese lado oscuro es llamado “el veneno”, pero una de las cosas es que no lo niegas, trabajas con él, es decir, te enfrentas a ello. Porque tienes que trabajar con tus pensamientos y tus sentimientos negativos, sí creo que el lado oscuro de las personas se manifiesta de una manera tangible, y puede acabarte, puede devastarte.

JMH: ¿La violencia consume a los personajes de este libro?

AP: Sí, por supuesto, al final de cuentas sí, y por eso es tan importante tratar de cambiarla, y nadie puede cambiarla, más que uno mismo, es decir, es un trabajo personal. Incluso médicamente, ya hay medicinas que pueden revertir estas situaciones, estas pulsiones. Lo personajes del libro, por ejemplo, están orgullosos, se jactan de su violencia, porque la violencia es como cualquier elemento, puede ser estético, puede ser horrible, pero también hay cierta honorabilidad en la violencia, en una pelea  a golpes puedes aceptar tu derrota, y ahí se acabó, creo que ahora ya no hay honor, ahora ya no existe eso, y estos personajes aún tienen este tipo de honor.

JMH: Ir al fondo de estos personajes, reconocer ese lado oscuro, también permite que el lector pueda reconocerse en alguno de esos rasgos, en algunas de esas pulsiones violentas.

AP: Sí, por supuesto, y eso es algo muy importante eso, que sea una especie de espejo, y por eso hay tantas clases de violencia y tantos niveles distintos, porque seguro que algún lector se puede encontrar en alguno de ellos.

JMH: ¿Cómo se fue armando este libro de poesía?

AP: En realidad dejé de escribir poesía durante muchos años, escribí varios libros de narrativa, pero siempre me quedó esa espinita, pero soy muy clavado y el poema de “Tatuajes de un mexicano herido”, ganó un  concurso y para mí esa fue la señal para empezar a escribir los poemas siguiendo con ese tema, y empecé a escribirlo en una especie de trance, siempre muy disciplinado, pero además yo había pensado en estos poemas durante mucho tiempo, no me atrevía a escribirlos pero estaban en mi cabeza.

JMH: Quería preguntarte justo por el poema de “Tatuajes de un mexicano herido”, porque da la impresión de que si ese es el título del libro tendrá un elemento de violencia social, pero en realidad es un libro que nos habla de violencias personales.

AP: Sí, es más personal, pero la historia de ese poema es muy particular, porque durante un tiempo viajé mucho a Estados Unidos, en donde tenía amigos de todo tipo, pero sobre todo migrantes, y uno de ellos era un pandillero que estaba todo tatuado, y además le encantaba mostrar sus tatuajes para todos lados, y después de un tiempo regresé a Los Angeles y cuando pregunté por él me dijeron que lo habían matado, y fue algo muy triste y angustiante saber eso, y de ahí nace ese poema.

 


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