Una de las fechas más emblemáticas para nuestra cultura, el segundo día del penúltimo mes del calendario celebramos a los seres queridos que, como solemos decir, se nos adelantaron en el camino y suponemos llegaron a un mejor lugar, debe ser estimado lector, a estas alturas de la vida el pensar en un espacio de paz no suena nada mal.
Y entonces, mientras estamos ocupados con tan singular celebración, en el mundo real, en nuestro México, dentro del contexto de la transición de terciopelo y la absurda obsesión de mostrar quién manda ahora, bajo la falsa bandera de que el pueblo es el que decide y por lo tanto gobierna, en este preciso instante nos encontramos en el punto donde el gobierno entrante nos quería tener, divididos.
Los que estén a favor de la cancelación de la ya iniciada construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México que levanten la mano, ahora los que estén en contra si me hacen el favor, finalmente los que les tenga sin cuidado el tema manifiéstense.
Para empezar ya no existe el lago de Texcoco, ese argumento ambientalista de la destrucción del manto acuífero a mí me parece fuera de contexto, se imagina estimado lector una encuesta en la vieja Tenochtitlan para saber si secaban el lago de Texcoco para construir la metrópoli más grande de Mesoamérica. Si me dice del peligro que corre la fauna que habita en la región y los propietarios de las tierras que expropiaron u obligaron a vender por unos cuantos pesos le creo más. Por ahí leí a un buen amigo que escribió, compra barato y vende caro, las tierras claro está. Hace ya casi 20 años unos machetes pudieron más que las botas de Vicente y sus amigos inversionistas, en ese entonces la construcción del aeropuerto ni siquiera se inició; ahora la perspectiva no es diferente sólo que no hubo armas blancas que amenazaran sino una supuesta encuesta civilizada, o tal vez tendenciosa que arrojó la verdad absoluta, el pueblo de México no quiere un aeropuerto en Texcoco, quiere uno en Santa Lucia. La estrategia es más que clara, ante un pueblo inconforme con los gobiernos de “derecha” hazlos sentir partícipes y por fin apoyados por la nueva cúpula del poder, en dicha cúpula si estamos todos, bueno eso dicen.
Aquí el problema que yo veo, querido lector, no es de bandos políticos o bandas de caciques, podrán manifestarse los que están a favor de Andrés Manuel y defenderlo como se defiende a un mecías, escucharemos voces del actual gobierno y los empresarios de este país que legal o ilegalmente están invirtiendo su dinero en proyectos de alta envergadura como el del aeropuerto y que exigen la conclusión del proyecto o en su defecto el retorno de la inversión; el foco de atención inmediata es el comportamiento financiero, en cuanto Andrés Manuel salió a dar el mensaje de la cancelación de la construcción los mercados reaccionaron y no precisamente de manera favorable, el peso se depreció 3.6% frente al dólar, quedando la divisa norteamericana arriba de los 20 pesos y la Bolsa Mexicana de Valores registró perdidas.
Ahora la zona metropolitana que rodea a la Ciudad de México, esa macrópolis que le llaman tendrá tres puertos aéreos operando de manera simultánea, qué tal; yo pienso que necesitarán un controlador de vuelo con mucha pero mucha experiencia para dominar el tráfico aéreo sobre los cielos aztecas, seguramente Andrés Manuel ya previó la situación y construirá un segundo piso en las rutas aéreas para evitar accidentes.
Tal pareciera que la decisión es más un capricho que la atención a una verdadera necesidad, la oportunidad de demostrar la fuerza que tendrá el gobierno entrante, las ganas de echar todo para atrás y construir de ceros la nueva República, si la intención es dejar en mal a la administración de Enrique Peña, créame, estimado lector, que no es necesario cancelar una obra de tal magnitud para evidenciar la mala administración del gobierno saliente. Ahora bien, en todo caso y para estar parejos por qué no se hizo una consulta por parte del actual gobierno para saber si se debía construir un nuevo aeropuerto o no, pues porque eso no le toca definirlo a la sociedad, para eso pagamos con nuestros impuestos el salario de los gobernantes y sus equipos de trabajo, en todo caso, sí cada decisión o paso que den se nos tiene que consultar, entonces para que están nuestros supuestos representantes en las cámaras.
No a este este proyecto pero si al tren peninsular en el sur del país, por qué no consultarlo a la sociedad como se hizo con este polémico caso, la respuesta es sencilla creo yo, cada gobierno tiene sus piezas, sus peones y alfiles, sus reyes y sus reinas, cada gobierno trata de hacer jaque mate al que no comulga con su visión de nación, cada gobierno aun el de Andrés Manuel y su cuarta transformación tiene su grupo selecto que se verá beneficiado por las decisiones que se tomen, cada gobierno construye su propio negocio y lo erige sobre la ignorancia de la sociedad, que aunque algunos dices que ya estamos más informados yo lo dudo, no es lo mismo tener más canales de comunicación directa que saberlos usar y aprovecharlos para nuestro beneficio.
Es un hecho que la determinación de cancelar una obra de esas características tendrá un costo financiero muy elevado, esperemos que Andrés Manuel lo tenga contemplado y no vaya a generar un colapso en la economía nacional, echar a andar una red de tres aeropuertos que operen de manera simultánea creo yo también generará gastos, una inversión que tampoco estaba prevista, un tren que recorra la península de Yucatán también mueve dinero.
La cuarta transformación ya inició y Andrés Manuel es tan impaciente que ni siquiera dejó que terminara el actual sexenio para tomar decisiones delicadas; la lectura con que yo me quedo, haciendo a un lado el tema que de por sí es delicado, la sed de poder de este personaje es más grade de lo que pensaba, prenda sus alertas desde ahora, no nos vaya a salir con la sorpresa de la reelección.
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