Estambul, Turquía. 2 de octubre de 2018. Las cámaras del circuito cerrado de televisión captan cuando el periodista Jamal Khashoggi, un crítico irredento de la familia real saudí, entra al Consulado General de Arabia Saudita. Su objetivo: obtener un certificado que probara su divorcio. Este documento le permitiría casarse con su prometida, Hatice Cengiz, una ciudadana turca, que, como la mítica Penélope, lo espera pacientemente en la calle.
Son las 4:00 pm, el Consulado ha cerrado y no hay rastro de Khashoggi. Preocupada, Cengiz notifica a la policía turca, quien pregunta a los diplomáticos saudíes por el paradero del reportero. La respuesta: Khashoggi salió por la puerta trasera. Sin embargo, un rumor se empieza a filtrar: Khashoggi fue asesinado y su cuerpo, al estilo Pulp Fiction, ha sido desmembrado y guardado en alguna parte de la sede diplomática.
Las escenas arriba mencionadas sirven como prolegómeno al presente artículo, el cual pretende explicar quién es/era Jamal Khashoggi y por qué su desaparición y probable asesinato han tensionado la relación entre los Estados Unidos y el Reino de Arabia Saudita.
Jamal Kashoggi nació en 1958, en Medina, Arabia Saudita, en el seno de una polémica familia que pertenecía a la crema y nata del mundo árabe: Su padre Mohammed era el médico particular del monarca Abdulaziz bin Saúd; su tío, Adnan Khashoggi, traficante de armas, famoso por ser actor del escándalo Irán-Contras y su relación con la esposa del dictador de las Filipinas, Imelda Marcos; y su primo, Dodi Fayed, sería novio de la princesa Diana de Gales y moriría con ella en una fatídica noche de agosto de 1997.
Tras graduarse en Administración de Empresas en la Universidad Estatal de Indiana, Khashoggi se dedicó al mundo del periodismo: fue corresponsal en Afganistán, Argelia, Kuwait, y Sudán. Durante su estancia en el país afgano, Khashoggi hizo amistad con un larguirucho y piadoso compatriota suyo: el empresario Osama bin Laden, quien se encontraba en Afganistán para combatir a los soviéticos1. En abril de 1987, los soviéticos lanzaron una ofensiva contra los guerrilleros afganos. Durante el enfrentamiento, bin Laden dirigió a sus voluntarios árabes contra las tropas selectas soviéticas, los Spetsnaz. Este combate recibió una amplia cobertura en la prensa árabe y marcó el nacimiento como líder del millonario saudita2.
Tras su periplo afgano, Khashoggi se concentró en el periodismo: Arab News y Al Watan fueron los medios desde donde criticó la mentalidad, fatalista y medieval, imperante en la asfixiante sociedad saudita. Su lengua y pluma afiladas le ganaron la fama de ser un liberal en el mundo árabe. Por último, rompió con bin Laden tras los ataques del 11 de septiembre de 2001.
A partir de 2016, Khashoggi, sin cortar sus lazos con el servicio de inteligencia saudita, devino en implacable crítico del entonces presidente electo Donald Trump y del hidalgo saudita escogido por el yerno de Trump, Jared Kushner, para suceder al rey Salman bin Abdulaziz: el príncipe Mohammed bin Salman. Este hecho motivó que Khashoggi fuera vetado en los medios saudíes. En junio de 2017, Khashoggi se exilió a los Estados Unidos y tres meses después empezó a colaborar con el Washington Post.
Para entonces, Khashoggi, con dos millones de seguidores en Twitter, se había convertido “en el comentarista político más famoso del mundo árabe y un invitado regular en los noticieros más importantes de los Estados Unidos y el Reino Unido”3.
Ahora bien, la desaparición y probable asesinato de Khashoggi desató una extraña cronología que ha tensado la relación entre Arabia Saudita y los Estados Unidos: al día siguiente de los sucesos en Estambul, Donald Trump, durante un mitin político, comentó: “Protegemos a Arabia Saudita. Y yo amo al rey, King Salman, pero dijo ‘Rey, te estamos protegiendo’. Tú no dudarías ni dos semanas sin nosotros”.
El 5 de octubre Arabia Saudita contraatacó: el príncipe heredero, Mohammed bin Salman recordó, a través de Bloomberg, que “todos los armamentos que hemos obtenido de los Estados Unidos están pagados, no es armamento gratis”. En una amenaza velada, el aristócrata saudí agregó que ellos “habían creado 400 mil millones de dólares en oportunidades, armamentos y oportunidades de inversión, y otras oportunidades comerciales”4.
La coacción saudita pareció no tener efecto: el día 10, el senador Bob Corker, presidente del Comité de Relaciones Exteriores, envió una carta de Donald Trump invocando la Ley Global Magnitsky de 2016 –esta legislación consiente que el Gobierno de los Estados Unidos sancione económicamente a ciudadanos de todo el mundo que incurran en abusos a los derechos humanos y actos de corrupción en sus países de origen. Esto requiere que Trump investigue la desaparición de Khashoggi y reporte en un plazo de 120 días los hallazgos al Comité de Relaciones Exteriores del Senado y cómo planea reaccionar ante los descubrimientos.
Los saudíes se mostraron indignados: el portal de noticias, Al Arabiya, amenazó a los estadounidenses de que, en caso de aplicar sanciones, Arabia Saudita ofrecería a Rusia establecer un base militar en la parte norte del país. Asimismo, el Reino cotizaría su petróleo en yuanes en vez de dólares estadounidenses. Esto último asestaría un golpe duro a la economía estadounidense, pues los saudíes se comprometieron, en 1974, a “vender su petróleo en dólares estadounidenses exclusivamente e invertir sus ganancias en la compra de bonos del Tesoro de los Estados Unidos”5.
Entonces, se prendieron las alarmas en Washington: Trump cambió su discurso y dijo que “asesinos rebeldes” habían eliminado a Khashoggi y envió a su secretario de Estado, Mike Pompeo, a Riad para conferenciar con el rey Salman y con el príncipe heredero.
Finalmente, al momento de escribir estas líneas, todo apunta a una solución kafkiana para este embrollo, digno de Juego de Tronos, pues hay demasiados intereses en juego: la sucesión al trono en Arabia Saudita; la relación entre los Estados Unidos y el Reino; la alianza tácita entre la Unión Americana, Arabia Saudita e Israel contra Irán; y, sobre todo, el futuro del petro-dólar.
Aide-Mémoire. – El secretario de Defensa, James el perro rabioso Mattis, acusó a China de tener un comportamiento “depredador”. Parece ser que el militar retirado se mordió la lengua.
1.- Head of Saudi’s most daring newspaper resigns https://goo.gl/w5d3mH | https://goo.gl/VN2vQe
- – Coll, Steve. Ghost Wars: The Secret History of the CIA, Afghanistan, and bin Laden, from the Soviet Invasion to September, 10, 2001, Penguin Books, New York, 2004, p. 162-163
3.- Death of a dissident:; Saudi Arabia and the rise of the mobster state https://goo.gl/DMzWse
4.- Saudi Crown Prince discusses Trump, Aramco, arrests: Transcript https://goo.gl/fKYSGC
5.- Katusa, Marin. The Colder War: How the Global Energy Trade Slipped from America´s Grasp. Wiley, Hoboken, 2015, p. 175