Dicen por ahí, estimado lector, que todo cambio genera incertidumbre y por supuesto resistencia al mismo, por ejemplo, cuando en una empresa donde las cosas han marchado bien por un considerable número de años y de pronto se presenta una transformación, un nuevo esquema de trabajo para no utilizar la gustada palabra del gobierno en turno, los colaboradores se sienten inquietos, incómodos y más si los nuevos altos mandos no comulgan con los antiguos esquemas laborales. Ya lo había invitado a esa reflexión, pero me parece prudente volverla a tocar, pues en esta administración las cosas van a tomar mucho tiempo para poder encontrar su equilibrio, el punto medio, la conciliación entre todas las piezas del complejo rompecabezas llamado México.
Se desató el problema entre los tenedores de bonos del Aeropuerto Internacional de México y el gobierno, lo han dicho hasta el cansancio los expertos en finanzas, saldrá más cara cancelar la obra que terminarla, incluyendo toda la inversión para remodelar la actual terminal aérea de la ciudad de México, la de Toluca y adecuar Santa Lucía; agréguele a eso la postura del Centro de investigación y desarrollo Mitre quien afirma que muchas de la líneas áreas internacionales que actualmente operan en el aeropuerto capitalino no lo harían en Santa Lucía ni Toluca. En fin, no quisiera seguir dándole vueltas al asunto pero a mí me parece que el señor presidente está gobernando a base de berrinches y buscando cómo fastidiar a sus adversarios, sus no simpatizantes; es más que obvio ver cómo las preferencias y gustos del jefe de las fuerzas armadas se impone y se hace su voluntad, disfrazada de consultas, ¿no le parece extraño que hasta la Madre Tierra le dio la bendición para hacer el Tren Maya y no el Aeropuerto Internacional de México? Bienvenidos a la democracia de la cuarta transformación.
Y si no fueran berrinches ni ganas de fastidiar al otro, entonces sus asesores están perdidos, no llevamos ni los famosos 100 días y las cosas cada vez se tornan más hostiles, la lógica nos hace pensar que tendremos un sexenio para el olvido.
Diversas han sido las reacciones con relación a la Ley de Ingresos y su plan de austeridad, primero el INEE (Instituto Nacional de Evaluación Educativa) y la posible desaparición del mapa, por ineficiente y por caro, según el análisis del presidente claro está, y luego el recorte al presupuesto a las instituciones de educación superior públicas y autónomas del país, es como cuando no es tu día y te tropiezas una y otra vez; no quedó de otra más que ofrecer disculpas y rectificar, claro, cuando los rectores levantaron la mano para manifestar su inconformidad y las marchas eran ya un hecho; austeridad en el manejo del presupuesto, fue lo que el presidente solicitó a estas instituciones a través de sus máximas autoridades. Se imagina un recorte entre los cuatro mil y cinco mil millones de pesos a ese rubro, cuando algunas universidades no ajustan con el presupuesto que se les asigna y le padecen para el pago de nómina o el mismo gasto corriente.
Ingenuo pensar que estas casas de estudio pueden sobrevivir sin apoyo gubernamental, sobre todo con la partida presupuestal reducida, yo entiendo que no hay dinero que alcance, pero no se debió ni siquiera pensar en la reducción de los recursos para la operación de estos centros educativos. Falta de experiencia, falta de tacto, o simplemente ocurrencia como lo que se percibe a la distancia.
Garantizar la salud, la alimentación y la educación de un pueblo asegura el desarrollo social y la recuperación del tejido social, sin embargo, cuando esto se utiliza como bandera política populista y además no se alcanza el objetivo, se corre el riesgo de fracasar estrepitosamente.
Espero no sea la administración de los berrinches, que de verdad haya una línea de acción, de trabajo, un objetivo bien definido, medible y alcanzable, ser optimista puede funcionar, hacerse de la vista gorda de lo que realmente está pasando sería irresponsable por parte de todos nosotros.
Qué desafortunado que nuestro presidente haya recortado 500 millones de pesos para Cultura, ahora tendrán menos dinero, cuando la base de la reestructura de todo este conflicto en el que nos encontramos inmersos es apostarle a cuadros de desarrollo y gestión cultural; y mire que no me refiero a los eventos de élite de acceso privilegiado, no, es el presupuesto para formar públicos que disfruten de los eventos culturales con el fin de elevar el nivel y la calidad de vida de la sociedad. Es formar creadores, apoyarles para que a través de su talento coadyuven al cambio de conducta y de percepción en la sociedad.
Es un hecho que la educación, como la cultura tienen su origen en el seno familiar y que las instituciones nos ayudan a formar, a pulir, a especializar, por tal motivo me parece completamente desafortunado el recorte al presupuesto para este rubro.
La cultura como siempre abandonada a su suerte, sin mayor empacho la máxima autoridad deja de inyectar 500 millones de pesos para invertir no gastar, esto no es un gasto es una obligación, tal vez lo que nos toca cuestionar y pedir cuentas es de esos cuatro mil o cinco mil millones de pesos que no se iban a canalizar hacia la educación superior, hacia dónde tenía pensado moverlos, qué mejor opción tenían para devengarlos, afortunadamente el señor presidente rectificó; pero ¿y los 500 millones menos para cultura?, cuál será su paradero, en qué lo va a gastar, a dónde van a ir a parar.
Ayer por la mañana una diputada dijo que corremos el riesgo de confundir la austeridad con la mediocridad.
La próxima vez que nos encontremos en este espacio de lectura y reflexión habrá pasado Nochebuena y Navidad, así que aprovecho para desearle unas felices fiestas en compañía de todos sus seres queridos y que el Niño Dios le traiga lo que siempre ha pedido y aún no llega (un Súper Tazón para mis Rams, por ejemplo), qué tal si ahora con la cuarta transformación hasta la corte celestial se cuadra.
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