Hace un año hice una nueva amistad tuitera. Pasa que regresé a la red social cuando sucedió el temblor del 7 de septiembre de 2017 ya que mi esposa, que es insomne, me comentó en algún punto de la madrugada que hubo algo en la CDMX. Me puse a leer del tema en Facebook y a ver vídeos, pero como soy un obsesionado de saber qué pasa (y algo workaholic) la memoria muscular me hizo ir a Twitter a buscar en tiempo real. Nada, ni siquiera Google, sirve para saber qué pasa al momento, sólo Twitter.
Como las listas de seguidores de LJA o Tercera Vía no me daban ese factor humano que buscaba, cambié a mi usuario personal (@masterq) para ver qué decían mi conjunto de seguidores, ese que llamo los primeros mil tuiteros de México ya que son la base de mi consumo por allá, la mayoría abonados entre 2007 y 2009, antes de los políticos y las celebridades. Y fue como volver a esos tiempos, observé mucho compañerismo, buenos deseos, hilos de madrugada y general un enorme ejercicio de relajación colectiva por parte de mis conocidos chilangos. Desde entonces, volví a tuitear.
O más bien volví a tuitear de manera regular y desde las tripas. Por el trabajo, a diario tuiteo y realizo minería de datos en la plataforma pero no encontraba ganas de la expresión personal en la red del pajarito. Encontré nuevas estrategias para amplificar un tuit, a partir del gran cambio que ha vuelto relevante Twitter para los normis: el feed por algoritmo, que hace que veamos un tuit de un pocosfollowers volverse viral (hablo desde 1 mil RTs) debido a que simplemente la rompió con algún comentario. Esto incentiva el realizar hilos (otra posmodernidad para una generación con fobia a bloggear) y en sí, ser algo pomposo y grandilocuente.
En medio de todo esto, y con algunos artículos de Tercera Vía que fueron leídos (gracias a tuits) por personas con las que siempre quise conectar, incluida una que veía en la tele cuando iba en prepa, me encontré con un viejo conocido que quiso intercambiar ligas y fue de las primeras personas que me habló de la división radical entre fachos y no-fachos en Twitter.
Viene lo bueno. Entrada la campaña electoral, por no ser partidario de Andrés Manuel López Obrador, este compa comenzó a tildarme de facho. Traté de tomar todo con humor, señalando que soy oposición, de la poca inteligente. Ganó López y el camarada comenzó su transformación, con principales ingredientes en una defensa algo nociva del presidente electo y el poner el mote de facho a cualquier persona que fuera crítica de la denominada cuarta transformación. Y así, para la parte de la comentocracia que no va a ForoTV pero son tuiteros recalcitrantes que miden el valor de los contactos en RTs (tengo poquísimos) y seguidores (sigo en 1500), me volví un facho.
Seguíamos teniendo debates por mensaje, este compa y yo, pero si les soy honesto tiene poco de divertido el dialogar con alguien que con falacias ad hominem busca descalificar las críticas hacia AMLO. Por ejemplo, al mencionar la avanzada priísta que hizo posible el triunfo de Morena como segunda fuerza en Aguascalientes, más allá de lonas de candidatos locales con López, sólo encontré negación y menciones de que si fueran tan burros no hubieran ganado. Hizo mutis cuando le comenté que históricamente en el estado era el porcentaje de voto de los proto-Morena (PRD antes de los Nájera y PT) no alcanzaba el 3%, siendo inexplicable cómo lo subieron incluso para ganarle al PRI, cuyo exgobernador colocó a sus compadres en la estructura. Pasaron las semanas y ya no he hablado directamente, en mensajes personales, con este tuitero que incluso me se tomaba a pecho el hacer una alusión poco respetuosa sobre el nuevo presidente electo. Como si lo estuvieran leyendo.
Insisto: así es Twitter ahora, de lo personal a lo macro. No hay debate ni calidad. Otra cosa odiosa es que las menciones sobre, por ejemplo, de iniciativas que Morena [con mayoría] no quiere descongelar por ego o alguna estrategia malsana de comunicación (véase el caso del tema del fuero y la manipulación de Tatiana Clouthier) inmediatamente son recibidas con agresiones y el argumento más idiota que ha visto la política en México: y por qué antes no dijiste nada. Aplicable a los 43, la guerra de Calderón, Javier Duarte o la Reforma Energética.
A eso se ha reducido el Twitter político: en una balanza de superioridad moral donde parece que se necesita una especie de tarjeta de admisión con la indignación. Pero, ¿quién administra esto? lo digo porque el medio de comunicación escrito que más daño causó a EPN es Animal Político. Nadie ha luchado más que ellos en el caso Veracruz, por decir uno de tantos, y ahora son objeto de una campaña de desprestigio por parte de bots y seguidores reales. Ahora se les asocia con un hombre (Claudio X. González) que apoya las investigaciones periodísticas incómodas, pero que no tiene inversión formal en la empresa y más bien sólo han republicado algunos reportajes o colaborado con sus reporteros. Veamos el absurdo así: de ser el medio anti Peña, ahora un montón de orates los están tachando de fachos. Así está el nivel y por eso mi obsesión sobre qué Twitter está plagado de falacias pensadas en descalificar al interlocutor con su pasado, una publicación de hace siete años, sus nexos comerciales o alguna nota que poco tiene que ver y busca distraer del tema.
Para todos los que generamos contenidos desde una postura de oposición, esto se magnifica. Nos tachan de fake news o quieren descalificar por el CV de algún miembro del equipo. Peor si eres un actante político, con respuestas prefabricadas sobre algo sucedido hace años, en todas y cada una de tus denuncias o quejas razonables.
Luego de hoy, 1 de diciembre, con la euforia despejada, me gustaría que aquellos que queremos un mejor país podamos intercambiar ideas (desde los medios, chats o Twitter) en paz y sin un debate tan pobre o sectario. Por favor.
[email protected] / @masterq