Estimado lector, ya que estamos a unos días de que termine el experimento político del regreso del PRI al poder, después de 12 años que el PAN ostentó la presidencia de la República, estamos ya en el momento justo para hacer un recuento de lo que fue este sexenio, sus cosas buenas, las cosas malas, y por qué no, podemos suponer, lo que pudo ser.
Así como actualmente vemos que Andrés Manuel hizo varias propuestas por si quedaba electo, y que parece que las va a cumplir, cuando Peña llegó al poder tenía dos propuestas principalmente: la primera, aprobar las llamadas reformas estructurales, que le darían al país un empuje necesario y la modernización que necesitaba para enfrentar el futuro globalizado, y derivado de esto, el crecimiento del 5% anual del PIB real.
El primero lo cumplió, se aprobaron las reformas estructurales y los logros de las mismas fue notorio en varios aspectos:
La reforma de telecomunicaciones busco primordialmente combatir los monopolios-oligopolios, obligando bajo ciertos mecanismos a bajar los precios de los servicios y aumentando los beneficios que se obtienen por el pago de estos. Actualmente, el pago que se hace por el servicio de telefonía celular, por ejemplo, tiene aparejado ciertos beneficios que hubieran sido imposibles de lograr sin ella.
La Reforma Educativa, cuyo objetivo primordial es elevar la calidad de la educación en México, empezó por lo básico; tener profesores de primer nivel, educados y competentes, para ello, es necesario evaluarlos. Esto llevó a tener conflictos con el sector magisterial de forma importante, conflicto que ha logrado ahora con López Obrador, que se cancele la Reforma Educativa.
La Reforma Energética tenía como objetivo dos cosas: una, poner los precios de los energéticos a valor de mercado mundial, ya que antes de esta reforma los precios de los hidrocarburos y sus derivados eran más caros en México que en el extranjero; y la otra, que Petróleos Mexicanos se quitara el lastre de hacer exploración para que se pudiera abocar a tener el 70% de las utilidades de las concesiones que haría a otros para explorar.
Las reformas fueron paulatinamente votadas entre los años 2012 y 2014, y cuando parecía que todo iba a ser ya crecimiento para el país, llegó el efecto inesperado para Peña. El precio del petróleo, uno de los ingresos principales del gobierno, bajo de 120 dólares por barril al precio de 28 dólares.
Al ver mermado de forma importante sus ingresos por conceptos petroleros, y tomar decisiones equivocadas que llevaron al tipo de cambio a tener un incremento brutal en un periodo muy pequeño, se echó mano del recurso más antiguo y vil para incrementar las arcas: los impuestos. Así, se aprobó que habría un impuesto especial a las gasolinas, que hace que consumir este energético en México sea todavía más caro que en el extranjero, derivado de precios bajos del petróleo. Por cada litro de gasolina que se consume, se pagan cerca de 7 pesos de impuestos, la mayoría de los cuales, es el Impuesto Especial de Productos y Servicios. El beneficio que se esperaba de la reforma energética se fue al desagüe. No se reflejó en el bolsillo de los mexicanos.
Este incremento de los bienes energéticos en general llevó a tener una inflación mayor a la esperada, y que el entonces gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, subiera la tasa de interés sin relación a los mercados internacionales, teniendo nuestra tasa de referencia actualmente ese “sobreprecio” por el pánico que tuvo de que se le desbocara la inflación y no se lograra el objetivo de 4%, que de todos modos, no se logró.
¿Cómo cierra el sexenio? He aquí algunas cifras:
El índice precios y cotizaciones de la bolsa mexicana de valores, tenía en el 1 de diciembre de 2012, un valor en puntos de 41,833.52, y al día 26 de noviembre tiene un valor de 40,072, es decir, perdió cerca de un 4.21% en seis años, mal negocio lo que invirtieron en acciones en este sexenio.
El tipo de cambio pasó de 12.939 a 20.53, una depreciación del peso de 58.66% en un sexenio.
La tasa de referencia, dada por los certificados de la tesorería, paso de 4.25% a 7.94%, un incremento de un 86.82%
La inflación pasó de 4.18% a 4.56%, un cambio de sólo 9%, pero hay que recordar que hubo una reforma en la forma de calcular la inflación, así que no puede ser comparable uno y otro en su totalidad.
El PIB per cápita pasó de 10,354 dólares por persona, a 8,860 dólares por persona, un detrimento de un 14.4%.
La deuda del gobierno pasó a tener los siguientes indicadores, la deuda externa pasó de 124,834 millones de dólares, a 201,811 millones de dólares, un incremento del 61.17%, la deuda interna pasó de 3,971,511 millones de pesos a 6,936,239 millones de pesos, un incremento del 74.6%
La deuda total del gobierno pasó de 5,586,733 millones de pesos a 11,052,182 millones de pesos, un incremento del 74.6%
En fin, un sexenio para el olvido, en el que se prometió mucho, y se logró poco, el detrimento económico se sigue sintiendo, y es por eso, que Andrés ganó. Ahora a esperar que esto mejore, y no se gobierne con ocurrencias.