Recuerdo, recordamos.
Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
Recuerdo, recordamos
hasta que la justicia se siente entre nosotros.
“Memorial de Tlatelolco”, Rosario Castellanos
Hace medio siglo estudiantes de la Normal Superior, la UNAM, el Politécnico y muchos otros centros de educación superior realizaron marchas por las más importantes calles de la ciudad de México. Al inicio sonrientes, cantando y haciendo música creyendo que serían escuchados en sus peticiones de justicia. Habían recibido ofrecimiento de diálogo por el Presidente de la República y el Secretario de Gobernación, y ellos creyeron. No hubo tal diálogo y sí mucha represión, entonces marcharon en silencio, con la boca cubierta con tela adhesiva. La represión continuó y entonces ocurrió el desastre, los muchachos aumentaron el tamaño de sus manifestaciones, aumentaron el tono de sus discursos, aumentaron el calor de sus expresiones en carteles y pintas de bardas. Aumentó la represión y se produjo la matanza del 2 de Octubre en la Plaza de las Tres Culturas. La cifra oficial fue de 40 muertos, los testigos aseguran que hubo más de 200. Lo impresionante fue el silencio que siguió, porque fue un silencio estruendoso, diez días después el pueblo mexicano cantó, bailó y gozó intensamente las Olimpiadas. En esos días nadie habló de la masacre. Posteriormente reaparecieron las proclamas, los testimonios, los libros, poemas, documentales y películas. Y desde entonces se convirtió en fecha histórica, en conmemoración y los ideales que la generaron se fueron perdiendo entre el bullicio de las celebraciones. Jóvenes hijos de aquellos estudiantes salen a las calles a vandalizar escaparates y comercios, sin ideología alguna. Mañana cuando se cumplan los 50 años, seguramente volverá a ocurrir, los estudiantes de aquellos tiempos, convertidos en empresarios, intelectuales y funcionarios harán remembranzas. No faltarán los chavos que vuelvan o provocar desórdenes callejeros. Cada día y año que pasen la ocasión se volverá más fecha histórica que aprendizaje. ¿Ocurrirá lo mismo con Ayotzinapa? Lo más seguro es que sí. Han pasado ya cuatro años y la situación ha dado el giro que temíamos. También fue un movimiento estudiantil, también llevaba una intención política antiautoridad y también hubo represión oficial. Aquí la diferencia está en el número de muertos, que sí es bien conocido, cifra oficial 43, casi igual que en Tlatelolco. En el 68 el lema era “Únete pueblo”, que se unió mientras hubo manifestaciones y mítines, pero desapareció en cuanto inició la fiesta olímpica. Ahora, por Ayotzinapa, el lema es “Vivos se los llevaron, vivos los queremos” que a más de ser muy bien intencionado, es evidentemente absurdo. Los padres de familia, escuelas normalistas y pueblo en general, continúan realizando manifestaciones, paros, proclamas. Han aparecido ya las primeras canciones, poemas, libros y representaciones teatrales, quizás pronto habrá una película. El proceso parece repetirse de manera inevitable. Entonces, ¿no vale la pena hacer algo? Siguiendo el consejo de Rosario Castellanos, Octavio Paz, Jaime Sabines y José Emilio Pacheco, el recuerdo debe convertirse en acciones distintas. Las manifestaciones, los gritos, los graffitis y la violencia harán que el proceso continúe siendo un recuerdo nebuloso. Lo que debe hacerse es la justicia, no buscarla, sino crearla. Bienvenidas las conmemoraciones, los memoriales y el recuerdo. Bienvenida la justicia obtenida con inteligencia, mesura, diálogo y propuestas.
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