Siempre esta época del año nos remite a un cúmulo de emociones que, en ocasiones, es difícil de digerir. Cerrar un ciclo, sea natural o autoimpuesto, conlleva una evaluación que, a manera de reflexión, nos indica si el camino andado ha resultado fructífero, si las actividades deben continuar ese cauce, o cambiar de derrotero, dar un golpe de timón y comenzar nuevamente otro ciclo.
Hemos llegado al final de año y, como en otras ocasiones ha sucedido, algunos enfrentamos este fin de ciclo contentos, otros lo harán tristes, melancólicos. Hay quienes verán en esta fecha algo intrascendente y habrá quienes estén deseosos de comenzar un nuevo año, con altas expectativas y próximos retos.
En materia electoral, este año fue un parteaguas en la historia política de México en general y la de la entidad en lo particular. De alguna manera fue la consagración del sistema electoral mexicano, pues se pusieron de manifiesto todas sus virtudes en la organización electoral, en la participación de la ciudadanía, y se demostró, nos guste o no, que el sistema funciona en cuanto para lo que está diseñado: la renovación periódica y pacífica de los poderes públicos electos democráticamente.
Es cierto que no todo fue miel sobre hojuelas. En algunos casos, los peores defectos del sistema político de igual manera salieron a flote, porque también, nos guste o no, vivimos en un país que se precia de darle la vuelta a la legalidad, y hasta acusa de ello denominación de origen. El sistema también nos ha enseñado que es perfectible, siempre y cuando exista voluntad política de hacerlo.
El sistema pasó la prueba del ácido a la que fue sometido, venturosamente la distancia entre el primero y el segundo lugar en la elección presidencial fue de tal amplitud que no hubo posibilidad de impugnar y con ello se despresurizó la contienda post-electoral. Sin embargo ese fue solamente un factor que contribuyó al éxito del proceso y esa es una variable que no se sabe si se dará en las mismas proporciones en procesos futuros. Esa condición fue accidental y a ella debe sumarse el trabajo coordinado de todas las autoridades en la materia que terminaron por entender que su trabajo se circunscribe al ámbito que efectivamente dominan.
Ese último es uno de los retos para las entidades que tendremos elecciones en este año que comienza. Más allá de otras variables ajenas a las instituciones electorales, como pudieran ser los candidatos contendientes o la judicialización extrema de la elección, la labor que será fundamental para cada una de las organizadoras de las elecciones en los estados, será la de fomentar la participación electoral, tras la elección más grande que ha vivido el país.
De ninguna manera estoy poniendo en la misma dimensión ambos procesos. Históricamente en la entidad, los datos graficados nos indican que la participación en las elecciones tuvo un máximo en la década de los noventa al inicio de la vida de los organismos electorales ciudadanizados, cuando resultaba una novedad ser sorteado funcionario de casilla y todo el procedimiento era, por naciente, algo digno de formar parte. Tuvo su cúspide alrededor del año 2000 con el fenómeno de la alternancia posible, y luego fue en franca decadencia, quiero creer que en buena medida eso ocurrió porque a la ciudadanía ya no le pareció relevante el tema asumiendo que el fraude electoral no podía darse desde el interior de la casilla, sino al corromper voluntades al exterior de la mesa de votación.
Para poner en perspectiva, la participación de la elección de este año en Aguascalientes equivale a la participación de 1995, en el boom de la función electoral ciudadana y solo por debajo de la participación histórica de la elección de gobernador en 1998.
En mi siguiente colaboración me gustaría hablar de esos próximos retos que vendrán en este nuevo proceso electoral, con el fin de incentivar la participación electoral con la convicción de que esa participación sea trascendental para la elección de la autoridad que se presume es la más cercana a la ciudadanía en cuanto a la satisfacción de necesidades colectivas primarias, y que lo son los ayuntamientos.
Por lo pronto, y ante la imposibilidad de hacerlo personalmente, te deseo felices fiestas, amable lector.
LanderosIEE | @LanderosIEE