Estimado lector, el día de hoy me gustaría hacer la reflexión sobre la izquierda mexicana, si es real, de dónde viene y hacia dónde va.
En el espectro político, el término de izquierda y derecha viene de la Revolución Francesa, en donde la Asamblea Nacional Constituyente se reunió para dar pie a la primera República Francesa, desde la perspectiva del presidente, a su derecha se sentaron los Girondinos, apoyados por la burguesía, del lado izquierda, los Jacobinos, que eran más radicales y apoyados por el pueblo. Al centro, los indecisos.
Desde entonces, se les ha cambiado el nombre a unos y a otros. A la derecha se le ha llamado como conservadores, monárquicos, o derechistas; a la izquierda a aquellos liberales, republicanos o izquierdistas. En México, no tuvimos en el siglo XIX políticos que tuvieran definido su sentir político. El mismo Antonio López de Santa Anna, quien ocupó seis años la presidencia de la República, lo hizo a través de diversas corrientes, en algunas, bajo el cobijo de los conservadores, en otras, de los liberales, todo dependía de quién lo podía hacer seguir en el poder. De este personaje, nuestros políticos aprendieron el “chapulinismo” en su máxima expresión. Si no me creen, el Santa Anna actual es Porfirio Muñoz Ledo, quien primero fue priísta de cepa (fue el encargado de ensalzar los beneficios del gobierno de Díaz Ordaz y de Echeverría después de las masacres de 1968 y 1971), para después irse al Cardenismo (FCRN), PRD, PAN con Vicente Fox, y ahora Morenista, Don Antonio estaría orgulloso de él.
La izquierda y la derecha no eran reconocidas como tales hasta la reforma. El Segundo Imperio polarizó al México recién independiente, entre liberales y conservadores, centralistas y federalistas, monárquicos y republicanos. De un lado y de otro, encontramos por fin, políticos de primera, por parte de los conservadores Miguel Miramón, por parte de los liberales, Benito Juárez. Al triunfar la República, debido a que el monarca Maximiliano, era más liberal que el mismo Juárez, los liberales se convirtieron en conservadores. Los herederos de Juárez, que enarbolaban los ideales de la revolución francesa, de igualdad, libertad y fraternidad, terminaron viendo que no todos éramos tan iguales, y que tampoco la libertad era tan adecuada.
De allí se vino el porfiriato, los excesos, y la revolución. Justo cuando llega la revolución, las ideas ahora de Carlos Marx, a través de la revolución primero bolchevique, y después comunista en el Imperio Ruso, dio pie a ideas de igualdad, buen trato, y del gobierno del pueblo y para el pueblo.
Nuestra Constitución está basada en muchos de esos principios, que se incluyeron en nuestra carta magna, aunque no eran aplicables a nuestro ámbito porque nuestro pueblo necesitaba urgentemente educación.
De allí, se vino la izquierda mexicana, que terminó siendo paternalista. No era una izquierda que buscaba la igualdad, el beneficio social de todos, sino que busco a los más vulnerables, para hacerlos parte de un sistema. El gobierno de Lázaro Cárdenas, que expropió la industria petrolera (no sabemos si fue un complot, diría AMLO, ya que la industria petrolera mexicana pertenecía a los europeos, no a los estadounidenses y eso, ya sabemos, no era benéfico para nuestros vecinos del norte) y se dijo seguidor de las corrientes socialistas mundiales, que dictaban los comunistas soviéticos. En nuestras escuelas se enseñaban las “proezas” comunistas y como Stalin, el genocida, era un héroe que había que emular. Los trabajadores se organizaron en sindicatos a través de Vicente Lombardo Toledano, y realmente buscaba el poder de los trabajadores, hasta que fue desplazado por el sistema, por el casi eterno Fidel Velázquez y la CTM, en donde todas las ideas socialistas fueron puestas al servicio del poder. Las masas del pueblo eran votos, y había que tenerlos contentos de una forma u otra. El gobierno se convirtió en “papá” gobierno.
Justo el quiebre de la izquierda fue al término de la docena trágica, cuando dos presidentes que no debieron ser, y que el sistema los ensalzó, Echeverría, que aprovecho y azuzó la revuelta del 68 para dejar a Corona del Rosal fuera de la carrera presidencial y este al terminar pasarle el poder a su compadre del alma, José López Portillo, que no sabía cómo gobernar “la abundancia” para dejarnos en crisis total.
Esa es la izquierda mexicana, no ve por el pueblo, sino que se quiere convertir, otra vez, en “papá” gobierno, aunque ya es un papá moderno, ya que te va a escuchar a través de consultas, para aplicar la máxima de los padres mexicanos, “ya hablaste, qué bueno, de todos modos voy a hacer lo que yo diga”. Así las cosas, la intolerancia de la izquierda está por llegar, aunque en realidad, no sea izquierda sino un híbrido, una hidra de mil cabezas que nace de nuestra pobre forma de hacer política.