- Una novela oscura, con un ambiente enrarecido, en donde todos los personajes ejercen una violencia cruel y despiadada en contra de sus congéneres
Una familia: Ella (así, sólo ella, tal vez la madre, pero también la palabra, pero también el castigo). Ella y Ángela y Lázaro, quienes son hermanos, habitan una casona enorme venida a menos. Dentro. Desde donde ella lo controla todo, vigila todo, desde su cuarto, desde su aparente debilidad. Porque Ella lo ve todo, lo conoce todo. Y odia todo lo que está Afuera. Y sus hijos no deben mezclarse, no deben salir, no deben conocer ni convivir con nadie de Afuera si quieren permanecer puros. Esto es lo que nos cuenta la novela El hombre de la Torre (editorial Grijalbo) del escritor y ensayista mexicano Pablo Lazo (México, 1969).
El hombre de la Torre es una novela nos narra los infructuosos intentos de Ángela y Lázaro por escapar del control de Ella. Un control que es más mental que físico, ya que es a través de la palabra, de las historias que ellas les cuenta y que los llenan de miedo, hacia lo que hay allá afuera, lo extraño, lo distinto. Ella, de la que solo escuchamos su voz, sus historias, en donde todo lo que les cuenta a sus hijos es sobre los peligros que existen allá Afuera, y que por lo tanto es necesario mantenerse alejado de todo ese mal que circula y que los acecha todo el tiempo.
A pesar de que Ángela y Lázaro crecieron con una vida aparentemente normal, en la cual asistieron a la escuela, tienen trabajos, todo el tiempo han estado marcados por la inseguridad, el miedo y la desconfianza hacia lo externo, lo ajeno, todo aquello que tiene que ver con el mundo normal, el Afuera.
Los dos trabajan, pero de noche, Ángela en un bar de mala muerte y Lázaro en una funeraria. Pero ninguno de los dos logran interactuar de manera normal con el mundo: No tiene amigos, no tienen pareja. Su vida es Adentro, en donde Ella los puede controlar y someter.
El Hombre de la torre es una novela oscura, con un ambiente enrarecido, en donde todos los personajes ejercen una violencia cruel y despiadada en contra de sus congéneres. Una realidad en la que no existe la confianza hacia el otro y en donde lo más importante es sobrevivir, al costo que sea. Pablo Lazo es doctor en Filosofía y ha desarrollado su carrera como ensayista, en donde se ha interesado por explorar los límites entre la literatura, el arte, la política y los movimientos culturales, y es autor de, entre otros libros, J.M. Coetzee, Los imaginarios de la resistencia y La frágil frontera de las palabras. Ensayos sobre los (débiles) márgenes entre filosofía y literatura:
“En un principio quería jugar con la idea de plasmar en imágenes las relaciones extremas a las que se puede llegar en condiciones de encierro, de endogamia en una familia, y las consecuencias de violencia que eso puede acarrear. Es algo que yo había visto en muchas familias concretas en México y otras partes y que me inquietaba como realidad social, como problema de violencia. Pero la idea de hacer de esto una novela de “género negro” o de “terror psicológico”, vino después de leer algunos textos clásicos con esta trama: La Casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca; de Carlos Fuentes la pequeña pero tremenda historia de Aura, de la que aprendí el entorno fantasmal de las plegarias de Ella y su tono cataclísmico, admonitorio de Algo fantasmal que está ahí y no puede explicarse… Y sobre todo el cuento extraordinario de Julio Cortázar, Casa Tomada. En algún sentido, mi novela se inspiró en estos y otros escritores, y es un tributo a ellos, aunque con su propia originalidad narrativa.” Nos contó el autor en entrevista. Pero siguiendo el estilo de las novelas terribles de Sade y de Bataille, quise “subir un grado” en este juego de mostrar/ocultando u ocultar/mostrando: con escenas sexuales y de violencia extremas, incluso abiertamente sádicas o necrófilas, o bien escatológicas, quise buscar la manera de insinuar más mostrando más, no mostrando menos, o si se quiere, otear aquello oculto detrás de la transgresión más extrema, la transgresión de la condición de hermanos, la transgresión del respeto a la muerte, la transgresión de la Palabra como dogma que permite un orden y una legitimación en Casa, Dentro.”
Javier Moro Hernández (JMH): En El Hombre de la Torre se respira un ambiente viciado, cerrado. Justo como el encierro en el que viven Ángela y Lázaro. Pero es un ambiente que se extiende hasta Fuera, es un ambiente que se respira en toda la novela. Quería preguntarte sobre la construcción de este ambiente ¿Cómo construir una novela con esta sensación?
Pablo Lazo (PL): La historia se teje en un ambiente de terror psicológico, inspirado en algunas obras de novela negra y de misterio, aunque ocurre en los ambientes cotidianos de la ciudad de México, de la colonia Roma y del Centro, tomados como escenarios de una fantasía que puede tener lugar en cualquier momento… en cualquier lugar de la cotidianeidad. Lo cotidiano puede esconder historias terribles. El psicoanálisis nos ha enseñado que las peores cosas ocurren dentro de las familias, en el entorno familiar, en su cotidianidad que puede ser ominosa, siniestra. La construcción de mi novela quiere llevar a su extremo la asfixia de sentirse atrapado por una constante violencia de prohibición de contacto con los demás, con esos de Fuera, y por esto se insiste seguir las reglas sólo de Dentro, aunque siempre hay intentos de escape de los hermano, por esto la construcción narrativa la hice sobre el borde o frontera de Dentro y Fuera, o si se quiere, de la ficción y de la realidad.
JMH: Por supuesto cuando hablamos de familias que encierran a sus miembros, estamos hablando de una violencia malsana, anormal. Esta es la violencia en la que viven los tres personajes que habitan la Casa. ¿Fuera y Dentro funcionan como una metáfora de la violencia, pero también del miedo?
PL: Sí, en efecto, la metáfora de toda la novela, manejada en la oposición Dentro-Fuera, es la metáfora de la violencia, pero también del miedo como su contracara. A más violencia en las acciones de acecho, persecución, incluso de necrofilia -Lázaro acostumbra maltratar los cadáveres en su trabajo en el velatorio-, o de autodestrucción -Ángela se va a hoteles con muchos hombres sólo por lastimarse, por autoagredirse-, más miedo tienen los personajes. Por supuesto, es una violencia que bien llamas “malsana” o “anormal”. El “hombre de la torre” revelará un discurso demente de encierro, de soledad extrema, que en un punto de la novela se confunde con la situación de los vagos y los mendigos en la calle, de los “sin casa” y “sin techo”… A los que la sociedad ha hecho la peor de las violencias. Bueno, pues son justo estos personajes “sin casa” (a los que nadie escucha) los que anunciarán un mensaje “profético” de destrucción de Casa, de Dentro.
JMH: Pensaba que el miedo a Fuera que les inculca Ella a los dos hermanos también nos habla de algo que está sucediendo en nuestra sociedad global actualmente: El miedo al otro, al extraño, al de Fuera. Me llamó poderosamente la atención la forma en la que Ella les habla siempre mal de los de Fuera y cómo ellos, a pesar de vivir, de pisar Fuera, no logran entender que el miedo es en realidad una mentira, una narrativa.
PL: La novela está construida sobre un discurso de odio/temor al que es extraño, al extranjero, al que “no es de Casa”, un discurso que llega a su límite con las formas de prohibición de Ella sobre todo lo de Fuera. Es una metáfora de la locura en la que han caído muchos discursos xenófobos, o racistas incluso, en nuestra sociedad. Estoy denunciando con figuras literarias los excesos realmente patológicos de creer sólo en las reglas de “Dentro” para despreciar lo de “Fuera”. La tonalidad del libro entero es de encierro en una forzosidad al parecer inescapable: Dentro, con mayúscula, opuesto a Fuera. Es la metáfora de dos ámbitos en los que la Ley se impone, el Poder es único -representado por la palabra de Ella-, y el amor quiere rebasar esta imposición del poder, pero por supuesto se trata de un amor prohibido, tabú –representado por el enamoramiento incestuoso de los hermanos-.
JMH: A pesar de que Lázaro y Ángela logran salir, tienen trabajo, fueron a la escuela, me parece que en ellos también habita la violencia. Sobre todo en Lázaro, a quien vemos crecer con miedo, pero también con rencor, con fiereza. ¿La violencia es una fuerza que nos domina a todos?
PL: Yo diría que la violencia a la que llegan los tres personajes, tanto simbólica como física, es la violencia que todos nos hacemos con nuestras prohibiciones y nuestras obsesiones por lo que vale en nuestro pequeño mundo interior, que oponemos artificialmente a todo lo que deja fuera. En este sentido la violencia nos domina a todos, en todos están latentes los excesos a los que llegan los personajes. La novela nos habla de un mundo parecido al nuestro, sin embargo, me parece que también nos habla de un mundo distorsionado por el miedo, las narrativas incorrectas. Sí, en efecto se trata de un mundo distorsionado por el miedo, al que condujo una narrativa incorrecta, la narrativa de una historia que Ella les va contando a los hermanos cada tarde, que es una historia “cuasirreligiosa” en la que les dicta leyes “absolutas” y al mismo tiempo revela la patología de esa creencia. El recurso metanarrativo de la novela está en esa “historia dentro de la historia”, que alude al fanatismo como patología.
JMH: ¿Cómo podríamos definir a Ella?
PL: Ella representa la Palabra (incluso con resonancia religiosa -la historia dentro de la historia que cuenta sobre su hermana monja, Claridad…-). Y es la Palabra que no admite ninguna réplica, ninguna otra opción, ninguna alternativa: es la Ley. Incluso en una parte de la novela Ella les dicta un “decálogo” enloquecido, de odio a lo externo, de autodominio absoluto. Es lo que llamaría Walter Benjamin “violencia mítica” fundadora de derecho… Ella encarna a la Ley sin justicia, que separa Dentro de Fuera. Pero Ella es también la imagen materna a la que todo tiene que regresar, todo lo que cuenta Ella es el regreso de la locura a un darse cuenta de lo que ocurre. Un primer título de la novela había sido por esto “De Retorno”, y Ella se define por el exceso de palabras que son misteriosas resonancias de una Fuerza que la infunde para hablar. Pero ¿qué pasaría si Ella desaparece? Los hermanos se quedarían solos, sin Ley, para transgredir todas las normas… Recordemos a Dostoievski: “sin Dios, todo está permitido”. Pero si ocurre esto o no, el lector tendrá que descubrirlo…
JMH: Por último, Pablo, quería preguntarte sobre el proceso de escritura de la novela. ¿Construir estos personajes debió ser un reto, son personajes oscuros, contradictorios? ¿Cuánto tiempo te tomó la escritura de esta novela?
PL: La novela es resultado de una lenta escritura, de una escritura que me gustaría llamar “de lento añejamiento”. Fueron tres años de pensar y repensar la trama, el carácter de los personajes, las relaciones que sostienen con el mundo, y la Casa como otro personaje con un carácter digamos “encarnado” o “personificado”.