- Pilar del Río, viuda del escritor portugués, encabezó el viaje colectivo hacia la conciencia política de José Saramago
- José Saramago amaba la literatura mexicana gracias a autores como sor Juana Inés de la Cruz, Juan Rulfo, Carlos Fuentes y José Emilio Pacheco
Con el recuerdo de las andanzas de José Saramago por México de fondo, especialmente en la selva de Chiapas, se reunieron algunos de sus editores y grandes amigos para hablar de su fervor activista, intelectual e insurrecto por excelencia, rasgos que siempre caracterizaron al Nobel portugués, a quien se recordó como parte del programa que Portugal preparó en su participación como Invitado de Honor de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
La mesa, moderada por la directora de la Feria, Marisol Schulz Manaut, comenzó con un mensaje en el que expresó el “gusto de que en este primer día estemos reunidos para hacer un muy sentido homenaje a la figura de José Saramago, quien tantas veces estuvo aquí, entre nosotros, que fue uno de los más asiduos a la Feria de la mano de Pilar del Río, su esposa, quien ahora preside la Fundación Saramago”.
Schulz Manaut dijo acudir a la mesa “en calidad de editora y amiga de Saramago”, para luego compartir con los asistentes que “cuando empezamos a fraguar este homenaje, veíamos la necesidad de hablar del amor que tuvo por México, haciendo un viaje a la conciencia política, viaje en el que quienes estamos aquí lo acompañamos durante mucho tiempo”, continuó, para leer después un fragmento del diario escrito por el portugués en 1997, en el que confesaba que estaba a punto de viajar a Chiapas y la emoción que esto le producía, más que como escritor para hablar de literatura, como ciudadano del mundo.
Pilar del Río, esposa de José Saramago y su principal traductora al español, expresó que el escritor conocía a México mucho antes de conocerlo en persona, porque conocía y amaba su literatura gracias a autores como sor Juana Inés de la Cruz, Juan Rulfo, Carlos Fuentes y José Emilio Pacheco.
Recordó también una ocasión en la que Saramago acudió a esta Feria y tuvo que firmar cientos de ejemplares a la gente que hacía largas filas,incluso fuera del recinto, a tal grado de que a su salida tuvo que sacar la mano de la ventanilla de su auto y, como estrella de rock, saludar a todas las manos extendidas a su encuentro. Esa noche, Saramago dijo que aquí, en Guadalajara, había ganado su nombre: José, como lo coreaba la multitud.
Años antes, contó Del Río, en una fiesta en honor al 40 aniversario de la novela La ciudad más transparente, Carlos Fuentes presentó a Saramago como un autor portugués y mexicano, presentación que tuvo tal impacto en él que desde entonces se presentaba así en cualquier parte del mundo. “Ese momento”, dijo, “fue para él como una partida de nacimiento”.
José, compartió Del Río, “decía que tenemos derecho a la injerencia, a hacer todas las críticas y todas las reflexiones”. Por esta razón, siendo México un país que él amaba, se involucró a fondo con la lucha zapatista que emergió en 1994. Varias veces visitó Acteal, el lugar donde ocurrió una masacre a manos de paramilitares. Ahí dijo: “Vengo a poner mis palabras a sus órdenes”. A partir de ese momento, fue portavoz de muchas causas por la libertad y dignidad desde una perspectiva de “humanismo comprensivo”, como definió su esposa, humanismo que habitó en todos sus libros y todos sus actos.
Los escritores mexicanos Sealtiel Alatriste y Hermann Bellinghausen también evocaron esos días que recorrieron el sur mexicano como guías de Saramago en los que, junto con Carlos Monsiváis, enfrentaron el horror en propia cara. El Nobel portugués fue siempre un defensor de los derechos humanos, pero también de los deberes que estos implican, por lo cual se sintió impelido a levantar su voz por el movimiento zapatista. Cuando llegó a Chiapas, contó Bellinghausen, dijo: “Estoy aquí porque no me da igual, porque es mi derecho y mi obligación”.