Entrevista al escritor Daniel Saldaña París, sobre El nervio principal - LJA Aguascalientes
21/11/2024

 

La memoria como un recurso para reconstruirnos, para entendernos

En la duda ante la memoria está en el origen de la ficción. Recordar a medias es el grado cero de la ficción, llenamos los vacíos y torcemos las imágenes y forzamos las coincidencias para crear un sentido, una sensación de dirección, de flujo, de congruencia

 


 

La memoria como un todo. La memoria como un recurso para reconstruirnos. La memoria como un recurso para entendernos. Un joven de treinta y tres años escribe desde una cama los recuerdos de los hechos ocurridos durante el año de 1994, el año en que su madre abandonó la casa para viajar a Chiapas, donde se estaban desarrollando los hechos del levantamiento zapatista. Ese año significó para el protagonista dejar atrás la infancia, perder la inocencia, pero al mismo tiempo significó quedarse en un limbo extraño, en donde todo su mundo se desmorona, desaparece, pero nada nuevo surge para que él pueda aferrarse. Algo que años después, cuando ese niño se haya convertido en adulto, y sus padres hayan muerto, y la antigua casa familiar de la colonia Educación, en el sur de la ciudad, haya sido vendida y los muebles y recuerdos hayan sido rematados, ese joven se enclaustre en su casa y se tire en la cama, a escribir todo lo que recuerda de ese año, abrumado por esos recuerdos que lo regresan a ese maldito año de 1994.

Esto es en esencia lo que nos cuenta la segunda novela del escritor mexicano Daniel Saldaña París (Cd. De México, 1984) El nervio principal, publicado por la editorial Sexto Piso. Una novela contada desde la óptica infantil, desde la reconstrucción de la memoria, una novela que se basa en la reconstrucción de los hechos, desde la partida de Teresa, su madre, hasta las comidas infantiles, los juegos solitarios, la búsqueda de sentido en la lectura, hasta las pequeñas borracheras de la hermana mayor, que sobrevive y lidia con el abandono materno. Un libro que lidia con la figura de un padre, que jamás intentó entender los intereses de la madre. Un hombre que desde su puesto como ejecutivo de un banco en la década de los noventas, intentó dominar la vida familiar, con una mirada severa, fría, lejana, que determinará la posterior relación que se desarrollará entre los dos hijos y el padre.

Una relación que, además, se deteriorará aún más mientras el protagonista va creciendo y se va dando cuenta cuánto echa de menos a su madre, a esa mujer a la que conoció poco en realidad, pero a la que tanto ansiaba parecerse. Ausencia, vida familiar rota, distancia con la figura paterna, todo eso pasa por las hojas de ese hombre que escribe desde una cama en donde ha quedado postrado por una incapacidad vital para seguir con la vida. Todo tamizado por la escritura, una escritura contenida, que busca discernir entre los recuerdos qué es lo verdadero y qué es lo falso. Porque la memoria también puede mentirnos, también puede hacernos creer que ciertas imágenes, ciertas visiones que nosotros nos hemos construido, son completamente falsas, son imágenes construidas a partir del deseo, de lo que nos hubiera gustado vivir. Porque la memoria también nos puede mentir.

El nervio principal es la segunda novela del escritor mexicano Daniel Saldaña París, quién también es autor del libro de poemas La máquina autobiográfica y de la novela En medio de extrañas víctimas (2013), además ha sido becario del programa Jóvenes Creadores del FONCA  y de la Fundación para las Letras Mexicanas. En 2017 fue nombrado por el Hay Festival como uno de los mejores escritores de América Latina menor de 40 años”

“Más que una idea creo que hubo una imagen: un niño haciendo origami. Durante algunas semanas seguí pensando en esa imagen y terminé asignándole un contexto: México, 1994. Después hubo otras imágenes y cuando empecé a ver que se repetían supe que quería escribir una novela. Trabajo mucho a partir de repeticiones.” Nos dijo el autor de El Nervio Principal en entrevista sobre la idea que le dio origen a su segunda novela.


Javier Moro Hernández (JMH):Los recuerdos son construcciones que guardan poca relación con su supuesto origen, y cada vez que recordamos algo ese recuerdo es más autónomo, cada vez está más desprendido del pasado, como si se fuera desgastando la cuerda que lo unía a la vida misma hasta que un día se rompe y la memoria corre, libre y desbocada, por lo campos baldíos del espíritu, como una cabra emancipada que huye al monte.” Nos dice el protagonista en algún momento. Explorar el tema de la infancia nos lleva al tema de la memoria, pero sin duda, hay un tono incrédulo hacia la memoria. Hay duda ante la memoria ¿La memoria nos puede mentir? ¿La memoria es un territorio que nos inventamos y que nos inventa?

Daniel Saldaña París (DSP): La duda ante la memoria, para mí, está en el origen de la ficción. Recordar a medias es el grado cero de la ficción, de alguna forma: llenamos los vacíos y torcemos las imágenes y forzamos las coincidencias para crear un sentido, una sensación de dirección, de flujo, de congruencia. Además, un narrador que duda de su recuerdo mientras lo cuenta es un modo discreto de poner en cuestión el lugar “realista” desde el que se enuncia. Las coincidencias, las repeticiones, las estructuras que la novela pone en juego no son las de la realidad intersubjetiva, sino las de una memoria falible y una imaginación neurótica.

JMH: Hay otro tema que me parece muy interesante, que es la creación de un universo cerrado, construido por tres personajes: Padre, Mariana y el protagonista. Y un fantasma, porque de Teresa solo tenemos imágenes, reminiscencias, recuerdos. Quería preguntarte cómo fue el proceso de trabajo de creación de este universo cerrado.

DSP: Quería trabajar con un universo relativamente acotado, y sentí que una familia, encerrada en una casa y en una calle cerrada, era terreno fértil para el tipo de historia que tenía entre manos. En las familias siempre hay versiones divergentes de los hechos, y las mismas historias se repiten durante muchos años aunque no tengan ninguna relación con lo real. Sentó que ese mundo un tanto claustrofóbico le convenía al personaje principal, que busca un orden estricto en todo su entorno.

JMH: La infancia es, en muchas ocasiones, visto como el paraíso perdido. Es decir, la idealizamos, la consideramos pura. Sin embargo, en tu novela lo que vemos a un niño solitario, obsesionado con la simetría, abandonado. En tu novela la infancia es una imagen de soledad. ¿Cómo construir una ambiente desolador pero al mismo tiempo inocente?

DSP: El asunto con la infancia es que uno no tiene todavía las herramientas para juzgar que su situación es desoladora. Cualquier circunstancia se vive con relativa normalidad, y también con la delirante anormalidad de cualquier niño. La mirada que vuelve desoladora esa infancia es la del adulto que recuerda, y que proyecta sobre la infancia sus tribulaciones presentes. Respecto de la inocencia infantil, muchas veces se manifiesta de maneras más bien lúgubres, o con crueldad. La inocencia tampoco es un paraíso.

JMH: La búsqueda de la simetría me parece un rasgo sintomático en el carácter del personaje: Buscar un orden en medio del caos, en medio de un país que se caía a pedazos (tal vez anuncio de lo que estamos viviendo ahora), buscar un orden en medio de una familia que se desintegraba. Pero quería preguntarte sí este rasgo lo pensaste así antes de iniciar a escribir la novela.

DSP: Lo pensé cuando empecé a tomar notas sobre el protagonista, pero es un rasgo que se fue acentuando en el proceso de escritura. El narrador está escribiendo la historia desde el presente, y ese impulso de escribir es ya un esfuerzo por poner orden, por ceñir el desmadre de la experiencia, que siempre es discontinua, con la estructura lineal de la sintaxis. Y su idea de orden parece estar muy ligada al papel: la escritura y el origami sin disciplinas que parten del mismo material. La novela refleja ese carácter neurótico y estructurante del narrador, que concibe el mundo a partir de pares que se oponen. Pero también es claro que la realidad desborda su afán de orden, que las personas que lo rodean exceden o esquivan sus categorías.

JMH: Otra pregunta que quería hacerte es sobre el papel del padre. Un hombre gris, autoritario, que sin embargo determina la vida de los hijos. ¿Cuál sería el motor de un personaje como él?

DSP: Creo que el narrador de la novela busca, precisamente, el motor de la vida de su padre. Es un personaje ominoso, con más zonas oscuras, difícil de leer para su propio hijo. El narrador lo quiere pero lo odia, y la sospecha de que en realidad se le parece más de lo que piensa es uno de los miedos que amueblan la trama.

JMH: Quería preguntarte sobre el tema del espacio temporal en el que ubicas la novela: 1994 fue un año importante, esencial para la historia política y social de nuestro país. Pero me parece que ubicar la novela en ese año nos da pie a pensar en miedo hacia el futuro, un clima de incertidumbre, que por supuesto trasmina en la novela. La incertidumbre es un ambiente complicado de recrear. ¿Cómo trabajaste en tu novela con estas sensaciones, que me parece que está en el ambiente, que se siente, que se palpa?

DSP: La novela tiene una intención muy generacional en tanto que no pretende registrar el clima político de 1994 desde una mirada historicista, sino desde la altura precisa de un niño de diez años. Yo recuerdo que en la escuela se hablaba de política, pero nadie entendía nada. Una vez le pregunté a mi papá si los soldados iban a llegar a Cuernavaca (donde vivíamos) y él tuvo la paciencia de explicarme lo que sucedía en Chiapas, pero en general había pocas explicaciones y mucha sensación de inminencia, de desajuste. Yo quería que esa angustia de un mundo en crisis se respirase en el libro sin llegar a tematizarla. En la mirada infantil se mezcla ese miedo con el temor al robachicos o a la exclusión en la escuela.

JMH: Por supuesto este clima de incertidumbre también se palpa a la hora de que se nos cuenta  sobre el destino de la madre del protagonista y que de alguna manera determinará el carácter del protagonista. Hay un enojo profundo hacia el padre, pero este enojo tendrá un motivo certero cuando nos enteramos más de la relación entre los padres. La relación entre padre y madre parece ser una contraposición, una lucha, en la que el protagonista siempre toma partido, de inmediato. Quería preguntarte justo a esta relación compleja, que determinará al protagonista.

DAP: El protagonista se concibe a sí mismo como un detective, en el sentido de que tiene que trabajar a partir de pistas, no sólo cuando es niño sino también de adulto. Su inferencia de lo que fue la relación de sus padres es a partir de un puñado de fotos, un par de cartas y algunas anécdotas sueltas. Con eso, se inventa una historia en la que la madre, ausente, resulta siempre idealizada, y el padre un tipo más bien anodino. La crisis llega cuando descubre que detrás de la fachada gris y predecible, el padre era un tipo mucho más turbio. El narrador, al final, entiende que es un pésimo detective, como también era un pésimo origamista: las pistas estaban ahí desde el principio y él leyó mal todo ese tiempo. Es una anagnórisis en el sentido clásico.

 


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