A Roberto lo conocí cuando por azares del destino, coincidimos en el Órgano Superior de Fiscalización, el profesionalismo de llevar a cabo las tareas y un gusto común por los libros y la política (cualquier cosa que ella sea) nos hizo amigos. Leer su columna (que comenzó en el sitio digital alchileaguascalientes) y los debates que provocaba, anidaron la idea de que sus palabras fueran más allá de la opinión semanal. Una imagen desde hacía meses rondaba en la cabeza del autor, un libro, pero que por diversas cuestiones no se había podido concretizar. Las causas y los azares, pusieron bajo la dirección editorial del suscrito y la editorial Fundación Epiqueia el alumbramiento de una obra, nos convertimos así pues en cómplices de su primer texto, de lo que él ha llamado, su inventario.
Dice el diccionario de la Real Academia Española, que el inventario y cito, es el “Asiento de los bienes y demás cosas pertenecientes a una persona o comunidad, hecho con orden y precisión” lo que vemos ahora en su libro es justamente eso, una relación con orden, de los bienes más preciosos de Roberto: sus ideas materializadas en palabras. Y esto es muy importante: su vocación política e intelectual no se queda en frases, sino que se transforma en letras, y es que, en nuestros días es tan fácil observar al demagogo, al intelectual de Twitter, al editorialista de Facebook, tan efímeros como falsos, tan pos-verdaderos, que hoy opinan y al día siguiente se desdicen, porque como dicen una cosa, dicen otra. A veces, es el peligro de las benditas redes, su dinámica acelerada que posibilita maniobrar con la opinión, las tendencias cambiando cada minuto, cada segundo. Por ello, este asiento de ideas, de forma ordenada y precisa, es importante, expone y fija para la posteridad la opinión de Roberto, y eso, es valiente, porque implica además exponerse a la crítica y al escrutinio social, porque genera la rendición de cuentas de la moral personal en el presente y el futuro.
Un nuevo libro presentamos a la sociedad hidrocálida, una obra que es valiosa porque además es independiente, no cuenta con apoyos gubernamentales o institucionales, sino que se abre paso al amparo del eterno entusiasmo y la especial jovialidad de Roberto. Es valiosa además, porque no solo implica el esfuerzo económico, sino que se traduce en meses de brío físico, de desvelos, de sentarse frente a la computadora y enfrentarse no tanto con la hoja en blanco, sino con el lector potencial de las palabras, por ello me honra enormemente y me complace ser contertulio en la fiesta donde entregamos un nuevo hijo, este pequeño opúsculo.
Roberto expone sus ideas y principios, porque el autor para nada oculta su tendencia hacia el Partido Acción Nacional, ciertamente esto puede generar una visión parcial de la realidad, pero esto no nos debe de asustar, porque, como dice el Apocalipsis: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente!” Y la posición de Roberto, para nada es tibia; en este sentido puede ser que no comulguemos con sus ideas, pero su libro, además de hacer énfasis en la ideología de Gómez Morín, refleja tolerancia ese valor que permite abrir el debate tan necesario en estos momentos para la democracia mexicana; incluso tal vez unas de las frases que más cita el autor sea aquel viejo apotegma atribuido al parecer falsamente a Voltaire: “No comparto tu opinión, pero daría mi vida por defender tu derecho a expresarla”.
Tengo que hacer un mea culpa: lo que se presenta es un libro hermoso, pergeñado y construido por Roberto y su familia (la legal y la ampliada) en todo lo que a ellos corresponde; he de reconocer que también presenta algunos errores (dicen que una edición sin errores, está condenada al fracaso) de esos, los únicos responsables somos la editorial y un servidor.