Me considero un purista de la música, ortodoxo y apegado a las tradiciones, aunque de repente me doy mis licencias, me doy esos lujitos que de repente son necesarios para romper los cánones establecidos y echar un vistazo a lo que está más allá de lo convencional, de hecho, creo que con el paso del tiempo he ido relajando mis exigencias y he podido aceptar manifestaciones musicales que en algún momento rechacé tajantemente y ahora me parecen trabajos excelentes, por ejemplo, en el caso concreto de la música clásica, difícilmente podría yo aceptar hace algunos años que este repertorio fuera abordado por músicos ajenos al contexto de la música de concierto, no solo no me agradaba sino que mi rechazo era total, absoluto, pero de repente me encontré con una agrupación llamada Emerson, Lake & Palmer, tres músicos ingleses de rock progresivo que solían frecuentar con singular alegría la música de concierto y cobijarla con los acordes del rock, creo que así, con la gran admiración que E.L.&P. me despertaron empecé a entender que la música clásica llevada a otros contextos diferentes podía y debería ser disfrutada, obras como aquella versión de Pictures at an exhibition de Mussorgsky grabada en vivo me fascinó desde el principio, o las adaptaciones que hizo el pianista y tecladista Keith Emerson de la obra para piano del argentino Alberto Ginastera, o del ballet Romeo y Julieta de Prokofiev, en fin, pero ese no es el tema, lo menciono como antecedente.
El punto es que me gusta que la música sea tocada con los instrumentos propios de la época, esa es una de las razones por las que admiro tanto a Jordi Savall que con sus diferentes ensambles instrumentales se apega al contexto histórico de la música que interpreta, es un especialista en la música antigua, entendamos por esto, medieval, renacentista, incluso barroca, y para abordar dignamente este tipo de repertorios, él utiliza instrumentos de época, lo que le permite hacer interpretaciones muy fieles.
Pero sucede que un día tuve la oportunidad de escuchar al pianista canadiense Glenn Gould tocar a Bach en piano, y se me abrieron los ojos, me di cuenta que sí se podía y que el tratamiento de la música era muy digno. Glenn Gould murió el 4 de octubre de 1982 y me parece un maravilloso pretexto para hablar de este genial intérprete cuyo perfil como pianista está perfectamente dibujado por las pinceladas musicales que dejó al tocar los conciertos de Mozart, a Arnold Schönberg y a Johann Sebastian Bach, pero por ejemplo, en el caso de Bach, quizás con él dejó su marca indeleble en lo que es la más excelsa interpretación del piano, Bach no era exactamente un entusiasta del piano, de hecho, cuando el instrumento que data de 1730, 20 años antes de la muerte del padre de la música, le fue presentado al maestro por uno de los primero fabricantes, Gottfried Silbermann, quien por cierto era más conocido por ser fabricante de órganos, se mostró escéptico hacia este nuevo instrumento y ofreció algunos motivos por los que no le agradaba, entre ellos, que las octavas superiores eran demasiados suaves para permitir un registro dinámico, obviamente el piano como lo conoció Bach no era como lo conocemos actualmente, sabemos que Silbermann hizo algunos ajustes para agradar al compositor y le presentó el instrumento considerando estas y otras sugerencias en el año de 1747, finalmente Bach dio su autorización e incluso trabajó como promotor de este nuevo instrumento, pero sus grandes obras para teclado no consideran al piano, de ahí mi escepticismo de que Bach se ejecutara con ese instrumento en lugar de órgano o clave, insisto, Glenn Gould se encargó de que yo disfrutara inmensamente todo ese maravilloso repertorio llevado al piano. Sabemos que Gould gustaba mucho del contrapunto por lo que Bach le venía a la medida exacta, pero no sólo en los conciertos llevados al piano, sino en obras originalmente compuestas para clavecín, como las célebres variaciones Goldberg, quizás sea esta obra la que mejor lo definió como un inmaculado intérprete de Bach.
Pero además de Bach, Mozart también se ve tratado dignamente por el pianista canadiense y yo creo que nadie ha interpretado con tanta pasión y convicción, Schönberg no es un músico fácil, no es un dulcecito de fácil digestión, su música es muy exigente, incluso para quienes escuchamos, no obstante Glenn Gould llegó a alcanzar tal nivel de comprensión del repertorio pianístico de Arnold Schönberg que lo hizo inmensamente disfrutable, incluso sin tener criterios musicales muy bien fundamentados.
Sorprendentemente Glenn Gould se retiró de los escenarios después de un concierto ofrecido el 10 de abril de 1964 en la ciudad de Los Angeles, California, lo hizo cuando se encontraba en el punto más alto de su trabajo como intérprete, dijo sentirse hastiado de los conciertos y desde entonces se dedicó a trabajar en grabaciones considerándolas más íntimas y favorables para el mayor disfrute de la música, también se dedicó trabajar en los medios de comunicación, concretamente en la radio, en donde impulsó con mucha pasión la difusión de la música de concierto.
Glenn Gould era un pianista excéntrico, su manera de vestir, con bufanda y abrigo, independientemente del clima. La manera de sentarse al piano, con las patas de la silla recortadas que hacían que literalmente metiera la nariz en el teclado. Solía canturrear la melodía que estaba interpretando y no es extraño escuchar su voz en segundo plano en sus grabaciones. Su lugar en la historia de la música como un pianista excepcional y un virtuoso está asegurado.