Tengo la tierra que cuida el camino,
tengo las ramas de un árbol sin verde.
Soy quien protege la noche cansada,
tengo siluetas que vienen a verme…
Vienen a verme – Ile (Banda sonora de El Chapo)
Joaquín El Chapo Guzmán está en el banquillo de los acusados, bajo la custodia de la procuración de justicia norteamericana. A pesar de que su equipo legal hizo cualquier maniobra posible para evitar la extradición, el capo enfrenta ahora delitos graves en suelo estadounidense. Si la extradición fue o no un arreglo político, es irrelevante. Lo importante ahora es que comienzan a salir a la luz pública distintos aspectos del proceso judicial contra El Chapo. Entre estos aspectos, los más llamativos han sido -por supuesto- las declaraciones de su defensa en el sentido de que los titulares del ejecutivo federal mexicano actual y anterior recibieron millonarios sobornos del cártel de Sinaloa para que éste pudiera operar y crecer.
Esta bomba mediática (que mientras no haya evidencia permanece en el fangoso terreno de los dimes y diretes) pega bajo la línea de flotación de la actual administración federal, próxima a entregar el encargo con un saldo negativo en materia de seguridad pública, combate al narcotráfico, y política social para menguar la acción criminal. Como si Enrique Peña Nieto no tuviera ya suficiente mácula con las investigaciones insatisfactorias sobre la Casa Blanca, la Noche de Iguala, o el caso Odebrecht.
Esta bomba mediática pega, también, en la estrategia anunciada por el expresidente Felipe Calderón, de intentar formar un partido político nacional independiente del PAN, nutrido por la escueta base social que le apoya a él y a su esposa Margarita Zavala. No sobra recordar que la violencia virulenta del crimen organizado, y la respuesta desorganizada del estado mexicano, comenzaron en su sexenio con la llamada Guerra Contra el Narco: un aspaviento bélico para agitar un avispero que la autoridad ni entendía ni pudo controlar, y que devino en una sangría nacional propia de guerra civil.
La bomba del Chapo pega también en el imaginario colectivo sobre la impunidad y la procuración de justicia en México. El capo tuvo que ser juzgado en un tribunal extranjero para que -en principio- no se escapara otra vez y -a partir de ahí- encarara a un juez en condiciones perceptibles de imparcialidad. La percepción de la impunidad en nuestro país es desastrosa. Esta percepción sobre que es posible cometer delitos y salir bien librado ha incentivado lo peor de nuestro entramado social en aspectos que van desde los delitos del fuero común, hasta los del fuero federal, pasando por la escandalosa corrupción pública de todos los colores y fuerzas políticas.
La bomba de El Chapo pega, además, en el nuevo gobierno que -apenas tome funciones- deberá de responsabilizarse de investigar y deslindar cargos contra los actores que hayan cometido (de manera probada) actos de corrupción y delito derivados de la acción criminal de Guzmán Loera. A pesar de que muchos de los feligreses de López Obrador afilan hachas para cortar cabezas contra los corruptos de la Mafia (todavía) en el poder, nada se puede asegurar sobre la efectiva acción del gobierno entrante, por la vía de la Procuraduría General de la República, para llevar a cabo estas causas judiciales, sobre todo con los probados antecedentes de AMLO respecto a otorgar un “perdón” anticipado a sus derrotados adversarios políticos; mismo “perdón” que le ayudó en campaña con muchas figuras impresentables que, desde el malvado PRIAN, alcanzaron la absolución morenista y fueron recibidos en la ecclesia de Morenamlo.
Como fuese, en el tribunal norteamericano ya desfilan como declarantes varias figuras importantes en la trayectoria criminal de Guzmán Loera. Otrora aliados, o adversarios, ahora son testigos de cargo en una causa judicial que -al menos- dará trama para la intriga político-policiaca de los periódicos y las series de Netfilx; pero, desde ya, comienza a hacer sentir los efectos de la onda expansiva de una bomba que -por el bien de la república- esperemos que derive en nuestra propia guerra contra la impunidad, la corrupción, y la injusticia.
Obituarios
En la misma semana fallecieron el autor de cómics Stan Lee y el escritor y pensador Fernando del Paso. Si bien, el primero moldeó el imaginario de varias generaciones con sus personajes fantásticos, sobre él pesan acusaciones de abuso que ensombrecen su biografía. Mientras tanto, el segundo dotó de identidad literaria a un país urgido de pensadores de esa talla. Dos luces se apagan, y aunque todos los lutos son iguales, y la muerte es un final irrevocable para todos; el hecho de publicitar nuestra pérdida por el fallecimiento de uno o de otro, sí habla de quienes somos, y de por qué estamos como estamos.
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